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Autor Tema: ¿Cuánto puede empeorar la economí­a?  (Leído 198 veces)

Eguzki

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¿Cuánto puede empeorar la economí­a?
« en: Octubre 03, 2011, 07:56:15 am »
â– Tres años despuíés de la restricción crediticia, el desastre económico sigue amenazando
Ahora mismo no hay muchas áreas de la economí­a global en auge. Ni la industria ni la banca. Ni siquiera trabajar para el Gobierno es ya un trabajo seguro. Sin embargo, hay un nicho de negocio que está floreciendo: construir cámaras acorazadas para almacenar oro. La Eurozona perfila los detalles del rescate


Swiss Precious Metals anunció la semana pasada que está ampliando sus cámaras de almacenamiento del puerto franco de Singapur, despuíés de que la demanda de espacio tras sus puertas de acero de siete toneladas, construidas para aguantar un terremoto o un accidente aíéreo, aumentara hasta cinco veces en un solo año.

JP Morgan tambiíén ha empezado a trabajar en una en Singapur y ha abierto otra en Nueva York. Barklays Capital está buscando un lugar donde almacenar su oro. "Estamos construyendo una cámara acorazada para metales preciosos en respuesta a la demanda de los clientes", explicó una portavoz del banco. "Forma parte de nuestro compromiso a largo plazo con el mercado de los metales preciosos."

Se supone que el oro es un remanso de paz a salvo de la tormenta financiera que ha vuelto a intensificarse. De Tokio a Nueva York, de Londres a Frankfurt, brókers, gestores de fondos y accionistas veí­an la semana pasada cómo las cotizaciones se desmoronaban, las materias primas se estropeaban y los bonos y las divisas se disparaban.

El euro se encuentra al borde del colapso. Estados Unidos se dirige hacia una recesión secundaria, arrastrando posiblemente al resto del mundo con ella. La segunda parte de la contracción del críédito ya ha comenzado. Como alguno de los expertos financieros más tradicionales expone, los únicos activos que querrí­as poseer ahora mismo son oro, armas y judí­as.

"Como un accidente de coche"
Marc Oswald, estratega de Monument Securities en Londres, resumió los temores: "Los mercados han decidido que nos dirigimos hacia un accidente de coche. Todos los paí­ses del G7 han estado siguiendo polí­ticas que no han funcionado y que no van a hacerlo. Los bancos están tan faltos de liquidez como hace cuatro años. Grecia está en la delantera del parachoques de un coche que se encamina hacia una pared, el resto del choque múltiple está todaví­a por llegar."

Hay controversia respecto a quíé se supone que deben hacer los gobiernos; por otra parte, los riesgos parecen claros. Albert Edwards, un analista ultra-apocalí­ptico del banco francíés Sociíétíé Gíéníérale, predice una "edad de hielo" económica, con las economí­as occidentales estancadas en la depresión.

El comentarista americano James Grant, editor del Grant's Interest Rate Observer, sostiene que la mayorí­a de los sistemas monetarios duran unos 40 años. Incluso el patrón de oro victoriano consiguió sobrevivir sólo un par de años más, viniíéndose abajo por la presión de la Primera Guerra Mundial.

Nuestro sistema actual fue llamado a convertirse en lo que es cuando el presidente Nixon cortó el último lazo entre el oro y el dólar, entregando el control del dinero en circulación a los bancos centrales en 1971. Dado que ha cumplido un infeliz 40 aniversario, quizá sea cierto que tiene los dí­as contados.

¿Una díécada perdida?
Naturalmente, tambiíén existen analistas más optimistas. ¿Pero, cuánto puede empeorar el caos? ¿Nos encontramos frente a una díécada perdida, similar a la que han experimentado los japoneses? ¿O frente a una repetición de la díécada de los 30, con su desempleo masivo y su extremismo polí­tico?

O, como sugiere alguno de los historiadores económicos más perspicaces, tenemos un futuro por delante con un reinicio de la tristemente titulada "larga depresión", que comenzó con el colapso de la Bolsa de Viena en 1873 y continuó hasta 1896. En esta medida, las aflicciones de la situación económica actual se mantendrí­an hasta 2031.

Hace sólo seis meses, la economí­a mundial parecí­a emerger de forma aceptable del colapso financiero de 2008. De hecho, el Banco Central Europeo elevó los tipos de interíés. Se esperaba que el Banco de Inglaterra le hubiera imitado a estas alturas. La Reserva Federal fue abandonando gradualmente los programas de estí­mulo que han mantenido viva la economí­a de Estados Unidos, aunque no exactamente en auge.

Pero ahora la posibilidad de que se produzca una recesión secundaria en 2012 no parece lejana y existen temores de que haya una nueva crisis financiera. El críédito, el alma de la economí­a, ya está encogiíéndose.

