Por... Michael Tanner
Durante su breve aparición en los medios en respuesta a la rebaja en la calificación de deuda de EE.UU. por parte de Standard & Poor's y la posterior caída en los mercados, el presidente Barack Obama una vez más renovó su llamado a un “enfoque equilibrado†para reducir la deuda, el cual combina recortes modestos en programas sociales con aumentos de impuestos. Esta fue la misma fórmula repetida un sinnúmero de veces por el presidente, los demócratas en el Congreso y gran parte de la prensa durante las recientes negociaciones para aumentar el techo de la deuda en EE.UU.
Pero más allá de la pura ideología, no hay ninguna razón para creer que combinar un aumento de impuestos con recortes de gasto resolvería los problemas de la deuda.
El presidente Obama reviste su llamado a aumentar los impuestos como una cuestión de justicia. ¿Cómo —se pregunta— podemos recortar programas que ayudan a la gente sin tambiíén pedirles a los ricos que “sacrifiquen†algo? La pregunta ignora el hecho de que en EE.UU. los ricos ya pagan una porción desproporcionada de los impuestos.
El 1% más rico de los estadounidenses gana el 20% de todo el ingreso nacional pero paga el 38% del impuesto sobre la renta. El 5% más rico gana un poco más de un tercio del ingreso estadounidense mientras que paga alrededor del 59% del impuesto sobre la renta. Al mismo tiempo, cerca de la mitad de los estadounidenses no paga impuesto sobre la renta al gobierno federal. Uno podría sugerir, por lo tanto, que los ricos ya pagan una porción justa, y hasta más, en impuestos.
Otros, menos proclives a asumir posturas morales, proponen incluir aumentos de impuestos junto con las reducciones en el gasto argumentando que es “imposible equilibrar el presupuesto simplemente reduciendo el gastoâ€. Pero la evidencia sugiere de manera consistente que solamente recortar el gasto podría ser la única manera de equilibrar el presupuesto. De hecho, al incluir aumentos de impuestos, desaceleramos el crecimiento económico, dificultando que el presupuesto llegue a un equilibrio.
Simplemente veamos a los países europeos que han adoptado esta estrategia “equilibrada†para la reducción de sus deudas. Reino Unido, Grecia, Portugal y España han incluido importantes aumentos de impuestos como parte de sus paquetes de austeridad. El resultado en todos esos países ha sido un crecimiento económico aníémico y poco avance en la reducción de la deuda. El Reino Unido por ejemplo, impuso una nueva tasa marginal del impuesto sobre la renta del 50%, aumentó la tasa del impuesto sobre las ganancias de capital del 18% al 28% y aumentó el impuesto al valor agregado del 17,5% al 20%. El resultado: durante el primer trimestre del 2011 la economía británica creció solamente un 0,5%, apenas lo suficiente para compensar la caída del 0,5% durante el último trimestre del 2010.
Paul Krugman, entre otros, ha argumentado que fueron los recortes de gasto, y no los aumentos de impuestos, lo que desaceleraron el crecimiento económico. Otros, de manera más convincente, han sugerido que los continuos shocks que están golpeando al sistema económico mundial han reducido el crecimiento económico en general y dificultado descifrar la efectividad de cualquier política o grupo de políticas.
Pero la suma de evidencia fuera de la actual crisis económica tiende a confirmar la hipótesis de que más impuestos desaceleran el crecimiento económico, dificultando la reducción de la deuda. Por ejemplo, un estudio realizado por los economistas de Harvard Alberto Alesina y Silvia Ardagna analizó más de 100 procesos de consolidación fiscal en 21 países entre 1970 y 2007. Los investigadores llegaron a la conclusión de que una combinación de recortes de gasto y reducción en los impuestos era en realidad la fórmula más exitosa para disminuir la deuda que una combinación de recortes de gasto y aumentos de impuestos.
La historia nos muestra que países tan distintos como Canadá, Irlanda, Nueva Zelanda y Eslovenia han reducido de manera exitosa el tamaño de sus estados en relación a sus economías y disminuido de manera sustancial el peso de su deuda. Lo hicieron controlando el gasto, no aumentando los impuestos.
Veamos lo que ocurrió en EE.UU. al final de la Segunda Guerra Mundial. El gobierno estadounidense redujo el gasto en alrededor de dos tercios, de $84.000 millones en 1945 a solamente $39.000 millones en 1946. Mientras que en 1945 el país tenía un díéficit presupuestario de 21% del PIB, para 1947 ya tenía un superávit. En ese momento muchos economistas predijeron que recortes de esa magnitud destruirían la economía estadounidense y causarían niveles de desempleo similares a los de la Gran Depresión. En realidad, el empleo civil aumentó y empezó una era de expansión económica que duraría toda la díécada de los cincuenta.
Todo esto implica que deberíamos encontrar una forma de reducir el gasto. Y eso nos trae de vuelta a la rueda de prensa del presidente Obama. Al final de su discurso, el presidente una vez más expuso sus planes para el futuro e hizo un llamado a más gasto: más gasto en educación, más gasto en seguro para el desempleo, más gasto en un banco para la infraestructura, más, más, y más.
Tal vez eso, y no un mítico “equilibrioâ€, es lo que verdaderamente está detrás de su insistencia en más impuestos.