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Autor Tema: Es hora de pensar lo impensable en Europa  (Leído 225 veces)

Eguzki

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Es hora de pensar lo impensable en Europa
« en: Septiembre 16, 2011, 08:41:49 am »
Para resolver una crisis en la que lo imposible se convirtió en posible, hay que pensar lo impensable. La solución de las crisis de deuda soberana en Europa exige estar preparados para la posibilidad de que Grecia, Portugal y posiblemente Irlanda se declaren en suspensión de pagos e incluso que abandonen la eurozona.

Partiendo de este supuesto, se deberí­an tomar medidas para prevenir una debacle financiera en toda la eurozona. La primera debe ser proteger los depósitos bancarios: si un euro depositado en un banco griego se perdiera como consecuencia del impago y el abandono de la eurozona, un euro depositado en un banco italiano valdrí­a inmediatamente menos que otro depositado en un banco alemán u holandíés, y esto provocarí­a una estampida sobre los bancos de los paí­ses deficitarios.

Además, en los paí­ses que entren en suspensión de pagos será necesario mantener algunos bancos en funcionamiento para evitar que se produzca un colapso económico. Paralelamente, habrá que recapitalizar el sistema bancario europeo y colocarlo bajo supervisión europea (en lugar de nacional). Por último, se deberá proteger del contagio a los bonos públicos emitidos por los otros paí­ses deficitarios de la eurozona. Los dos últimos requisitos son válidos incluso si ningún paí­s se declara en suspensión.

Todo esto costará dinero, un dinero que no se puede conseguir en el marco de los acuerdos vigentes entre los lí­deres de los paí­ses de la eurozona. Así­ que no queda otra opción que crear el componente que falta: una agencia europea de hacienda, con poder para recaudar impuestos y, por consiguiente, para emitir deuda. Esto demandará celebrar un nuevo tratado que transforme el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera en un organismo de hacienda con todas sus atribuciones.

Cambio de actitud de Alemania
Pero esto no será posible sin un cambio de actitud radical, especialmente en Alemania. La opinión pública alemana aún comete el grave error de suponer que está en condición de decidir si quiere defender el euro o no defenderlo. Pero el euro ya existe, y los activos y pasivos del sistema financiero global están de tal modo interrelacionados sobre la base de la moneda común que el derrumbe de esta moneda producirí­a una catástrofe que ni las autoridades alemanas ni ninguna otra autoridad podrí­an contener. Cuanto más tiempo tarden los alemanes en darse cuenta de este hecho innegable, mayor será el precio que deberán pagar tanto ellos como el resto del mundo.

Ahora bien, ¿se podrá convencer a la opinión pública alemana? Aunque tal vez la canciller Angela Merkel no consiga persuadir de la validez de este argumento a todos los miembros de su coalición, podrí­a contar con la oposición para crear una nueva mayorí­a dispuesta a respaldar las medidas necesarias para salvar al euro. Una vez resuelta la crisis del euro, Merkel ya no tendrí­a que preocuparse tanto por la próxima elección.

Prepararse para la posibilidad de que tres pequeños paí­ses se declaren en suspensión de pagos o abandonen el euro no quiere decir necesariamente que se los deje librados a su suerte. Por el contrario, si se les diera la posibilidad de una quiebra ordenada (financiada por los otros paí­ses de la eurozona y por el Fondo Monetario Internacional), Grecia y Portugal tendrí­an más opciones polí­ticas a su disposición.

Además, se pondrí­a fin al cí­rculo vicioso (que ahora amenaza a todos los paí­ses deficitarios de la eurozona) por el cual, al ver que las medidas de austeridad debilitan las perspectivas de crecimiento, los inversores comienzan a exigir tipos de interíés exorbitantes, lo que a su vez obliga a los gobiernos a recortar aún más el gasto.

La salida de la eurozona ayudarí­a a los paí­ses que atraviesan las peores dificultades a recuperar la competitividad. Pero si prefieren quedarse, tambiíén pueden hacerlo, siempre que estíén dispuestos a hacer los sacrificios necesarios: el Fondo Europeo de Estabilidad protegerí­a los depósitos colocados en los bancos locales, el FMI colaborarí­a con la recapitalización de sus sistemas bancarios y de este modo estos paí­ses tendrí­an un modo de escapar de la trampa en la que están metidos. Cualquiera que sea la decisión que se tome, la Unión Europea no puede permitir que estas economí­as se hundan y arrastren consigo a todo el sistema bancario internacional.

Todos los paí­ses miembros de la UE (y no solamente los de la eurozona) deben aceptar el hecho de que la salvación del euro exige la firma de un nuevo tratado. De eso no hay ninguna duda. De modo que conviene comenzar ya mismo el debate sobre el contenido de ese tratado, porque por más urgidos que estíén los lí­deres europeos para llegar a un acuerdo, las negociaciones ciertamente irán para largo. Ahora bien, una vez que haya acuerdo sobre las cuestiones de principio, el Consejo Europeo podrá autorizar al BCE a cubrir lo que haga falta para que haya protección por adelantado contra cualquier peligro de insolvencia.

Tener a la vista una solución para las crisis de deuda soberana de la eurozona serí­a una fuente de alivio para los mercados financieros. De todos modos, como sin duda las condiciones de un nuevo tratado las pondrá Alemania, es casi seguro que se produzca una importante desaceleración económica. Pero tal vez eso impulse en Alemania un cambio de actitud más profundo, lo que a su vez permitirí­a la adopción de polí­ticas anticí­clicas. Cuando eso ocurra, podrí­a recuperarse el crecimiento en gran parte de la eurozona

George Soros, Presidente de Soros Fund Management 5 Project Syndicate