Un impuesto europeo de Sociedades elevaría la presión fiscal en España
El compromiso alcanzado ayer por el eje franco-alemán tras la reunión bilateral celebrada en París de aplicar un Impuesto sobre Sociedades común para ambos países a partir de 2013 traerá consecuencias económicas para el resto de los países de la Unión, y tambiíén para España. Ambos ejecutivos aspiran a una progresiva armonización fiscal de este impuesto entre sus empresas, que podría servir como ensayo para una posterior base imponible idíéntica para este impuesto en los países de la Unión, es decir, aclarar los beneficios por los que las compañías deben tributar.
Si se adopta esta armonización de la base imponible la mayor duda que se plantea es quíé ingresos dejarán de gozar de incentivos y exenciones fiscales, ya que de ello depende, en buena parte, la presión fiscal que deberán soportar las empresas.
Tipo impositivo medio
El otro parámetro que mide si las compañías pagan mucho o poco a Hacienda es el tipo impositivo que se aplica en el Impuesto de Sociedades. En España íéste se sitúa en torno al 30 por ciento, lo que le deja en el tramo medio de la UE y a un nivel similar al que aplica Francia y Alemania.
Otros países, como Malta, Reino Unido e Irlanda, sin embargo, presentan tipos mucho más bajos por lo que, en principio, podrían mostrar más oposición a aplicar un impuesto común dentro de la UE.
Pero aunque aún no se conocen los detalles de la propuesta franco-alemana, los expertos empiezan a señalar que la medida de armonizar Sociedades en Europa no estaría exenta de riesgos para los intereses españoles.
En primer lugar, la base imponible única, algo en lo que ya se trabaja en el seno de la UE -con la propuesta de directiva de la Comisión Europea del pasado marzo- podría dejar a las empresas españolas sin alguno de los incentivos de los que ahora cuenta. La cuestión es si una idea promovida por Francia y Alemania, con sus propios incentivos fiscales, será neutral, o por el contrario, provocará que aunque no se cambie ningún otro aspecto del impuesto, las compañías españolas vean modificada la presión fiscal.
Incentivos, fuera
Así, la batalla se centra en aclarar quíé incentivos desaparecerán en caso de adoptarse esta medida en toda la UE, y tambiíén en que, al eliminarlos, la libertad de tipos impositivos quede como único instrumento de política fiscal en manos de los gobiernos.
En el caso de que la base imponible se unifique, aun le quedará a los gobiernos la libertad de aplicar el tipo impositivo que considera más apropiado a sus intereses fiscales, pero los expertos desconfían de que, en la práctica, tal libertad exista.
El problema, asegura Ricardo Gómez-Acebo, socio del área de fiscal de Deloitte, "está en que los dos grandes de la Unión Europea dejen que otros países -como España- puedan mantener tipos más bajos que ellos, permitiendo que sean sus competidores".
A igual base imponible, el hecho de tener un tipo tributario más alto desincentiva la inversión exterior en el país, por lo que es improbable que las dos economías más fuertes de la Unión Europea impulsen la creación de un impuesto único que les deje en desventaja.
La propuesta de directiva de la Comisión, a falta de los detalles del plan Merkel-Sarkozy, no obliga a los países a adoptar esa homogeneización del impuesto, pero aquellos que lo acojan en su sistema, deberán, a buen seguro, seguir las directrices que marquen desde Berlín y París.
Por tanto, en opinión de los expertos, la implantación de un Impuesto de Sociedades único en la Unión Europea podría deparar consecuencias desagradables para España.
En primer lugar, una mayor presión fiscal para las empresas, no tanto porque se modifique el tipo impositivo, sino porque desaparecerían incentivos y exenciones que abaratan actualmente la factura fiscal.
En segundo lugar, y tal vez el efecto de mayor calado, el mantenimiento del tipo impositivo del 30 por ciento haría menos atractiva la inversión exterior en España, ya que habría otros países competidores que tendrían tipos más bajos.