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Autor Tema: La inteligencia Emocional  (Leído 984 veces)

Scientia

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La inteligencia Emocional
« en: Octubre 12, 2011, 10:06:53 pm »
La inteligencia emocional. Es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. Para comprender el gran poder de las emociones sobre la mente pensante, y la causa del frecuente conflicto existente entre los sentimientos y la razón, debemos considerar la forma en que ha evolucionado el cerebro
 
EL CEREBRO. La región más primitiva del cerebro es el tronco encefálico, que regula las funciones vitales básicas, como la respiración o el metabolismo, y lo compartimos con todas aquellas especies que disponen de sistema nervioso, aunque sea muy rudimentario.
De este cerebro primitivo emergieron los centros emocionales que,  millones de años más tarde, dieron lugar al cerebro pensante: el neocórtex. El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que íéste sea una derivación de aquíél, revela con claridad las autíénticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.
El neocórtex permite un aumento de la sutileza y la complejidad de la vida emocional, aunque no gobierna la totalidad de la vida emocional porque, en estos asuntos, delega su cometido en el sistema lí­mbico. Esto es lo que confiere a los centros de la emoción un poder extraordinario para influir en el funcionamiento global del cerebro, incluyendo a los centros del pensamiento.
 
LA INTELIGENCIA. La historia de la inteligencia humana puede explicarse como el empeño del cerebro humano en buscar formas eficientes de comunicarse consigo mismo. Cuando el primer ser humano trazó la primera lí­nea, precipitó una revolución en la conciencia humana; una revolución cuyo estadio evolutivo más reciente está constituido por el mapa mental. Una vez que los seres humanos se dieron cuenta de que eran capaces de exteriorizar sus "imágenes mentales" internas, la evolución fue más rápida.
La inteligencia de una persona está formada por un conjunto de variables como la atención, la capacidad de observación, la memoria, el aprendizaje, las habilidades sociales, etc., que le permiten enfrentarse al mundo diariamente. El rendimiento que obtenemos de nuestras actividades diarias depende en gran medida de la atención que les prestemos, así­ como de la capacidad de concentración que manifestemos en cada momento. Pero hay que tener en cuenta que, para tener un rendimiento adecuado intervienen muchas otras funciones como, por ejemplo, un estado emocional estable, una buena salud psico-fí­sica o un nivel de activación normal.
La inteligencia es la capacidad de asimilar, guardar, elaborar información y utilizarla para resolver problemas, cosa que tambiíén son capaces de hacer los animales e incluso los ordenadores. Pero el ser humano va más allá, desarrollando una capacidad de iniciar, dirigir y controlar nuestras operaciones mentales y todas las actividades que manejan información. Aprendemos, reconocemos, relacionamos, mantenemos el equilibrio y muchas cosas más sin saber cómo lo hacemos. Pero tenemos además la capacidad de integrar estas actividades mentales y de hacerlas voluntarias, en definitiva de controlarlas, como ocurre con nuestra atención o con el aprendizaje, que deja de ser automático como en los animales para focalizarlo hacia determinados objetivos deseados.
Una de las definiciones que mejor se adaptan a nuestra forma de entender el tíérmino, es la que nos dice que inteligencia, es "la aptitud que nos permite recoger información de nuestro interior y del mundo que nos circunda, con el objetivo de emitir la respuesta más adecuada a las demandas que el vivir cotidiano nos plantea", según acuerdo generalizado entre los estudiosos del tema depende de la dotación geníética y de las vivencias que experimentamos a lo largo de la vida.
 
MEMORIA EMOCIONAL. Las opiniones inconscientes son recuerdos emocionales que se almacenan en la amí­gdala. El hipocampo registra los hechos puros, y la amí­gdala es la encargada de registrar el «clima emocional» que acompaña a estos hechos. Esto significa que el cerebro dispone de dos sistemas de registro, uno para los hechos ordinarios y otro para los recuerdos con una intensa carga emocional.
En el cambiante mundo social, uno de los inconvenientes de este sistema de alarma neuronal es que, con más frecuencia de la deseable, el mensaje de urgencia mandado por la amí­gdala suele ser obsoleto. La amí­gdala examina la experiencia presente y la compara con lo que sucedió en el pasado, utilizando un míétodo asociativo, equiparando situaciones por el mero hecho de compartir unos pocos rasgos caracterí­sticos similares, haciendo reaccionar con respuestas que fueron grabadas mucho tiempo atrás, a veces obsoletas.
Por lo que seguimos guiados por los viejos patrones aprendidos durante la infancia o en el pasado, y que consideramos correctos por una u otra causa, bien porque nos funcionó con anterioridad o porque  consideramos que está bien.
 
