INICIO FOROS ÍNDICES DIVISAS MATERIAS PRIMAS CALENDARIO ECONÓMICO

Autor Tema: INTERESANTE: La crisis estructural del poder norteamericano...  (Leído 233 veces)

OCIN

  • Moderador
  • Excelente participación
  • ***
  • Mensajes: 97.745
  • Karma: +8/-12
  • Sexo: Masculino
Por...  Marcelo Gullo
 

A partir del fin de la Guerra de Secesión (1865) existió, en los Estados Unidos, una perfecta armoní­a entre los intereses del estado norteamericano y los de la alta burguesí­a norteamericana. Una alianza que, luego de la Guerra de Secesión, puso en marcha un gran proceso de industrialización impulsado por el Estado y protegido de la competencia externa por fuertes restricciones tarifarias, pararancelarias y subsidios, tanto encubiertos como desembozados . Este proceso de industrialización generó una enorme inmigración europea hacia los Estados Unidos, retroalimentando un mercado interno en creación y crecimiento permanentes y generando un verdadero “cí­rculo virtuoso de crecimiento” cosa que, a su vez, consolidó, aún más,  la originaria unión de intereses entre la alta burguesí­a y el propio estado norteamericano. Aquello que era bueno para la alta burguesí­a norteamericana era, tambiíén, bueno, para el propio estado norteamericano
 
El análisis histórico objetivo no deja duda alguna de que, despuíés de la finalización de la Guerra Civil, los Estados Unidos adoptaron decididamente como polí­tica de Estado el proteccionismo económico y que, gracias a este sistema, protagonizaron uno de los procesos de industrialización, por su rapidez y profundidad, más asombrosos de la historia. En 1875, los aranceles para productos manufacturados oscilaban entre el 35% y el 45%. Reciíén en 1913, hubo una disminución de los aranceles, pero la medida fue revertida, apenas un año más tarde, cuando estalló la Primera Guerra Mundial. En 1922, el porcentaje pagado sobre los bienes manufacturados de importación, subió un 30%. En 1925, la tasa arancelaria promedio sobre los productos manufacturados era de un 37% y, en 1931, de un 48%.
 
Estados Unidos fue, hasta despuíés de la Segunda Guerra Mundial, el bastión más poderoso de las polí­ticas proteccionistas y su hogar intelectual. Convertido luego de la Segunda Guerra Mundial en la más grande potencia industrial del mundo, en  la economí­a industrial de más alta productividad y,  estando, tanto el aparato industrial europeo como el  japoníés, seriamente destruidos, Estados Unidos,  -tal como lo habí­a predicho el presidente Ulises Grant-, despuíés de haber usufructuado del proteccionismo económico, despuíés de haber obtenido del ríégimen protector todo lo que este pudo darle adoptó el libre cambio y se convirtió en el bastión intelectual del libre comercio. [1]
 
Con la adopción del libre comercio durante 30 años, Estados Unidos obtuvo enormes beneficios.  Aunque es preciso aclarar que, como lo habí­a hecho Gran Bretaña en su momento, los Estados Unidos actuaron, tambiíén, con una deliberada duplicidad pues, mientras predicaban el libre comercio seguí­an manteniendo, para muchos productos, una enorme protección para-arancelaria  que hacia del mercado norteamericano una fortaleza inaccesible. Despuíés de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se esmeró, a travíés de sus más prestigiosas universidades,  en sostener para los otros paí­ses, los principios del libre cambio y de la libre actuación del mercado y sus grandes economistas condenaron como contraproducente, cualquier intervención del Estado en la economí­a. Imprimiendo a esa ideologí­a  de preservación de su hegemoní­a las apariencias de un principio cientí­fico universal de economí­a - tal como en su momento lo habí­a hecho Gran Bretaña -, lograron, con íéxito, persuadir de su procedencia a muchos otros Estados que, así­, se constituyeron, pasivamente, en mercado para los productos industriales norteamericanos y permanecieron como simple productores de materias primas.
 
En la díécada de 1970, la completa recuperación industrial de Alemania y Japón, tolerada por Washington, durante la Guerra Frí­a, por una necesidad geopolí­tica imperiosa,  hizo que los Estados Unidos no pudiesen obtener del sistema de libre comercio todos los beneficios que habí­an planificado pero, no representó un grave peligro para la economí­a norteamericana que seguí­a siendo altamente competitiva en numerosos rubros.   
 
El sistema económico mundial, construido por los Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial para su entero beneficio, sólo va entrar en crisis cuando, en la díécada de ´70, se produzca el gran aumento de los precios del petróleo. Se produjo, entonces, el fenómeno iníédito de la estanflación (inflación con recesión), la aparición de los llamados petrodólares y la preeminencia, a partir de entonces y, hasta nuestros dí­as, del capital financiero y especulativo sobre el capital industrial.
 