Cada vez parece más probable que estemos atrapados en un mercado bajista al estilo japoníés, donde breves despuntes alcistas en las bolsas van seguidos de nuevos colapsos. A finales de diciembre de 1999, el í­ndice FTSE 100 batió su máximo histórico de 6.930. El viernes bajó por debajo de los 5.000. Poca gente apostarí­a por que sobrepasara próximamente su máximo alcanzado en su última sesión del siglo pasado. Al contrario, algunos expertos de la City están pronosticando ahora que el í­ndice FTSE 100 se dirige hacia los 4.500 o incluso los 4.000.

En Japón, donde el í­ndice Nikkei se encuentra en los 8.500 comparado con su máximo histórico de 38.957 en diciembre de 1989, algunas personas han pasado la mayor parte de su vida laboral sin ver ningún aumento sostenido en los precios de las acciones. Si un bajón prolongado como este ocurriera en el Reino Unido, mucha gente tendrí­a que decir adiós a las esperanzas de tener una cómoda jubilación.

Y tampoco parece que el precio de la vivienda vaya a ayudarles mucho. En tíérminos reales, teniendo en cuenta la inflación, los precios están ahora cayendo en todos lados excepto en aquellas partes del centro de Londres en las que los residentes hablan principalmente ruso. Los sueldos tambiíén están cayendo en tíérminos reales, aumentando menos que la inflación a lo largo de los últimos dos años. Esta "depresión" parece que podrí­a ser la más larga en Gran Bretaña desde la Primera Guerra Mundial.

El problema de la deuda
La mejor manera de dar sentido a lo que está ocurriendo es imaginar una economí­a que sufre a la vez tres terremotos financieros. Se está reponiendo de una crisis de deuda masiva. Se está ajustando a la muerte del dólar como la moneda de reserva mundial. Y está viendo el batacazo a cámara lenta que supone el colapso del euro.

Comencemos con la deuda. Desde que nos mudamos a un sistema de "dinero fiduciario" puro -es decir, dinero que simplemente es impreso por los bancos centrales-, la deuda se ha disparado. De acuerdo con datos de la consultora McKinsey, la deuda global, incluyendo los príéstamos estatales, corporativos y personales, ha alcanzado ahora la descomunal cifra de 158 billones de dólares. En 2000 era de 77 millones de dólares.

Dicho de otra forma, la deuda global asciende ahora al 266% del PIB global comparado con un 216% de hace una díécada. Estamos contrayendo continuamente más y más y más deudas, hasta que nos ahoguemos en ellas.

Aun así­, una vez que la deuda domíéstica, corporativa y estatal sobrepasa el 80% hasta el 90% del PIB, el crecimiento decae, de acuerdo con un estudio reciente del Banco de Pagos Internacionales (BPI). No hace falta decir que Gran Bretaña no sale muy bien parada en esas mediciones. De acuerdo con el BPI, la deuda estatal del Reino Unido suponí­a un 89 por ciento del PIB en 2010, la deuda domíéstica un 106 por ciento y la corporativa un 126 por ciento.

Gran parte de los paí­ses desarrollados sufren problemas de deuda. Los temores sobre esta proyección están ahora siguiendo la pista de los mercados y la economí­a. A pesar de todos los problemas, es importante no ser demasiado negativo. Incluso durante la larga depresión del siglo XIX, hubo bolsas de sólido crecimiento. Ahora, China, Brasil, la India y algunos mercados emergentes están creciendo considerablemente. El ífrica subsahariana está avanzando hacia el mundo desarrollado: tres paí­ses africanos están creciendo a unos í­ndices de más de un 10 por ciento anual, y Nigeria, con un crecimiento del 9 por ciento, puede que pronto se les una.

"Un pequeño contratiempo"
"A largo plazo, en la historia del mundo, la crisis actual es definitivamente sólo un problema momentáneo," afirma el Dr. Tim Leunig, profesor adjunto de historia económica de la London School of Economics. "Observando el panorama general, los paí­ses ricos continuarán enriqueciíéndose -con economí­as que crecen al 1 por ciento o 2% al año- mientras que otros paí­ses se están poniendo al nivel rápidamente. Lo que estamos viendo en este momento es un gran pequeño contratiempo."

El problema es que los contratiempos pueden ser incómodos y tambiíén volverse más violentos. El banco de inversión JP Morgan ha estudiado recientemente los "cracks fugaces", que definió como una caí­da en el í­ndice S&P 500 del 15% durante un perí­odo de 15 dí­as. Durante la mayor parte de la era de posguerra, solí­an ser algo fuera de lo común: se produjo uno en el año 1946 y luego otro en 1962. Hay que esperar hasta 1987 para encontrar otro, y hasta 2001 para el siguiente.

Ahora algunos mercados varí­an un 10% en unas pocas semanas. En economí­a, las predicciones son de notoria incertidumbre. Pero en el clima actual, parece una apuesta segura que tendremos que acostumbrarnos a que cunda más el pánico, a más subidas y bajadas. A la era de agitación financiera que se inauguró con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008 todaví­a le queda un largo camino por recorrer.