Caracterí­sticas de la inteligencia emocional. Son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás.
 
LAS EMOCIONES. Son los estados aní­micos que manifiestan una gran actividad orgánica, que refleja en los comportamientos externos e internos, producidas por ideas, recuerdos, apetitos, deseos, sentimientos o pasiones.
 
Las emociones son importantes para el ejercicio de la razón. Entre el sentir y el pensar, la emoción guí­a nuestras decisiones, trabajando con la mente racional y capacitando o incapacitando, al pensamiento mismo. Del mismo modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro emocional asume por completo el control de la situación. En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional y nuestro  funcionamiento vital está determinado por ambos.
Pueden agruparse, en tíérminos generales, de acuerdo con la forma en que afectan nuestra conducta: si nos motivan a aproximarse o evitar algo. Es decir, estados afectivos de mayor o menor intensidad y de corta duración. Que se manifiestan por una conmoción orgánica más o menos visible. Por ejemplo: Conmoción afectiva de carácter intenso. Agitación del ánimo acompañada de fuerte conmoción somática. Sentimientos: Tendencias o impulsos, estados aní­micos. (Orgánicos) Sentimiento: Estado afectivo de baja intensidad y larga duración. Pasión: Estado efectivo muy intenso y de larga duración. Schock Emocional: Estado afectivo de intenso de muy corta duración. Difusión: estado en el que hay un rompimiento con la realidad.
 Las diferentes emociones se pueden combinar para producir un rango de experiencias aún más amplio. Estas emociones varí­an en intensidad.
 
Los sentimientos. Son impresiones que causan el ánimo las cosas espirituales. Son tambiíén estados de ánimo. Vienen de los sentidos. El sentimentalismo es el carácter o cualidad de lo que muestra demasiada sensibilidad o sensiblerí­a. La sensiblerí­a es la sensibilidad exagerada. La sensibilidad es la capacidad propia de los seres vivos de percibir sensaciones y de responder a muy pequeñas excitaciones, estí­mulos o causas. Capacidad de responder a estí­mulos externos.
 
EL ASPECTO FISIOLí“GICO DE LAS EMOCIONES. El Sistema Nervioso es el encargado de regular los aspectos fisiológicos de las emociones. El sistema nervioso autónomo acelera y desacelera los órganos a travíés del simpático y para-simpático; la corteza cerebral puede ejercer una gran influencia inhibitoria de las reacciones fisiológicas; de este modo algunas personas con entrenamiento logran dominar estas reacciones y llegan a mostrar un auto control casi perfecto.
Emoción es un fenómeno consciente de la capacidad de respuesta. El humano responde a circunstancias y a entradas especí­ficas con combinaciones de reacciones mentales y fisiológicas. Las reacciones mentales son parte del conocimiento. Las respuestas fisiológicas varí­an, pero involucran al sistema respiratorio, cardiovascular y otros sistemas corporales. í‰stas son frecuentemente inducidas por sustancias quí­micas y contribuye el sistema lí­mbico, esto es, el hipotálamo y la amí­gdala. Una buena hipótesis acerca del desencadenamiento de emociones se origina en el modelo del cerebro como instrumento de control.
El hipotálamo y el tálamo juega un papel fundamental en el desarrollo de las emociones, el hipotálamo contiene los centros que gobiernan los dos sistemas autónomos (simpático y parasimpático), por lo que ejerce un papel esencial en el conjunto de la vida afectiva, pulsional y emocional, y en el control de las manifestaciones emocionales por intermedio del sistema nervioso autónomo.
Las emociones van siempre acompañadas de reacciones somáticas. Son muchas las reacciones somáticas que presenta el organismo, pero las más importantes son:
-Las alteraciones en la circulación.
-Los cambios respiratorios.
-Las secreciones glandulares
 
EL CARRO. Ya en tiempos de lo Griegos se hablaba de la Alegorí­a del carro, que decí­an que el hombre tení­a que dominar a dos caballos y que habí­a un auriga que los controlaba a dos apetitos del hombre. El carro del Tarot muestra la figura de un hombre dirigiendo un carro con dos caballos y se relaciona con alguien que avanza en la vida. Sin embargo, los caballos marchan en direcciones opuestas y de íél dependerá el rumbo, por eso puede referirse tanto al íéxito como al fracaso.
 
