Por... Beatriz de Majo C.
La catástrofe que pudiera producirse en la economía mundial, si como consecuencia de una cesación de pagos en Grecia el euro colapsara, sería de proporciones íépicas. La capacidad de las naciones europeas de meterse la mano en el bolsillo para entregarle recursos a Grecia, a sabiendas de que son altos los chances de que el país siga haciendo agua y que su incapacidad de pagos reaparezca, parece haber llegado a su fin. Y no se divisa un Plan B, a menos que sea otro agente quien venga a sacarle a Europa las castañas del fuego: China, por ejemplo.
El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores ha revelado cifras que indican que el país asiático estaría apostándoles, dentro de su canasta de inversiones en bonos soberanos europeos, a Portugal, España, Italia, Grecia y algunos países del Este. Allí estarían concentradas 40% de sus inversiones.
La posición china con relación a Europa no es de ayer. No es difícil recordar que Beijing había tendido una mano a Occidente cuando este intentaba erguirse despuíés de la estrepitosa caída en la crisis financiera del 2008. Pero de la vulnerabilidad que les generó la lesión de los mercados americanos los chinos aprendieron que es mejor no arriesgarse solo con un deudor y Europa estaba, evidentemente, de segunda en la lista.
En lo que va de este año los chinos ya han adquirido cerca de 45.000 millones de euros en papeles europeos. Las motivaciones chinas para invertir en el Viejo Continente, a pesar de la fragilidad que presenta su economía, tienen un fuerte acento político. Una presencia creciente como acreedor en Europa le vale a la "Nación del Centro" una solidaridad que es susceptible de expresarse favorablemente a China cuando esta lo requiera en temas sensibles como el del Libre Comercio en la OMC, o el de los Derechos Humanos, o aquellos que tienen que ver con su integridad territorial amenazada por el Tibet o por su presencia militar en el sudeste de Asia. Para la potencia asiática algo que se puede arreglar con dinero es el mejoramiento de su aceptación en órganos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y Naciones Unidas.
El catedrático británico Timothy Garton decía recientemente que "no es demasiado cínico darse cuenta de que Pekín está construyendo una especie de lobby chino dentro de las estructuras de toma de decisiones de la Unión Europea donde, al menos en teoría, el Estado más pequeño es igual que el más grande".
Wen Jiabao parece que andaba en algo de eso en los días pasados cuando estrechaba fuertemente la mano de la Sra. Merkel y hablaban de financiamiento a proyectos por miles de millones de euros en una economía que no es de las perifíéricas sino de las centrales.
China está lejos de convertirse en la tabla de salvación de la zona del euro y menos aun de la economía planetaria, pero una actitud e intención tranquilizadora de quien hoy detenta el segundo lugar de la economía mundial, no está de más.
Y para citar de nuevo a Garton Ash refiriíéndose a China: en la economía, esta ya es un gigante; en lo militar, empieza a serlo. ¿En lo político? Esa es otra historia.
A China la veremos, sin duda, intentando ser parte activa del salvamento europeo.