Cuando el cazador cae en su propia trampa
 
 Con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca, que sella la alianza de la elite polí­tico-militar norteamericana no ya, con la vieja burguesí­a industrial norteamericana, sino con la burguesí­a financiera internacional, los Estados Unidos adoptan como doctrina de Estado, el neoliberalismo. Para salir de la crisis económica la elite polí­tica, intelectual y  militar norteamericana cree que los Estados Unidos deben fomentar una nueva división del trabajo a nivel internacional donde los Estados Unidos se reservarí­an para sí­ mismos, la producción de la alta tecnologí­a - que exigí­a gastos en investigación gigantescos que sólo el gran Estado norteamericano podí­a subsidiar-  y el control de cuatro grandes monopolios a saber:
 
1.) Los monopolios que operan en el campo del control de los flujos financieros de envergadura mundial.
 
 2.) Los monopolios que operan en el acceso a los recursos naturales del planeta, en este caso en alianza con el poder británico.
 
3.) Los monopolios que operan en el campo de las comunicaciones y de los medios de comunicación.
 
4.) Los monopolios que operan en el campo de las armas de destrucción masiva. [2]
 
Con el control de estos monopolios, la elite norteamericana pensaba que los Estados Unidos podrí­an anular los logros de la industrialización de la periferia, devaluando el trabajo productivo incorporado a esas producciones al mismo tiempo que sobrevaluaban el pretendido valor añadido incorporado a las actividades llevadas a cabo por los nuevos monopolios. Se producirí­a entonces, una nueva jerarquí­a en el reparto del ingreso a escala mundial, más desigual que nunca, subyugando a las industrias de la periferia y reduciíéndolas al estatus de actividades menores.[3]
 
Fue, entonces, en el esquema de esa nueva división internacional del trabajo concebida por la elite polí­tico-intelectual estadounidense que, a inicios de esa díécada de los `80, comienza  producirse, en los Estados Unidos de Norteamíérica, un lento proceso de desindustrialización cuando, la alta burguesí­a norteamericana, en busca de una mayor plusvalí­a, comienza a trasladar la producción industrial de los Estados Unidos hacia los paí­ses del Asia. Cierto es que, este proceso de traslado de empresas norteamericana fuera de sus fronteras, ya se  habí­a producido, con anterioridad, hacia Amíérica Latina, por ejemplo.  Así­,  durante las díécadas de 1960 y de 1970, numerosas empresas norteamericanas habí­an instalado factorí­as para la producción de bienes industriales, principalmente en Brasil, Argentina y Míéxico. Pero, las empresas norteamericanas se trasladaban para fabricar productos destinados a la venta en esos mismos mercados. El giro que se produce a partir de los ’80 es absolutamente diferente porque a partir de la díécada de los ´80, las empresas norteamericanas comienzan, principalmente en Asia, a producir para los Estados Unidos. Es decir que las empresas norteamericanas, instaladas en el Asia, comienzan a fabricar, con trabajo extranjero barato, productos que, luego, se venderí­an en el propio mercado norteamericano. 
 
Hasta la díécada de 1980 lo que era bueno para la alta burguesí­a industrial norteamericana era bueno para los Estado Unidos pero, con posterioridad a esos años y hasta nuestros dí­as, lo que es bueno para el capital industrial norteamericano - que instalado fuera de los Estos Unidos está obteniendo enormes ganancias gracias al bajo costo de la mano de obra -, no es bueno para el pueblo de los Estados Unidos que ha comenzado a sufrir los efectos del desempleo endíémico y no es bueno para los Estados Unidos que sufre un díéficit comercial crónico.
A nuestro entender, la crisis que atraviesan hoy, los Estados Unidos -más allá de cualquier recuperación posible de la economí­a norteamericana- es, más que una crisis económica, es una crisis estructural del poder norteamericano.
 
 Desde nuestra óptica, estamos ante una crisis estructural del poder norteamericano porque, por primera vez desde 1865, hay una contradicción entre los intereses de la alta burguesí­a norteamericana y los intereses nacionales del estado norteamericano. Esto, no habí­a pasado nunca, hasta ahora.
 
Un error en la concepción estratíégica
 
Paradojalmente la elite polí­tica y militar norteamericana, influenciada fundamentalmente por el pensamiento estratíégico de Alvin Toffler[4],  fomentó y apoyó a la alta burguesí­a, cuando íésta, en busca de una mayor plusvalí­a, comenzó a trasladar la producción industrial de los Estados Unidos hacia los paí­ses del Asia. La idea sustancial del pensamiento estratíégico de Toffler - aceptado en gran medida por la elite polí­tica y militar norteamericana -  se basaba en que el poder pasaba, ahora, por la tecnologí­a de punta.[5]
 
Esta idea, que en principio es  cierta, posee, sin embargo, un error. Desde el punto de vista de la construcción del poder nacional,  la constitución de un complejo aparato tecnológico no debí­a realizarse en desmedro del aparato industrial. Adoptar uno, no debí­a significar, desechar el otro. Sin embargo, partiendo de que el poder consistí­a, exclusivamente, en la posesión de la tecnologí­a de punta, Estados Unidos, comenzó a especializarse, a travíés de un gran Impulso Estatal - proveniente del complejo militar-espacial-,  exclusivamente en ella, desechando su aplicación a la industria básica común, perdiendo por ello, progresivamente, el liderazgo industrial.[6]
 