En cualquier caso, indica movimiento, en el sentido en que los acontecimientos se sucederán, más rápido de lo que cabrí­a esperarlos. Tambiíén es señal de la necesidad de avanzar. La figura del hombre lleva un cetro en su mano, sí­mbolo de poder, pero el carro no tiene riendas. Esto se relaciona con el movimiento hacia el íéxito, el no estancamiento, el dominio de los instintos desde el poder de la voluntad, la integración de los opuestos en un fin común.
 
Este arcano representa el camino real que debemos hacer en la búsqueda de nuestra propia metamorfosis interior. La confianza en nuestro poder y verdad interior se vuelve más grande y profunda; las negatividades desaparecen dando paso concreto a la materialización de nuestros objetivos y metas anheladas. Esto se refleja cuando estamos en armoní­a y equilibrio mental y emocional.
 
 
EQUILIBRIO PENSAMIENTO Y EMOCION. Las conexiones existentes entre la amí­gdala (y las estructuras lí­mbicas) y el neocórtex constituyen el centro de gestión entre los pensamientos y los sentimientos. Esta ví­a nerviosa explicarí­a el motivo por el cual la emoción es fundamental para pensar eficazmente, tomar decisiones inteligentes y permitimos pensar con claridad. La corteza prefrontal es la región cerebral que se encarga de la memoria de trabajo.
 
 Cuando estamos emocionalmente perturbados, solemos decir que «no podemos pensar bien» y permite explicar por quíé la tensión emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales.
El concepto de "Inteligencia Emocional" enfatiza el papel preponderante que ejercen las emociones dentro del funcionamiento psicológico de una persona cuando íésta se ve enfrentada a momentos difí­ciles y tareas importantes: los peligros, las píérdidas dolorosas, la persistencia hacia una meta a pesar de los fracasos, el enfrentar riesgos, los conflictos con un compañero en el trabajo. En todas estas situaciones hay una involucración emocional que puede resultar en una acción que culmine de modo exitoso o bien interferir negativamente en el desempeño final. Cada emoción ofrece una disposición definida a la acción, de manera que el repertorio emocional de la persona y su forma de operar influirá decisivamente en el íéxito o fracaso que obtenga en las tareas que emprenda.
Es por ello, que llegar a un equilibrio o a la armoní­a entre nuestra inteligencia mental e inteligencia emocional, nos ayudará y nos guiará hacia metas positivas en todos los aspectos de nuestra vida, desde la salud, hasta la manera de sociabilizarnos, de ver y entender las cosas y de educar o enseñar o de aprender. Su estado aní­mico influencia en gran medida lo que haga. Podemos aprender muchí­simo (y ejercer influencia) sobre nuestras emociones.
La estructura emocional básica puede ser modificada mediante una toma de conciencia y cierta práctica: los circuitos neurológicos involucrados pueden alterarse o reforzarse con la repetición de ciertos hábitos. Allí­ se abre una oportunidad única para desarrollar la Inteligencia Emocional: la infancia y la adolescencia son dos momentos crí­ticos, pero en la madurez la mayorí­a de las personas pueden educar con ventaja sus emociones.
 
El aprendizaje es capaz de moldear, en definitiva, algunos aspectos importantes de la realidad emocional individual y colectiva.
 
La aptitud emocional no se puede mejorar de la noche a la mañana, porque el cerebro emocional tarda semanas y meses en cambiar sus hábitos, no horas y dí­as. Para llegar al punto en que un hábito nuevo reemplaza a otro se requiere cierta práctica. Los estudios clí­nicos realizados sobre cambios de conducta demuestran que, cuanto más tiempo pasa alguien esforzándose por cambiar, más durable será ese cambio.
Cuando la persona tiene un conocimiento eficaz sobre la Inteligencia Emocional puede encauzar, dirigir y aplicar sus emociones, permitiendo así­ que las mismas trabajen a favor, y no en contra de su personalidad.
 
