Por... Beatriz De Majo C.
La avidez china por productos básicos, materias primas e insumos para su propio mercado la ha llevado a mirar con más atención a algunos países en Amíérica Latina que a otros.
Ecuador es uno de los "privilegiados". Pero el gíénero de relación que se viene desarrollando entre los dos países es tan peligrosa, o hasta más, que la que han armado con Venezuela.
Los espejitos y las baratijas con que los españoles de la conquista embelesaban a los indígenas del Nuevo Continente, se quedan pálidos al lado de lo que exhiben los asiáticos para conquistar la amistad de estos países en los que una cierta coincidencia con el pensamiento de izquierda abona el terreno para componendas bilaterales.
En el caso ecuatoriano, China ha venido en salvamento de la economía ofertando prestar dinero al gobierno del país andino, cuando ya casi todas las posibilidades de conseguir dinero en otras partes se han ido agotando. Es que no está tan lejos en la memoria bancaria y de los inversionistas el episodio de cesación de pagos que el país protagonizó en 2008-2009.
Para esta hora, los príéstamos chinos a Ecuador sobrepasan los 6.700 millones de dólares y ello incluye 1,7 millardos destinados al financiamiento de la planta de hidroelectricidad de Coca-Codo que suministrará dos tercios de la energía del país.
La semana pasada intervino un nuevo acuerdo de endeudamiento por 2.000 millones con el Banco de Desarrollo de China pagadero en petróleo que ataría un suministro a China de otros 72.000 barriles diarios de crudo, adicionales a los más de 30.000 barriles diarios que ya tiene comprometidos PetroEcuador con el mismo acreedor, PetroChina, por un periodo de 6 años.
Los empríéstitos o adelantos de dinero concedidos hasta el presente por el BDCh a los ecuatorianos representan 11% de su PIB del año 2011 y ya esa cifra es pesada para un país como Ecuador.
Pero es que se comenta intensamente que Ecuador estaría ya en tratativas gubernamentales para contratar una línea de críédito por 10.000 millones de dólares con el gigante chino, lo que llevaría la participación de este endeudamiento, sumado a los ya existentes, a 24% del PIB de la nación latinoamericana.
No hay mucho que decir sobre la inconveniencia de generar una vulnerabilidad y una dependencia de esta naturaleza con un país que tiene más garras que el FMI a la hora de establecer condiciones. Mucho más para un país que desde el 2008 a esta parte ha visto crecer su deuda externa en 54%. Las características de estos convenios que, evidentemente, sacan las castañas del fuego a países con historiales de críéditos turbulentos como Ecuador, son, además, lesivos para los intereses futuros de un país que depende altamente de los ingresos petroleros para el sustento y desarrollo de su economía.
Un despacho de Reuter decía recientemente que Ecuador lo que tiene en juego no es la deuda soberana sino su propia soberanía. Y no le falta razón: Ecuador, al igual que unos cuantos países de ífrica con problemas de solvencia pero con abundancia de recursos, se está convirtiendo, cada día más, en una nación ampliamente subsidiaria de China.