La crisis de la deuda, nuevo látigo de los países desarrollados
Despuíés de haber vivido a críédito durante díécadas sin problemas, dos de las mayores potencias económicas del planeta, Estados Unidos y Europa, están inmersas en una crisis de la deuda que les obliga a hacer una dolorosa revisión.
Tras año y medio de crisis, la Eurozona está al borde de la implosión, incapaz de hacer frente al endeudamiento creciente de sus países más frágiles.
Mientras, la primera potencia mundial podría quebrar si no encuentra en los próximos días un acuerdo político para aumentar el techo de endeudamiento, que actualmente se sitúa en 14 billones de dólares.
Como la Eurozona, Estados Unidos sufre la presión de las agencias de calificación. Standard & Poor's y Moody's amenazan con rebajarle su "triple A", garantía de fiabilidad en los mercados. Si llegara a ocurrir, crearía "un pequeño terremoto", indica Nicolas Forest, analista de Dexia AM.
Una página está a punto de pasar. Ante escenarios antes improbables, la solvencia de los países, incluso de los aparentemente más sólidos, ha dejado de "darse por hecho", advirtió esta semana el italiano Mario Draghi, designado nuevo presidente del Banco Central Europeo (BCE).
La batalla "debe ganarse en el terreno, con un crecimiento fuerte y sostenible, solo posible gracias a unas cuentas públicas en orden".
En el origen de estas crisis está el hecho de que tanto Estados Unidos como la Eurozona están habituados a vivir a críédito y han acumulado deudas que representan de media entre el 85% y el 90% de su PIB.
Afectados por la crisis financiera de 2008, tuvieron que endeudarse todavía más hasta umbrales difícilmente compatibles con su crecimiento, incluso si íéste es más dinámico en Estados Unidos que se beneficia del adelanto tecnológico, según los economistas.
Las eventuales formas de superar la crisis se topan, tanto en Estados Unidos como en la Eurozona, con divergencias políticas importantes, señala Carsten Brzeski, economista de ING.
La oposición entre demócratas y republicanos no ha permitido todavía fijar un nuevo "techo" de deuda en Washington, mientras que en Bruselas, las visiones radicalmente diferentes de Alemania por un lado, y del Banco Central Europeo y Francia por otro, paralizan cualquier definición sobre los medios para salvar a Grecia y poner un cortafuego para evitar el contagio de la crisis a la periferia europea.
Aunque nadie parece creer realmente en la quiebra de Estados Unidos, la Eurozona parece más frágil a ojos de los inversores.
En los mercados, esta diferencia de trato es manifiesta. Mientras que los bonos del Tesoro estadounidense siguen encontrando compradores, los títulos de los países de la Eurozona -con excepción de los alemanes- están bajo presión.
Si bien se esperan propuestas de soluciones a corto plazo en Estados Unidos y en Europa, la cuestión ahora es saber cómo van a evolucionar a largo plazo estas economías que registran un crecimiento moderado pero un endeudamiento colosal, se pregunta Nicolas Forest.
En este sentido, Washington apuesta por el estímulo de la actividad mientras que la zona euro se ha inclinado sobre todo por la austeridad.
Dos visiones distintas de un mismo problema que hace que Estados Unidos se debata sobre la subida del techo de la deuda, mientras en Europa los gobiernos han adoptado draconianos planes de austeridad. El último, el italiano, que acaba de adoptar un plan de ahorro de unos 48.000 millones de euros.
Mientras tanto, estas crisis benefician a la otra gran zona de la esfera económica: los países emergentes, con China a la cabeza.
Con un nivel de endeudamiento del 36% en 2010, lo que debe hacer morir de envidia a los occidentales, y un crecimiento de dos dígitos, Pekín aparece como el gran ganador. Y de hecho no lo oculta, pues es el primer acreedor de la deuda estadounidense y compra con voracidad deuda europea.