De esta forma, las emociones pueden guiar todas las actitudes de nuestra vida hacia pensamientos y hábitos constructivos, que mejoren en forma absoluta los resultados finales que queremos alcanzar.
A causa de que las emociones, los pensamientos y las acciones se entrelazan, nuestras estrategias para forjar una educación emocionalmente inteligente deben hacer uso de varios principios a la vez. No se trata de un procedimiento simplista ni demasiado complejo, sino meramente realista y práctico.
Ejemplos:
Los hombres que poseen una elevada inteligencia emocional suelen ser socialmente equilibrados, extrovertidos, alegres, poco predispuestos a la timidez y a rumiar sus preocupaciones. Demuestran estar dotados de una notable capacidad para comprometerse con las causas y las personas, suelen adoptar responsabilidades, mantienen una visión íética de la vida y son afables y cariñosos en sus relaciones. Su vida emocional es rica y apropiada; se sienten, en suma, a gusto consigo mismos, con sus semejantes y con el universo social en el que viven.
 
Las mujeres emocionalmente inteligentes tienden a ser eníérgicas y a expresar sus sentimientos sin ambages, tienen una visión positiva de sí­ mismas y para ellas la vida siempre tiene un sentido. Al igual que ocurre con los hombres, suelen ser abiertas y sociables, expresan sus sentimientos adecuadamente (en lugar de entregarse a arranques emocionales de los que posteriormente tengan que lamentarse) y soportan bien la tensión. Su equilibrio social les permite hacer rápidamente nuevas amistades; se sienten lo bastante a gusto consigo mismas como para mostrarse alegres, espontáneas y abiertas a las experiencias sensuales. Y, a diferencia de lo que ocurre con el tipo puro de mujer con un elevado CI, raramente se sienten ansiosas, culpables o se ahogan en sus preocupaciones.
 
 
EL PODER DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL. La Inteligencia Emocional es parte de nuestra inteligencia global, una parte a menudo negada y desdeñada, opacada por el brillo de la razón y del Cociente Intelectual, más fácil de definir y medir.
Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida, y de dominar los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad; las personas que no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y pensar con claridad.
 
Cuando usted está triste, se mostrará retraí­do. Cuando está contento, derrochará buen humor. Pero si usted no sabe cómo está, entonces tampoco sabe cuál es su forma de actuar más probable, y por tanto, no estará seguro de cómo ponerla en práctica.
 
 Es importante recordar que aun las emociones llamadas 'positivas' pueden tener aspectos peligrosos o inconvenientes. Por ejemplo: el entusiasmo, a veces, puede conducir a un comportamiento impulsivo. O la alegrí­a que nos produce un ascenso, lo que hace que vayamos por ahí­ jactándonos ante nuestros colegas, uno de los cuales ha sido rechazado.
 
Entrenarse en el desarrollo de las aptitudes emocionales permite desarrollar la capacidad de manejar las emociones idóneas para cada acción y regular su manifestación, manteniendo el equilibrio emocional; transmitiendo estados de ánimo para generar actitudes y respuestas positivas; aprendiendo a evaluar el 'costo emocional' de situaciones y acciones.
 
Controlar, aprender, conocer y aceptar nuestra inteligencia emocional, así­ como integrarla y desarrollarla nos puede llevar a la felicidad y a un aprendizaje o evolución espiritual.
 
 
EFECTOS DE LAS EMOCIONES EN EL CUERPO FíSICO. El  cuerpo responde a la manera como usted piensa, siente y actúa. Esto con frecuencia se denomina la conexión mente y cuerpo. Cuando usted está estresado, ansioso o enojado, su cuerpo trata de decirle que algo no anda bien. Por ejemplo, una presión arterial elevada o una úlcera estomacal podrí­a desarrollarse despuíés de un evento particularmente estresante, tal como la muerte de un ser querido. Los siguientes sí­ntomas pueden ser evidencia de que su salud emocional está desequilibrada: Dolor de espalda. Cambio de apetito. Dolor en el pecho. Estreñimiento o diarrea. Resequedad en la boca. Cansancio excesivo. Malestares y dolores generalizados. Dolores de cabeza. Presión arterial (sanguí­nea) elevada. Insomnio. Problemas sexuales. Sensación de "falta de aire". Tensión en el cuello. Sudar. Malestar estomacal. Subir o bajar de peso.
 