Conviene recordar al pasar que, el Estado norteamericano, subsidió ese desarrollo tecnológico dado que las compañí­as privadas no lo hubiesen podido hacer, nunca, por sí­ mismas (las computadoras y la Internet, por mencionar sólo algunos ejemplos, fueron desarrollos realizados, en principio, para el complejo aeroespacial-militar norteamericano). Se trataba de un subsidio “encubierto” que, a travíés del sistema militar-espacial, recibieron las compañí­as tecnológicas privadas norteamericanas.[7]
 
Si bien es cierto que el poder, pasa por la dominación de la alta tecnologí­a, lo que no se contemplaba en ese análisis, realizado por la inteligencia norteamericana, es que se estaba convirtiendo a los Estados Unidos en una sociedad exclusivamente dedicada a los servicios y que, esos servicios, naturalmente volátiles, desplazaban a la más estable e inelástica producción industrial, la cual a su vez, es la principal fuente de empleo permanente y mucho más amplia en cuanto a su capacidad de absorber personal de la más amplia gama de capacitaciones . Entonces, a medida que los Estados Unidos transferí­an su proceso de industrialización al Asia, se desindustrializaban y perdí­an uno de los escalones de su poder nacional. Desde ese momento, y a partir de la supremací­a de su moneda, empezaron a “vivir de prestado.”
 
Desde la llegada de Ronald Reagan, con una balanza comercial cada vez más desfavorable, la economí­a de Estados Unidos, comienza a vivir de una incesante emisión monetaria, con la cual, los Estados Unidos, importan todos los productos industriales que consumen. Dólares que terminan dinamizando la economí­a de las potencias rivales, mientras que, en los Estados Unidos, cada vez más trabajadores pierden sus puestos de trabajo. El desempleo, no toma dimensiones dramáticas de inmediato, porque un porcentaje de los desempleados industriales son absorbidos por el sector de servicios pero, con el paso del tiempo, los servicios, volátiles y de demanda sumamente elástica, por esencia, tambiíén van desapareciendo, haciendo que el desempleo, se vuelva crónico.
 
Ese, es el origen profundo de la crisis del poder norteamericano. Los problemas financieros que hoy vemos son, así­, una consecuencia y no la causa. El verdadero origen estructural de la crisis, está en el traslado de la producción industrial de los Estados Unidos al Asia, porque la plusvalí­a que obtení­a la alta burguesí­a norteamericana, era enorme, en comparación a la que podí­a obtener, en los Estados Unidos. Resulta evidente, entonces, que desde el punto de vista polí­tico y económico, Estados Unidos ya no es lo que era al finalizar la Segunda Guerra Mundial, ni lo que imaginó que podí­a ser, luego de la desaparición de la Unión Soviíética.
 
¿Es posible un estado post industrial realmente poderoso?
 
Desde finales de la díécada del ’50, los Estados Unidos, gracias a la reacción desencadenada por un nuevo Impulso Estatal, lograron comenzar a construir un sector alta tecnologí­a. De esa forma, comenzaron a elevar, nuevamente, el  umbral de resistencia que las otras unidades polí­ticas del sistema necesitaban alcanzar, para mantener su capacidad autonómica.
 
Sin embargo, es preciso aclarar que la sobreestimación de la Alta Tecnologí­a como factor de poder,  llevó a la elite polí­tica y militar de los Estados Unidos a cometer el error de subestimar la importancia del sector industrial como factor de poder. Si se sobreestima la importancia de la Alta Tecnologí­a como factor de poder y se descuida el aparato industrial, se debilita la pirámide del poder. Una economí­a basada exclusivamente en la Alta tecnologí­a, excluye a una masa laboral enorme que tiende, necesariamente, a pauperizarse.
 
En efecto, la errónea concepción de que serí­a posible un Estado exclusivamente post-industrial capaz de prescindir de su anterior factor dinámico - la industria - es, posiblemente, el principal factor del notorio debilitamiento de economí­a norteamericana y, consecuentemente, del poder nacional de los Estados Unidos de Norteamíérica. La creencia de que sólo produciendo tecnologí­a y derivando sectores crecientes de la población al área de servicios para transferir el factor industrial a otros paí­ses más atrasados que se fueron convirtiendo, paulatinamente, en proveedores de todo tipo de bienes elaborados, generó una estructura laboral y productiva, notoriamente díébil.
 
La Alta tecnologí­a, por definición, es excluyente de mano de obra, y la poca que requiere, necesita de un grado de capacitación extremadamente elevado, poco factible de ser alcanzado por un alto número de habitantes.
 
Así­, las grandes masas laborales van perdiendo sus empleos y pasando a sectores de servicios - notoriamente dependientes de los vaivenes económicos - y bajando, en consecuencia, la  calidad de su empleo y su capacidad de consumo y repago. Una economí­a que no genera ingresos genuinos en cantidades suficientes - como sólo la industria y el mercado interno gigantesco que los Estados Unidos supieron crear en su momento -  termina siendo incapaz de sostener el cí­rculo virtuoso de crecimiento.   
 
