El peligro de contagio podría acabar desintegrando la Unión Monetaria.
Ni contigo ni sin ti. El futuro de la zona euro parece ligado inexorablemente al de Grecia. Y la posible expulsión del díscolo socio que tan alegremente esgrimen algunos políticos alemanes y holandeses podría abocar a la desaparición de la Unión Monetaria Europea solo 13 años despuíés de su nacimiento.
La mayoría de los escenarios manejados en Bruselas o Washington apuntan que la salida de un país de la zona euro desencadenaría una versión extrema de la inestabilidad generada por una potencial reestructuración de la deuda. Y que tanto el país saliente como los que continuaran compartiendo moneda afrontarían una sacudida económica difícilmente soportable.
Los efectos para Grecia serían devastadores, con una depreciación de su nueva moneda de hasta el 50% (según cálculos del ministerio alemán de finanzas citados por Spiegel) y una fuga de capital que provocaría la quiebra de la banca griega o el establecimiento de un corralito para impedir a ahorradores e inversores retirar sus fondos.
La salida de la Unión Monetaria haría inevitable la reestructuración de una deuda asumida en euros e imposible de reembolsar en una nueva moneda en previsible depreciación continuada y sin ninguna credibilidad internacional. La quita a los acreedores privados, que algunos cálculos sitúan en el 80%, dejaría a Grecia sin acceso a la financiación de los mercados durante una larguísima temporada, por lo que seguiría estando a merced del Fondo Monetario Internacional.
La recuperación de la dracma condenaría al país, además, a una recesión aún más profunda y prolongada que la provocada por las medidas de austeridad exigidas por la troika (FMI, BCE y Comisión Europea) a cambio de los príéstamos bilaterales concedidos a Atenas. El banco holandíés ING calculó el año pasado, tras el primer rescate de Grecia, que su salida del euro provocaría una caída adicional del crecimiento en Grecia del 7,5% (este año, con una recesión del 5%, ya empieza a ser insostenible la situación social). Y en un reciente estudio, el banco suizo UBS cifra el coste de la salida del euro para cualquier país meridional en una cifra equivalente al 40% del PIB nacional es decir, unos 115.000 millones de euros en el caso de Grecia. UBS tambiíén augura un estancamiento y caída del comercio internacional para el país que regrese a su moneda nacional.
Las consecuencias políticas de una salida del euro no serían mucho menores. Para empezar, no hay ningún mecanismo previsto para llevarla a cabo. Algunos analistas dudan incluso que Grecia pudiera continuar en la Unión Europea, al menos, en condiciones normales, porque para evitar una fuga masiva de ahorradores e inversores Atenas tendría que restablecer un control de la libre circulación de capitales incompatible, en principio, con el Tratado de la UE. Con todo, resulta previsible que el mayor impacto no lo sufriría Grecia sino el resto de la zona euro. Por lo pronto, se quebraría la irreversibilidad de los tipos de cambio pactados con cada país para su adhesión a la Unión Monetaria (1 euro=166,386 pesetas en el caso de España). Con Grecia fuera del euro, los inversores se preguntarían quíé país puede ser el siguiente. Y, lógicamente, empezarían a calcular las deudas de Portugal en escudos; las de Italia, en liras; o las de España, en pesetas, con el inevitable incremento de las primas de riesgo de la deuda de cada país.
El aumento de los tipos de interíés obligaría a los países a mejorar su situación fiscal con más rapidez aún que la prevista en los radicales ajustes acometidos hasta ahora, porque solo así podrían evitar un deterioro de su nivel de deuda y prevenir nuevos castigos en el mercado de bonos. El pasado mes de julio, Peter Boone y Simon Johnson, en un estudio del Peterson Institut for International Economics, calculaban que Italia tendría que mejorar su superávit primario en casi 40.000 millones de euros en el hipotíético caso de que el tipo de interíés de su deuda llegase al 5%. Solo un mes despuíés, en pleno rebrote de la crisis griega, la deuda italiana y la española alcanzaba ese nivel en el mercado secundario.
El mismo estudio describe la previsible espiral formada por el riesgo de reestructuración en un país, las dudas sobre la solvencia de su banca (tenedora de la mayor parte de los bonos nacionales) y la consiguiente fuga de capital y agravamiento de los problemas fiscales. Boone y Johnson creen que la situación podría llegar a ser tan insostenible que Alemania se vería tentada de abandonar la zona euro o de crear una nueva Unión Monetaria con los países del norte de Europa más solventes. La otra opción sería mantener el euro y expulsar a los países más frágiles. En ambos casos, advierten los dos analistas, "el euro acabaría siendo algo más parecido a la lira italiana o la peseta española que al poderoso marco soñado por los fundadores de la Unión".
A pesar de esos riesgos, no faltan partidarios de que Grecia abandone el euro, alguno de ellos tan prominente como Hans-Werner Sinn, presidente del influyente instituto de estudios alemán IFO. "Es mejor para todos, en particular para Grecia, que el país salga temporalmente de la zona euro", señaló Sinn a finales de julio. "Podría devaluar, ganar competitividad y regresar despuíés con un tipo de cambio más adecuado", sugirió el profesor alemán. El primer ministro holandíés, Mark Rutte, tambiíén ha propuesto que se prevea la salida de la zona euro de los países que no estíén dispuesto a someterse a la disciplina presupuestaria del club.
En el caso de Grecia no parece que la salida pueda ser tan inocua y amigable como pretenden Sinn o Rutte. El ministro griego de Finanzas, Evangelos Venizelos, se revolvió el domingo en Tesalónica y aseguró que las turbulencias actuales en el mercado de la deuda no son achacables a Grecia sino a la estructura fallida de la zona euro y "al cambio de actitud en algunos Estados miembros muy importantes", en una clara alusión a Alemania. "No vamos a permitir que se convierta a nuestro país en el chivo expiatorio de unos acontecimientos que no dependen de nosotros", amenazó el ministro.
La amenaza no es baladí porque Grecia puede provocar un cataclismo en la zona euro y alrededores. La debacle de su sector financiero arrastraría de entrada buena parte de los Balcanes, donde la banca griega tiene presencia de hasta el 20% de los activos en Bulgaria, Macedonia o Albania y de más del 15% en Serbia o Rumanía.
Y a partir de ahí, el efecto dominó podría hacer que Europa acabase teniendo que rescatar a una decena de países por haber gestionado mal un problema que afectaba al 2% del PIB de la zona euro.
Los recortes frenan la salida de la crisis
Los severos planes de ajuste aprobados por los países de la zona euro para rebajar sus abultados niveles de díéficit han frenado en seco el crecimiento de todas las economías que comparten la moneda única. Incluso las dos más grandes (Francia y Alemania) han sentido como la desaceleración en el mundo y los recortes en el gasto les han pasado factura. El PIB francíés no creció en el segundo trimestre y el de Alemania solo avanzó un 0,5% en tasa intertrimestral (un punto menos que entre enero y marzo).
La tercera y la cuarta mayor economía de la zona euro (Italia y España) tambiíén se están viendo afectadas por las políticas de recortes y pueden entrar en tasas negativas ya en el tercer trimestre.
Ese es el gran debate que deben dilucidar los países del euro: seguir con los recortes o estimular la actividad para propiciar crecimientos, aunque modestos, del PIB y del empleo.
El regreso de la dracma haría temer a los inversores una vuelta de la peseta o de la lira italiana
"No vamos a permitir que se utilice a nuestro país como chivo expiatorio", amenaza el ministro griego