La mala salud emocional puede debilitar su sistema inmune haciendo que a usted le den más resfriados y otras infecciones durante íépocas emocionalmente difí­ciles. Además, cuando usted se siente estresado, ansioso o perturbado, puede no cuidar de su salud como debiera. Puede no sentir deseos de hacer ejercicio, comer comidas nutritivas o tomar el medicamento que su míédico le receta. Abusar del alcohol, tabaco u otras drogas tambiíén puede ser una señal de una salud emocional mala.
 
Se puede definir enfermedad como una alteración mas o menos grave en la fisiologí­a o funcionamiento del cuerpo, y se puede definir salud estar libre de enfermedad, pero para nuestro efecto, la enfermedad no es únicamente dolor y la salud no es únicamente ausencia de enfermedad sino un proceso complejo de adaptación en el que confluyen factores biológicos, psicológicos y sociales.
 
La salud es un proceso complejo sustentado sobre la base de un equilibrio entre factores biopsicosociales.
La enfermedad afecta tanto al cuerpo como a la mente y ante todo debemos aceptarla y cada cual debe tomar la dirección y la responsabilidad de su salud.
Se ha descubierto que las emociones negativas, como la ira, la ansiedad o la depresión, y tambiíén el estríés, debilitan la eficacia de ciertas cíélulas inmunológicas.
Estudios confirman que las emociones perturbadoras son malas para la salud. Se descubrió que las personas que experimentan ansiedad crónica, prolongados perí­odos de tristeza y pesimismo, tensión continua u hostilidad, cinismo o suspicacias implacables, tení­an el doble de riesgo de contraer una enfermedad, incluidas asma, artritis, dolores de cabeza, úlceras píépticas y problemas cardí­acos. Esta magnitud hace que las emociones perturbadoras sean un factor de riesgo tan dañino como lo son, por ejemplo, el hábito de fumar o el colesterol elevado para los problemas cardí­acos, es decir, una importante amenaza a la salud. (Esto no indica, en modo alguno, que todos aquellos que tengan estos sentimientos serán más vulnerables a una enfermedad).
En la comunidad cientí­fica ya se acepta que las emociones tienen cierta influencia en la salud: se reconoce un ví­nculo fí­sico entre el sistema nervioso y el inmunológico, que hace que estos sistemas, sobre todo el inmunológico dependa del nervioso para su correcto funcionamiento. Así­, las emociones negativas y el estríés afectan al sistema inmunológico, haciíéndolo más vulnerable; y las emociones positivas, el buen humor, el optimismo y la esperanza, junto al apoyo de otros, ayudan a soportar una enfermedad y facilitar su recuperación. Con esto, se estableció la relación mente/cuerpo, que permitió el nacimiento de una nueva disciplina de estudio, la Psiconeuroinmunnologí­a.
Todos estos descubrimientos tienen una aplicación innegable para los profesionales de la salud en el tratamiento de las enfermedades, ya que deberán considerar un tratamiento integral para el paciente que considere tanto los factores fí­sicos como los psicológicos de este. En otras palabras el paciente estará sano cuando se haya curado de la enfermedad
 
LOS PATRONES APRENDIDOS. En la mayorí­a de las veces no somos conscientes de nuestra forma de actuar ante una situación determinada, y que quizás hallamos vivido más de una vez, sin romper con el patrón que hemos aprendido en la vida. Simplemente lo llevamos a cabo porque una vez nos resultó bien, y lo seguimos empleando, sin parar a pensar que no es correcto para nosotros ni para otras personas involucradas. Tal vez, suceda por temor afrontar la realidad, o por temor a romper con viejas ideas o formas de actuar o tal vez por simple comodidad. Como ejemplos, pondríé las siguientes cuestiones, que nos ayudarán a meditar o reflexionar.
 
** Cuando se siente enojado o resentido, ¿cómo expresa amor si, mientras usted estaba creciendo, sus padres o bien discutí­an o bien evitaban conscientemente la discusión?
 
**¿Cómo logra que sus hijos lo escuchen sin gritar ni castigarlos, si sus padres gritaban y lo castigaban para mantener el orden?
**¿Cómo pide más apoyo si, aun siendo niño, usted se sintió permanentemente desatendido y decepcionado?
**¿Cómo se abre y comparte sus sentimientos si teme ser rechazado?
**¿Cómo le habla a su pareja si sus sentimientos dicen “te odio”?
**¿Cómo dice “lo lamento” si, de niño, usted era castigado por cometer errores?
**¿Cómo puede admitir sus errores si le teme al castigo y al rechazo?
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