Hoy, los Estados Unidos, gracias a la reacción desencadenada por un nuevo Impulso Estatal, se están convirtiendo en el primer Estado “post-industrial” de la Historia pero, a la vez, la sobrestimación de este factor, paradójicamente, está mellando, gravemente, la base original del poder nacional norteamericano.
 
Es que la derivación de la industria a terceros paí­ses está haciendo que los Estados Unidos se vean sometidos a vaivenes muy indeseables en su economí­a. Una economí­a cada vez más especulativa, y con peor calidad de ingresos que tiende a mantenerse sólo mediante un díéficit creciente.
 
En definitiva, si los Estados Unidos no recomponen a tiempo su sector industrial, habrán sacado, por un error en la percepción del valor la Alta Tecnologí­a, uno de los pisos fundamentales a su pirámide de poder.
 
En sí­ntesis, la interpretación de Toffler, podrí­a verse superada por la realidad de la incapacidad del nuevo factor para proveer de ingresos y energí­as suficientes, a la economí­a norteamericana. La crisis de las Punto.Com en los primeros años del siglo y la de las hipotecas de mala calidad en 2007/2008, estarí­an dando pautas de la faltante de un piso industrial, que asegure el superior.
 
Como hoy ya no es posible concebir un estado autónomo sin la incidencia determinante del manejo tecnológico propio, va quedando demostrado que tampoco es posible sustentar un estado poderoso, prescindiendo de la estructura industrial que no sólo lo posibilitó, sino que, a travíés de una producción y empleo genuinos le hacen posible sostenerse en lo más alto del escalón tecnológico superior. Algo así­, como es de imposible llegar al peldaño más alto de una escalera, si se le sacan los inferiores en que el más alto se apoya.
 
Nuestra  tesis fundamental, creemos corroborada por la realidad actual de los Estados Unidos, serí­a, que el poder nacional se construye mediante la acumulación de factores y no mediante el reemplazo de unos por otros como pretende Toffler. Para la construcción del poder nacional, la edificación de Alta Tecnologí­a es condición necesaria pero no suficiente.
 
El abandono del neoliberalismo en la cuna del neoliberalismo
 
La crisis estructural del poder norteamericano  llevó al abandono, en los hechos, de la doctrina económica, el neoliberalismo - que, por otro lado, era una especie de “ideologí­a oficial” del estado norteamericano -, que postulaba, como principio cientí­fico, que el estado no debí­a, jamás, intervenir en el mercado. Sin embargo, a pesar de que Estados Unidos sigue siendo el portaestandarte del neoliberalismo fue, debido a la crisis, que, por ejemplo, “naves insignia” del poder norteamericano, como la  General Motors, se convirtieron, prácticamente en empresas de propiedad del estado norteamericano. Contrariando la doctrina neoliberal y el supuesto principio cientí­fico de que el Estado no debe intervenir en el mercado, la administración Obama procedió a rescatar de la quiebra a General Motors de la cual, el estado norteamericano pasó a poseer, nada menos, que el 70% del paquete accionario.  Así­ tambiíén, otro gran  í­cono de los Estados Unidos., el Citibank fue tambiíén, salvado de la quiebra. Y son sólo ejemplos resonantes.
 
Estos simples ejemplos, nos demuestran, por una parte, que estamos ante la crisis más profunda de la ideologí­a neoliberal porque, además, esta crisis se produce en la propia cuna del neoliberalismo y, por otra parte, que nos encaminamos hacia un momento en el cual los estados perifíéricos tendrán la posibilidad  de rechazar de forma absoluta, y ante su palmario fracaso, el paradigma neoliberal
 
¿Por quíé? Por la sencilla razón de que los defensores de este modelo neoliberal, no  encontrarán forma de defenderlo para aplicarlo en la Periferia dado que el mismo, ha fracasado en el propio Centro. Hoy, es el estado norteamericano, el que desembolsa millonarias sumas de dinero para rescatar a la General Motors, al sistema bancario y a tantas otras empresas. Todo lo contrario a lo que ellos mismos predicaron durante 30 años. Es el Estado el que interviene decisivamente en la economí­a para salvar una industria norteamericana, para salvar un banco norteamericano, y el que va a intervenir, de ser necesario, para salvar a una universidad norteamericana.
 
