Por... Richard W. Rahn
El presidente Obama y muchos en su administración, como tambiíén los representantes del Partido Demócrata que quedan en el Congreso, continúan expresando asombro por el hecho de que la economía no está produciendo los empleos que ellos habían prometido con su “programa de estímuloâ€. El problema es que su modelo acerca de lo que debería pasar está equivocado y desde hace muchas díécadas se ha sabido que está equivocado.
En esencia, están enfocados en la vieja idea keynesiana de que el gasto público puede crear empleos. Milton Friedman, F. A. Hayek y muchos otros Premios Nobel, entre otros destacados economistas como el profesor de Harvard Robert Barro, han demostrado que el concepto está equivocado y no funciona ni en teoría ni en la práctica. Aún así, como le dio a los políticos la justificación para gastar más del dinero de otras personas, fue una mala idea que nunca murió.
El Sr. Obama todavía parece en realidad creer que el gasto público es la solución, no el problema, olvidando lo que el presidente Reagan dijo de manera acertada: “El Estado es el problema, no la soluciónâ€. El argumento keynesiano es que si el gobierno aumenta el gasto, habrá un “efecto multiplicadorâ€, por el cual cada dólar adicional de gasto aumenta la producción por más de un dólar.
En un estudio del Fondo Monetario Internacional publicado en marzo “How Big (Small?) are Fiscal Multipliers?†(¿Quíé tan grandes (o pequeños) son los multiplicadores fiscales?) los autores Ethan Ilzetzki, Enrique G. Mendoza y Carlos A. Vegh concluyen que “en economías abiertas al comercio u operando bajo tipos de cambio flexibles, una expansión fiscal no conduce a ganancias significativas en la producción. Además, el estímulo fiscal puede ser contraproducente en países altamente endeudados; en países con niveles de deuda tan bajos como 60 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), los shocks de consumo del gobierno podrían tener fuertes impactos negativos sobre la producciónâ€. Nótese que EE.UU. tiene una relación deuda-PIB de 68 por ciento y este indicador va en aumento.
En el gráfico anterior, puede verse fácilmente que aumentos en el gasto público están asociados con niveles más bajos de empleo y viceversa. Los partidarios de un mayor gasto público argumentan que hay un retardo entre los aumentos del gasto público y los aumentos en el empleo, pero este retardo supuestamente es de meses, no años, y la recesión promedio dura menos de un año. El gráfico tambiíén muestra claramente que incluso con un retardo de alrededor de un año, la creación de empleos, correctamente medida como un porcentaje de la población adulta empleada, está nuevamente asociada de manera negativa con un gobierno más gastador.
El Presidente de Encima Global y anterior economista de la Tesorería de EE.UU., David Malpass, dijo a principios de este mes que los salarios han aumentado “solo 1,8 por ciento a lo largo del último año y muy por debajo de la tasa de inflación de 3,2 por cientoâ€. Tambiíén indicó, “Mientras más gasta el gobierno, ya sea en una supuesta inversión, beneficios entregados por el Estado o en simple desperdicio, menos querrá el sector privado contratar nuevos trabajadores. Las empresas se percatan de que la deuda pública los pone en riesgoâ€.
Además del gasto público, las otras grandes razones por las cuales los negocios no están contratando son los miedos de nuevas alzas de impuestos que el presidente ha prometido, particularmente sobre el trabajo y el capital, la explosión de los costos de la regulación y la incertidumbre.
Uno de los principales obstáculos al crecimiento de los empleos es el costo de la regulación, el cual ha estado creciendo mucho más rápido que el PIB. En septiembre, los economistas Nicole V. Crain y W. Mark Crain hicieron un estudio comprensivo del costo de la regulación para la Administración de Empresas Pequeñas (SBA, por sus siglas en inglíés). Ellos calcularon que los costos regulatorios eran de $1,75 billones en 2008 o alrededor de 14 por ciento del PIB. El reporte de los Crain tambiíén mostró que los costos regulatorios son 36 por ciento más altos para las empresas pequeñas (las grandes creadoras de empleo) que para las empresas grandes ($10.585 al año versus $7.755). La regulación es un impuesto implícito al empleo y al crecimiento de la productividad. Gran parte de la regulación ni siquiera se acerca a satisfacer pruebas razonables de costo y beneficio. Agencias del Estado, como la Agencia para la Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglíés), la Comisión de Títulos, Valores y Bolsa (SEC, por sus siglas en inglíés), el Servicio de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglíés), etc., no tienen economistas verdaderamente independientes evaluando la efectividad en relación al costo de sus regulaciones. El IRS y la Tesorería ahora están desarrollando regulaciones para intentar controlar la evasión tributaria, estas podrían tener la consecuencia no intencionada de ahuyentar tanto como un billón de dólares de inversión extranjera fuera de EE.UU., lo cual podría costar millones de empleos. En el IRS dicen que las regulaciones propuestas tendrán un impacto mínimo, pero como no han hecho un análisis independiente de costo-beneficio, tales afirmaciones no tienen peso y son peligrosas.
El distinguido profesor de leyes y economía, Richard A. Epstein, escribió en mayo, “Los empresarios estadounidenses se quejan principalmente de la incertidumbre asociada con el actual ambiente de regulación (e impuestos)…Las reglas claras son una condición necesaria para que haya un buen gobierno, pero no son suficientes. Lo que se necesita son reglas que tengan sentido tanto en sus objetivos como en sus medios. Lo que tenemos ahora no tiene ni lo primero ni lo segundo, ya sea que consideremos las regulaciones viejas como las de la EPA o las nuevas como la Ley Dodd-Frank [de reforma financiera]â€.
Si el Sr. Obama de verdad quiere muchos empleos nuevos para que se reduzca la tasa de desempleo sustancialmente antes de las próximas elecciones, a íél no le queda otra alternativa que poner en reversa sus actuales políticas:
·í‰l necesita reducir el gasto inmediatamente por al menos un 20 por ciento. Prácticamente no hay un departamento federal que no estíé lleno de grasa —el gasto federal ha crecido en 30 por ciento solo desde 2008.
·Necesita prometer que no aumentará las tasas tributarias sobre el trabajo y el capital —los insumos para una economía en crecimiento.
·Necesita congelar todas las nuevas regulaciones hasta que cada regulación propuesta haya sido sometida a un estudio completo, competente e independiente de costo-beneficio, y que estíé sujeto a un cuestionamiento legal externo.
Estas tres medidas removerían gran parte de la incertidumbre a la que se enfrentan los creadores de empleos y les daría la confianza que ellos necesitan para contratar a sus conciudadanos.
La única manera constructiva para salir de la actual crisis económica de EE.UU. es concentrarse en el crecimiento como Reagan lo hizo, recortando los impuestos y obstáculos regulatorios, y tambiíén reduciendo considerablemente el tamaño del Estado. No hay otro camino hacia la libertad y la prosperidad.