Por... Michael Tanner
Cuando pensamos acerca de las consecuencias de la enorme deuda de nuestra nación, usualmente consideramos lo que esta significa para las futuras generaciones. De hecho, es una tributación sin representación verdaderamente inmoral, una que le impone los costos de nuestros excesos a nuestros hijos y nietos.
Pero concentrarse en los nietos le permite a los políticos evadir la responsabilidad inmediata al pretender que hay mucho tiempo antes de que la crisis llegue. A ellos los ayudan y animan a hacer esto los votantes, quienes siempre consideraran más importantes los beneficios y programas que los favorecen ahora, y menos necesaria una reducción de la deuda que salvará a las generaciones del futuro. ¿Por quíé deberían ellos preocuparse acerca del peso de la deuda en 2050 en lugar de obtener sus beneficios de Medicare hoy?
Aún así las consecuencias de nuestra deuda no están solamente en el futuro largo y distante. Ya estamos sintiendo el impacto y a menos que hagamos algo pronto para controlar la deuda y el gasto, todo empeorará rápidamente.
El endeudamiento del Estado tiende a desplazar la inversión privada, porque un dólar prestado por el gobierno es un dólar que ya no está disponible para uso privado. Esto conduce a un stock de capital más pequeño y por lo tanto, a una producción económica menor de lo que hubiese sido de otra manera. Además, las empresas consideran el futuro cuando toman decisiones acerca de invertir, expandir y contratar. Cuando las empresas consideran nuestra deuda, ellos saben que esta eventualmente tendrá que ser pagada, es decir, que se enfrentarán a impuestos más altos, costos de prestar tambiíén más altos y a la amenaza de inflación.
Esto nos está costando hoy en tíérminos de trabajos y crecimiento económico. Considere esto: El Fondo Monetario Internacional (FMI) observó la relación entre los niveles de la deuda federal y el crecimiento económico, concluyendo que, entre 1890 y 2000, aquellos países con altos niveles de deuda experimentaron consistentemente crecimiento económico más lento que aquellos con niveles bajos de endeudamiento. De igual manera, Carmen Reinhardt de la Universidad de Maryland y Kenneth Rogoff de Harvard concluyeron que los países con una deuda equivalente a más de 90 por ciento del PIB tienen un tasa de crecimiento mediana de 1 por ciento más baja que países con un nivel de deuda más bajo, y el crecimiento promedio era de casi 4 por ciento menos.
Nuestra deuda federal es de alrededor de 98 por ciento del PIB, muy por encima del límite citado por Reinhardt y Rogoff. Y esa solamente es la deuda explícita en los libros de contabilidad. Incluya las obligaciones no financiadas de la Seguridad Social y Medicare y nuestro verdadero endeudamiento llega a un 900 por ciento del PIB. ¿Le sorprende que nuestra economía creció a duras penas un 1,8 por ciento en el primer cuarto de 2011?
Y lo peor está por verse. El dólar estadounidense todavía es la moneda preferida del mundo. Los acreedores todavía están dispuestos a prestarnos dinero con tasas de interíés muy bajas. Pero la tolerancia de riesgo de los inversionistas no es ilimitada. Como un funcionario chino de alto rango indicó: “Deberíamos reconocer que la situación fiscal de EE.UU. es mucho peor que aquella de Europa. En uno o dos años, cuando la situación de la deuda en Europa se estabilice, la atención de los mercados financieros definitivamente se desplazará hacia EE.UU. En ese momento, los bonos de la Tesorería de EE.UU. y el dólar experimentarán considerables declivesâ€.
De hecho, a principios de este mes hubieron reportes de que el gobierno chino estaba deshaciíéndose silenciosamente de los bonos de la Tesorería de EE.UU. Estos reportes sugieren que China se hubiese deshecho de hasta 97 por ciento de su tenencia de deuda a corto plazo del gobierno estadounidense. Esto, por si solo, no es una razón para entrar en pánico; China ha reducido su tenencia de deuda a corto plazo antes. Pero los reportes tambiíén sugieren que China podría estar despojándose de la deuda de EE.UU. a largo plazo.
Mientras que EE.UU. se ve cada vez menos solvente, la Tesorería de EE.UU. tendrá que aumentar las tasas de interíés para poder continuar atrayendo inversiones. La gran pregunta es si la tasa de interíés aumentará gradualmente a travíés del tiempo o de manera abrupta. En 1979, por ejemplo, cuando la economía estadounidense estaba sufriendo la estanflación, el embargo petrolero y un dólar díébil, el presidente Carter introdujo un presupuesto con díéficits mucho mayores a los que se habían previsto. Los mercados internacionales se sumieron en un caos conforme el valor del dólar colapsaba. Dentro de una semana, la Reserva Federal fue forzada a subir las tasas de interíés dramáticamente, lo cual condujo a una recesión que duró hasta 1982.
Dados los niveles mucho más altos de deuda a los cuales nos enfrentamos actualmente, la reacción podría ser mucho más duradera y dramática de lo que fue en 1979. La OFicina del Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglíés), advierte que tales alzas en las tasas de interíés derivarían en inmensas píérdidas para los tenedores de los bonos, posiblemente precipitando una grave crisis económica que “podría causar que algunas instituciones financieras fracasenâ€.
En realidad, si pensábamos que la escasez de críédito y la resultante recesión que acabamos de atravesar debido a la crisis bancaria fueron malas, solo espere hasta que nuestra deuda cause un colapso en el mercado de bonos de EE.UU.
Mientras nos acercamos al desenlace del voto para aumentar el límite al endeudamiento público, deberíamos tener esto en cuenta. No se trata solamente de algo que nos afectará en el futuro.
Suertge en su vida y en sus inversiones...