La caducidad del orden monetario internacional
 
Desde que estalló “oficialmente” la crisis económica internacional - con el famoso colapso del mega banco de inversiones “Bear Stern” en septiembre de 2008 -, se han sucedido una serie de reuniones del denominado “G-20”. En todas ellas, Estados Unidos tuvo como objetivo el de dejar fuera de la discusión, el gran problema de fondo: la caducidad del orden monetario internacional instaurado al terminar la Segunda Guerra Mundial, es decir el orden monetario basado en el reinado indiscutible del dólar como moneda mundial de reserva y cambio.[8] Terminada la Segunda Guerra Mundial, la hegemoní­a del dólar, fue la expresión natural del victorioso poder norteamericano. Tal hegemoní­a monetaria fue una consecuencia lógica del poder estructural de los Estados Unidos. Aniquilado Japón, derrotada Alemania y completamente exhausta Gran Bretaña - debido a la calculadamente tardí­a entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial - la hegemoní­a del dólar constituyó, simplemente, la expresión superestructural del poder estructural de los Estados Unidos. En 1945, era el poder polí­tico, económico y militar norteamericano el que sostení­a y sustentaba,  la hegemoní­a del dólar como monedada de reserva y de cambio. A partir del 2009, se hace patente que ahora, es la hegemoní­a del dólar la que sustenta y sostiene el poder polí­tico, económico y militar norteamericano. Hoy, la hegemoní­a norteamericana se sostiene gracias al  dólar, que detenta aún, el privilegio de persistir como principal moneda mundial de intercambios.
 
La realidad actual, indica que es el dólar el que hoy, sostiene al poder norteamericano y no - aquello que serí­a lógico -, que el poder norteamericano sustentase a su moneda. Este, es un hecho nuevo que, a la luz de los acontecimientos, resulta un cambio sustancial, irreversible por razones estructurales, pues no asistimos - como ya afirmamos - a una mera crisis coyuntural del poder norteamericano sino, a una crisis estructural del mismo.
 
Importa, por último, destacar que la preeminencia del capital financiero dentro de la estructura del poder estadounidense, ha hecho, hasta ahora, que la dirigencia polí­tica, en lugar de tratar de reconstruir las bases estructurales de la economí­a norteamericana, sólo haya atinado a crear, mediante una emisión monetaria gigantesca,  un “Muro de Dinero”, a fin de tratar de contener el derrumbe de la economí­a norteamericana y, como lógica consecuencia, del propio poder norteamericano. [9]
 
La caducidad del actual orden polí­tico internacional
 
Importa resaltar que la crisis estructural del poder norteamericano se produce simultáneamente al extraordinario desarrollo industrial tecnológico del denominado grup  BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y que este hecho podrí­a llevar, hacia el año 2025, en el caso de que esos paí­ses continúen con sus actuales tasas de crecimiento - hecho que los convertirí­a en estados continentes plenamente industrializados - a la incorporación plena de los miembros del BRIC,  al seno de la estructura hegemónica del poder mundial -que hasta ahora habí­a estado integrada exclusivamente por Estados Unidos, los Estados más industrializados de Europa y Japón-  y a la formación  de un nuevo Sistema Internacional multicíéntrico -hoy en ciernes-, es decir, a la conformación de múltiples centros de poder mundial y a la configuración, por lógica consecuencia, de nuevas periferias alrededor de esos nuevos centros de poder.
 
Resulta entonces altamente probable que la crisis estructural del poder norteamericano conduzca a la formación de un Sistema Internacional multipolar. Esos nuevos polos de poder se constituirán, lógicamente,  en el nuevo directorio - formal o informal - del mundo. Ese directorio, formal o informal, del mundo estará conformado  por los Estados Unidos que fue el primer estado en constituirse como un Estado continente industrial y que, a pesar de la crisis, conservaran factores de poder decisivos. Rusia, un estado continente en proceso de recuperación, a partir de Putin. China, un estado continente en un proceso de industrialización acelerado. La India, que prácticamente con la misma cantidad de habitantes que China es, tambiíén, un estado continente en proceso de industrialización. Por fin, un candidato a integrar ese directorio serí­a el núcleo duro de la Unión Europea, es decir Alemania y menor medida Francia, (estados que han construido la unión monetaria europea a su entero beneficio, razón por la cual España, Italia, Grecia, Portugal y los otros estados que integran la unión han quedado completamente subordinados a los dictados de Berlí­n y Parí­s) si logran coordinar una polí­tica exterior y de defensa común. Por cierto, Brasil aspira a ocupar un lugar en esa mesa. Es preciso remarcar que Brasil -que se piensa a sí­ mismo, desde el comienzo de su vida independiente, como una potencia mundial-[10] es, hoy, el único paí­s de la Amíérica del Sur que tiene vocación de actor global, que quiere tener un destino de potencia mundial y que está construyendo, paso a paso, el poder necesario para respaldar su aspiración.  Recordemos, al pasar, que Argentina enterró esa vocación de potencia que hoy tiene el Brasil, con la muerte del presidente Juan Domingo Perón, el 1º de julio de 1974.
 
Los Estados que se sienten en esa mesa, integraran la nueva estructura hegemónica del poder mundial hoy en ciernes. [11]
 
Una lectura objetiva de la historia de la Polí­tica Internacional permite afirmar con claridad que siempre han sido y, seguirán siendo, las condiciones reales de poder, las que han determinado la ubicación y el rol de los Estados en el Sistema Internacional - incluidas en esas condiciones, la cultura de una sociedad y su psicologí­a colectiva. Por lo tanto, una evaluación realista de los elementos que componen el poder nacional de los distintos estados presentes en el escenario internacional, hace prever que el  Sistema Internacional, a mediados de la próxima díécada,  estará caracterizado  por la existencia de seis centros de poder y que estará  marcado por una fuerte asimetrí­a, en la que provendrán de los respectivos centros, las directrices regulatorias de las Relaciones Internacionales y hacia los nuevos centros se encaminaran, los beneficios, mientras las respectivas periferias serán proveedoras de servicios y bienes de menor valor, quedando, de este modo, sometidas a las normas regulatorias de los nuevos centros.
 
