Por... Beatriz De Majo C.
Es de un simplismo inusitado pretender que si Estados Unidos se presenta hoy como el gran perdedor de la crisis financiera global, ello convierte ipso facto a China en un gran triunfador.
Pero a nivel de liderazgos esta pudiera ser una buena hora para el actor asiático, en el medio latinoamericano, donde China podría escalar algunos peldaños, los mismos que Estados Unidos ha estado perdiendo en su rodada.
La realidad es que China es tan responsable como EE.UU. y Europa del descalabro en que los grandes han sumido a la economía mundial con diferentes niveles de protagonismo y de responsabilidad. Posiblemente los dislates americanos son más protuberantes o más explotables políticamente, porque se trata de un socio de larga data en el escenario hemisfíérico, y ello ha permitido la erosión de su imagen y de sus apegos.
El caso del otro gigante, el asiático, en lo atinente a su relevancia y gravitación en este lado del Pacífico es diferente porque la relación es fresca y, por ende, tiene una marca de positiva y de novedosa.
China no tiene en su haber las díécadas de vaivenes político-económicos que han marcado las relaciones norte-sur en nuestro hemisferio.
No cuenta con episodios políticos turbulentos, con casos de intervencionismo flagrante, con aníécdotas de explotación inmisericorde, con una presencia incisiva, explotadora e imperialista para algunos o complaciente, benefactora, filantrópica y cooperadora para otros.
Para suerte de China, ella ha venido a hacerse presente de manera determinante en esta parte del mundo justo en el instante en que los países de la región, cansados de la dependencia gringa, se están organizando para disponer en su interior de una organización continental que los aglutine a todos, pero en la que, justamente, los Estados Unidos sea el gran ausente.
La asociación transpacífica con China, entonces, y por imperio contrario, se ha vuelto el tema sexi del momento.
Desde la primera visita de Hu Jintao al continente en 2004, en la que comprometió centenares de miles de dólares de inversión china dinamizadora, no es tanto lo que se ha materializado hasta esta hora, pero los crecientes e interesados vínculos comerciales que ha sido capaz de labrar con algunos países de la región han despertado la atención y el apetito de los vecinos y hasta la simpatía regional.
Una suerte de nuevo socio salvador se ha comenzado a vislumbrar en el medio asiático para las exportaciones latinoamericanas y caribeñas sin que aun podamos medir el tenor de la relación que China está queriendo construir en el Continente. Es como si la búsqueda de una alternativa para enfrentar la vulnerabilidad de nuestra dependencia con EE.UU. se hubiera resuelto solo por la presencia de ese nuevo jugador de talla equivalente: en dos platos un arco iris que se persigue a ciegas.
Esa es la arista que la China milenaria querrá explotar en la hora en que la imagen de Estados Unidos en el continente se degrada en la misma proporción que la calificación de su deuda. La hegemonía de EE.UU. va a salir muy cuestionada de este episodio de crisis. Este es el momento para que China pesque en río revuelto, al menos en la tribuna latinoamericana. ¿Estamos a las puertas de un nuevo liderazgo en la región?