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Autor Tema: El Salvador: Sobre los impuestos a los ricos...  (Leído 200 veces)

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El Salvador: Sobre los impuestos a los ricos...
« en: Octubre 02, 2011, 07:19:42 pm »
Por... Cristina López G.

La crisis económica ha frenado el crecimiento de la antes pujante economí­a salvadoreña y hay mucha responsabilidad que repartir cuando se revisan las medidas tomadas por nuestros gobernantes para sacar a la nación adelante.
Cuando más tendrí­an que priorizarse las polí­ticas públicas y reducirse el gasto público, nos encontramos ante un gobierno adicto a la compra superflua y a las tarjetas de críédito. El fatal equivalente de regar jardines ornamentales en tiempos de sequí­a mortal, pero con agua prestada, y cuya devolución será carí­sima.
Como si lo anterior no fuera suficiente, en lugar de quitar la grasa burocrática que no hace más que estorbar la eficiencia del Estado, la contratación de plazas públicas ha subido como espuma de gaseosa batida: a juzgar por el número de cotizantes del ISSS (Instituto Salvadoreño del Seguro Social) empleados en el sector público, desde junio de 2009 el gobierno ha crecido en casi 15.000 plazas laborales. Lo anterior se vuelve escandaloso, cuando se agrega el dato de que un empleado público gana un 40% más que un empleado del sector privado con las mismas capacidades (fuente: Robertson y Trigueros, 2011). Esto no indica, como dirí­an algunos, que “el sector privado paga mal”. Más bien, señala tristemente, que tenemos un Estado cuyos malos servicios son carí­simos de producir.
Con estos antecedentes, no es extraño que el sector privado se oponga a los aumentos de impuestos que quieren dirigirse con nombre y apellido desigualmente a un sector de la población, citando como justificación ante esta injusticia progresiva, el noble “sacrificio social”. El problema de los “impuestos a los ricos”, es que, como Pamela Anderson, son sexy pero falsos: a pesar del apoyo popular que reciben, pocos visualizan que al final, no los terminan pagando solo “los ricos”. Los termina pagando la clase media, en el consumo de los productos cuyo precio se incrementa. Los pagan los desempleados, con los empleos perdidos por las inversiones que dejan de hacerse.
Tambiíén se esgrime que la justificación de un aumento teledirigido descansa en que nuestra carga fiscal es muy baja. Al hacer este argumento, y comparar nuestra carga fiscal con otros paí­ses, se olvida la otra cara de la moneda: los servicios que recibidos en esos otros paí­ses con carga impositiva superior, son tambiíén superiores. Al analizar nuestra carga fiscal, no se suman los impuestos escondidos que pagamos con las calles e infraestructura dañadas, y sobre todo, los altí­simos costos de seguridad, que se convierten en impuestos que se pagan a los delincuentes dominan territorios debido a un servicio no prestado del gobierno, como lo es el de garantizar seguridad.
El innegable atractivo retórico de que los ricos deberí­an pagar más, ciega a las partes de proponer soluciones que tendrí­an resultados más efectivos: ¿quíé tal si se focalizan los subsidios, y se dirigen solamente a quienes realmente son pobres? Quienes reclaman la injusticia de que las clases altas no pagan más impuestos, deberí­an, en un ejercicio de honestidad intelectual y consistencia, quejarse con la misma fuerza sobre los ingresos que percibirí­a el Estado si eliminara la injusticia de que ciertos sectores (tambiíén ricos), como el transporte y la agricultura, reciban por ley enormes beneficios económicos, alejados de cualquier principio de justicia social y libre competencia.

Suerte en sus inversiones...


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