Marcelo Gullo es Doctor en Ciencia Polí­tica por la Universidad del Salvador, Licenciado en Ciencia Polí­tica por la Universidad Nacional de Rosario, graduado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática de Madrid, obtuvo el Diploma de Estudios Superiores (Maestrí­a) en Relaciones Internacionales, especialización en Historia y Polí­tica Internacional, por el Institut Universitaire de Hautes Etudes Internationales, de Ginebra. Discí­pulo del politólogo brasileño Helio Jaguaribe y del sociólogo y teólogo uruguayo Alberto Methol Ferríé, ha publicado numerosos artí­culos y libros, entre ellos Argentina Brasil: La gran oportunidad (prólogo de Helio Jaguaribe y epí­logo de Alberto Methol Ferríé) y La insubordinación fundante: Breve historia de la construcción del poder de las naciones (prólogo de Helio Jaguaribe)., asesor en materia de Relaciones Internacionales de la Federación Latinoamericana de Trabajadores de la Educación y la Cultura (FLATEC) y profesor de la UNLa
 

--------------------------------------------------------------------------------

[1]. Aunque todaví­a en 1960, Estados Unidos mantení­a un arancel promedio del 13%.
 
[2]. El esquema de la nueva división internacional del trabajo pensada por la elite norteamericana y la conceptualización de los cuatro grandes monopolios, la hemos tomado del gran economista egipcio Samir Amin.
 
[3]. Al respecto ver, AMIN, Samir, El hegemonismo de Estados Unidos y el desvanecimiento del proyecto europeo, Madrid, Ed. El viejo Topo, 2001, págs. 40 y 41.
 
[4]. Alvin Toffler comenzó a influenciar de manera notable a la elite polí­tica y militar norteamericana en el año 1970 con la publicación de su primer libro titulado “El shock del futuro” donde sostení­a la tesis de que la aceleración de la Historia acarreaba sus propias consecuencias, con independencia de las orientaciones reales del cambio, y que la simple aceleración de los acontecimientos y de los tiempos de reacción  produce sus propios efectos, tanto si los cambios se perciben como buenos o como malos. Luego, en su obra “La tercera Ola”, publicada en 1979, Toffler divide la historia de la civilización en sólo tres partes: una fase agrí­cola de “primera ola”, una fase industrial de “segunda ola” y una fase de tecnológica anti-industrial de “tercera ola”, que reciíén estaba comenzando. Para Toffler, la aparición de la “tercera ola” se convierte en la clave para interpretar los dramáticos cambios que se producen en su entorno. La premisa revolucionaria que le permite interpretar y discernir el sentido de los acontecimientos. Los cambios que íél observa en la familia, en la sociedad, en el estado, desde el quiebre de la familia tradicional, la difusión de cultos, el incremento del horario flexible,  la aparición de los movimientos separatistas, la crisis del estado nación, no son, para Toffler, cambios aislados entre sí­, frutos del azar, sino partes de un fenómeno mucho más amplio, “La muerte del industrialismo y el nacimiento de una nueva civilización”. (TOFFLER, Alvin, La tercera ola, Barcelona, Plaza&Janes, 1981.)
 
Años más tarde, Alvin Toffler, en su libro “El cambio de poder”, con el que cierra una trilogí­a dedicada a explorar el impacto del “futuro”, en la sociedad contemporánea, concibe al poder como un taburete de tres patas, conformado por la riqueza, la violencia y el conocimiento. Imagen que lo lleva a elaborar el concepto del “poder del equilibrio”. TOFFLER, Alvin, El cambio de poder, Barcelona, Sudamericana, 1999, p. 491.
 
[5]. Toffler sostiene que: “La era industrial bisecó el mundo en una civilización dominante y dominadora de la segunda ola e infinidad de colonias hoscas, pero subordinadas de la primera ola (Toffler entiende por sociedades de la primera ola a las sociedades agrí­colas no industrializadas)... en ese mundo, dividido entre civilizaciones de la primera y de la segunda ola resultaba perfectamente claro quiíén ostentaba el poder.”
 
En la actualidad, afirma Toffler,“…la humanidad se dirige cada vez más deprisa hacia una estructura de poder totalmente distinta que creará un mundo totalmente dividido no en dos, sino en tres civilizaciones tajantemente separadas, en contraste y competencia: la primera, simbolizada por la azada, la segunda por la cadena de montaje y la tercera por el ordenador” TOFFLER, Alvin, Las guerras del futuro, Barcelona, Ed. Plaza&Janes, 1994, p.41.
 
[6]. La ciudad de Pittsburg es un ejemplo paradigmático del proceso de desindustrialización que vivió Estados Unidos. Pittsburg era conocida como el “Ruhr estadounidense”. Es decir: “…el corazón de la región del acero y el carbón. Su industria entró en colapso en la díécada del 80 y se perdieron la mitad de los empleos industriales, que hoy representan el 8% de la fuerza laboral. Treinta años despuíés Pittsburg se ha convertido  en uno de los centros de la industria de alta tecnologí­a y de la salud norteamericanas, con 35 universidades y 100 centros de investigación. La industria sobreviviente se concentra en la robótica, la electrónica y la nanotecnologí­a”. CASTRO, Jorge, “El G-20, en busca de retomar el control de las finanzasmundiales. Clarí­n, Buenos Aires, 9 de septiembre de 2009, p. 15.
 
[7]. Las investigaciones de la carrera espacial colocaron a las empresas estadounidenses en la vanguardia tecnológica, otorgándoles una ventaja competitiva extraordinaria, al mismo tiempo que modificaron la vida cotidiana en todo el planeta tierra. El láser, la fibra óptica, las tomografí­as computadas, el horno de microondas, el papel film y hasta las comidas congeladas, tuvieron allí­, su origen. Las tíécnicas para deshidratar y congelar alimentos fueron desarrolladas por la NASA para que los astronautas llevaran su comida en celdas pequeñas y pudieran prepararlas fácilmente. Tambiíén fueron frutos de la investigación espacial, los equipos de diálisis para el riñón que purifican la sangre, las tíécnicas que combinan la resonancia magníética y de tomografí­as computada para hacer diagnósticos fehacientes, las cámaras de televisión en miniatura que los cirujanos se colocan en sus cabezas para que sus alumnos observen una operación, las camas especiales para pacientes con quemaduras y hasta las frazadas tíérmicas que se usan en los hospitales. La investigación de la fibra óptica permite hoy escuchar un CD con un lector láser, que las centrales de celulares transmitan datos, o que se emita información bancaria y financiera, en tiempo real, desde y hacia cualquier lugar del mundo. Como destaca Noam Chomsky: “Desde la Segunda Guerra Mundial, el sistema del Pentágono-incluyendo a la NASA y al Departamento de Energí­a- ha sido usado como un mecanismo óptimo para canalizar subsidios públicos hacia los sectores avanzados de la industria...por medio de los gastos militares, el gobierno de Reagan aumentó la proporción estatal en el PIB a más de 35 por ciento hasta el año de 1983, un incremento mayor al 30 por ciento, comparado con la díécada anterior. La guerra de las galaxias (propuesta por Reagan) fue así­ un subsidio público (encubierto) para el desarrollo de la tecnologí­a avanzada....El Pentágono, bajo el gobierno de Reagan, apoyó tambiíén el desarrollo de computadoras avanzadas, convirtiíéndose - en palabras  de la revista “Science”- “en  una fuerza clave del mercado” y “ catapultando la computación paralela masiva del laboratorio hacia el estado de una industria naciente, para ayudar, de esta manera, a la creación de muchas “jóvenes compañí­as de supercomputación”. CHOMSKY, Noam y DIETERICH, Heinz, La sociedad global, Buenos Aires, Editorial 21, 1999, p.36
 
[8]. En los primeros dí­as de enero del 2011, el Presidente chino Hu Jintao, en una entrevista concedida conjuntamente a The Wall Street Journal y a The Washington Post, calificó sin eufemismos, al sistema monetario internacional basado en el dólar como un “producto del pasado” y aseguró que  “un proceso moderadamente largo, llevará a la moneda china, a afirmarse en el plano internacional”. CLARIN,17 de enero de 2011, p. 19.
 
[9]. Walter Moore, en un interesante artí­culo titulado “Se derrumba el Muro del Dinero norteamericano” afirma: “El PBI de los Estados Unidos que en el año 2008, según el Banco Mundial, era de 14.305.700 millones de dólares, disminuyó durante el año 2009, en un 1,9% (o sea 0,275 billones de dólares). El díéficit fiscal llegó, en el mismo perí­odo, a 3 billones de dólares y el díéficit comercial a 0,57 billones de dólares. Todas estas píérdidas se han pagado,  emitiendo dólares, gracias a lo cual, desde el año 2007, la base monetaria de Estados Unidos se ha multiplicado en un 250%. Según el Banco Mundial, en el año 2008, su díéficit efectivo llegó a 10,2% de su BBI, o dicho de otra manera, los Estados Unidos están emitiendo  dinero por 110% de su PBI, para pagar a sus proveedores internos (díéficit fiscal) y a sus proveedores externos (díéficit comercial), y eso no computa la enorme cantidad de dólares que otros paí­ses guardan  en sus tesoros. Pero esa enorme masa de dinero no se ha destinado a movilizar el sistema productivo (la economí­a real), sino a impedir que colapsen los grandes bancos y organizaciones financieras. Y el resultado está a la vista, los bancos muestran balances con grandes ganancias, mientras que la cantidad de desocupados norteamericanos creció hasta casi un 10% de la población económicamente activa…La burbuja monetaria creada por la Reserva Federal norteamericana  es gigantesca. (Además es preciso tener en cuenta que)… se estima que por cada dólar que circula en los Estados Unidos, hay 22 dólares dando vueltas por el mundo. Lo cual implica que, a medida que el prestigio del dólar se debilita, sus poseedores intentarán comprar bienes en los Estados Unidos para preservar el valor de sus papeles, con bienes reales. Y aunque sólo la mitad de esa enorme masa de dinero ingresara al circuito monetario de los Estados Unidos, multiplicarí­a más de diez veces la cantidad de dinero en circulación, lo cual generarí­a en los Estados Unidos un proceso inflacionario de tipo similar a la hiperinflación sufrida por la economí­a argentina durante la díécada de 1980.”
 
MOORE, Walter, Se derrumba el Muro de Dinero norteamericano,
[10]. Brasil, emergió del ríégimen colonial, “…como un Estado-imperio que formó la nación, atribuyíéndose un manifiesto destino de potencia, no a travíés de la dilatación de las fronteras fí­sicas (de lo cual ya no necesitaba más, aunque todaví­a anexase, a comienzos del siglo XX, el territorio de Acre con cerca de 500.000 kilómetros cuadrados), aunque sí­, con su consolidación, y, posteriormente, con el esfuerzo del desarrollo económico, apuntando a aprovechar y transformar las riquezas naturales dentro de las existentes y a conquistar, de acuerdo con aquella percepción, un status de mayor autonomí­a en el sistema internacional de poderes. El hecho de que, al separarse de Portugal, mantuviera sin ruptura del orden polí­tico, la unidad de su vasta extensión territorial y que disfrutara de plena estabilidad polí­tica casi todo el tiempo del Imperio durante el siglo XIX, cimentó en sus elites y en su pueblo, una conciencia de grandeza, suficiencia y superioridad delante de los demás paí­ses de Amíérica Latina.”
 MONIZ BANDEIRA, Luiz Alberto, Argentina, Brasil y Estados Unidos. De la Triple Alianza al MERCOSUR, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma, 2004, págs ,543 y 544.
 
[11]. Sin embargo, es preciso aclarar que a ese nuevo multicentrismo no se llegará, sin pasar por un intenso periodo de confrontación, dado que,  para Estados Unidos, aceptar una reducción de su papel en el escenario internacional o, incluso, un “reparto” de responsabilidades con Europa, Japón, Rusia, China, India y,  Brasil, entrañarí­a una reforma del sistema monetario internacional, la píérdida del privilegio del dólar y, por lo tanto, lejos de permitir una recuperación sostenida y estructural de su economí­a, ahogarí­a el flujo de capitales que opera en su favor llevándolo al colapso económico abrupto que entrañarí­a,  a su vez, el colapso estratíégico militar por incapacidad de sustentar el gasto de su maquinaria bíélica.
Nuestra principal hipótesis, es que, los Estados Unidos., debido, entre otros factores, a la crisis estructural que atraviesan, van a pasar, paulatinamente, de ser, una potencia global, a ser una potencia regional. Sin embargo, es necesario remarcar que los Estados Unidos no se van a resignar, por lo menos fácilmente, a pasar, de potencia global a potencia regional. Es razonable avizorar que el poder norteamericano presentará batalla - una batalla, posiblemente cada vez más virulenta - , en todos los frentes posibles. En tal sentido, es que creemos que el Sistema Internacional atravesará por un perí­odo de gran turbulencia.  Durante este  perí­odo, los Estados Unidos de Norteamíérica, usarán tanto, su poder blando, como su poder duro, a fin de retrasar su paso de potencia global, a potencia regional. 
 
En tal sentido, es que, por ejemplo, intentan expulsar a China del ífrica Oriental. Esta operación ya ha comenzando por Sudán, aprovechando la terrible violación sistemática de los derechos humanos, que durante años, cometió el gobierno sudaníés, -aliado tradicional de Beijing- contra la población cristiana del sur de Sudan, se patrocinó la partición de Sudan en dos estados independientes.
 
En cuanto a Eurasia, los Estados Unidos van a tratar de evitar algo que, para Europa, es fundamental: la alianza con Rusia.  Europa necesita de Rusia y Rusia necesita de Europa. Mientras Rusia encontrarí­a en Europa la tecnologí­a y los capitales que necesita para su pleno desarrollo, Europa encontrarí­a en el enorme territorio ruso, la energí­a y las materias primas que necesita para seguir sobreviviendo en un mundo que se encamina hacia una “crisis de pasaje”.
 
Una “crisis de pasaje” es aquella en que, tanto el viejo patrón energíético como el viejo patrón de industrialización, no terminan de morir y los nuevos patrones, llamados a reemplazarlos, no terminan de nacer. Es un perí­odo de crisis existencial, porque de la disponibilidad de diversos minerales escasos e indispensables para el proceso industrial dependerá la existencia misma de las grandes potencias. Esta “crisis de pasaje” sólo podrá ser superada, por Europa, en alianza con Rusia. Este escenario conlleva, para los Estados Unidos, el peligro de perder a su tradicional vasallo europeo.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...