Por... Rodolfo Navarrete
Tal como estaba programado, al cierre de la semana pasada el Banco de Míéxico (Banxico) dio a conocer que mantenía sin cambios la tasa de interíés de política monetaria, sobre 4.5 por ciento anual, con lo que suman ya 27 meses consecutivos en los que esa tasa se ha mantenido sin movimientos.
No obstante, el Banxico dejó aún abierta la posibilidad de reducir la tasa de interíés de referencia en el futuro, sobre todo si la política monetaria mexicana se tornara restrictiva en tíérminos relativos al comportamiento de la política monetaria de otros países y, en particular, en EU.
Esto no necesariamente quiere decir que una posible reducción de la tasa de interíés tenga que llevarse a cabo durante la próxima reunión de la junta de gobierno del banco central, vale decir, el próximo 2 de diciembre.
Por lo que se puede desprender del comunicado que acompañó la decisión del Banxico, uno de los riesgos más importantes que enfrenta hoy en día la inflación es el posible traspaso de los efectos de la depreciación del tipo de cambio sobre los precios de los productos finales.
Si la depreciación del peso se sostuviera por un periodo relativamente prolongado es probable que empiecen a manifestarse algunas presiones inflacionarias, que de una u otra forma el banco central tendrá que detener, por lo que tendrá que postergar sus intenciones de relajar la política monetaria.
Por el contrario, si el peso se apreciara muy pronto y llegara a intentar alcanzar los niveles anteriores a la presente depreciación, muy probablemente el Banxico entonces se verá obligado a reducir la tasa de interíés. Todo dependerá de quíé tan pronto se apreciará nuevamente la moneda mexicana.
¿Cuál es la probabilidad de que en el corto plazo el peso pueda volver a apreciarse hasta alcanzar niveles por debajo, tal vez, de las 12 unidades por dólar? Contrariamente a lo que sostienen algunos economistas, parece que poca.
Si se tiene en cuenta que la actual depreciación de la moneda mexicana, así como de la mayoría de las de países emergentes ha obedecido a la salida de capitales provocada por el temor de un deterioro de la situación financiera de algunos países europeos, bien uno podría concluir que esta situación no cambiará de manera significativa en el corto plazo, por lo que tampoco habría que esperar una mejoría del tipo de cambio mexicano.
Como se sabe, la reunión de la semana pasada entre la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francíés Nicolas Sarkozy ha iniciado formalmente un camino diferente para la solución definitiva del problema griego, mismo que pasa necesariamente por el reconocimiento de una quita de la deuda griega, que hoy en día se habla podría alcanzar entre 50 y 60 por ciento del total de la deuda, aunque se sospecha que podría ser de una cantidad mayor, tal vez entre 70 y 80 por ciento.
Esto, como podrá imaginarse, no sólo afectará de manera directa el comportamiento de los mercados financieros del mundo, sino tambiíén de manera indirecta a travíés del temor al contagio sobre otros países de la zona y, sobre todo, a los bancos.
Si esto fuera así, sería difícil entonces pensar en una rápida apreciación del tipo de cambio mexicano. Para que ello suceda se tendría que observar un terso reconocimiento de un posible default griego, y tal vez de algún otro país y de muchos bancos.
Está claro entonces que ante tales circunstancias la política monetaria mexicana relativa al resto de países mantendría un elevado grado de laxitud, por lo que no sería necesario que el banco central intervenga reduciendo aún más las tasas de interíés.
Al contrario, el sostenimiento por un periodo prolongado de la depreciación cambiaria bien podría provocar algunas presiones inflacionarias, por el lado de los costos de la producción que no aconsejarían relajar la postura monetaria.
Otro de los riesgos que ve el Banxico es la posibilidad de observar un mayor debilitamiento de la demanda que provoque una caída inflacionaria por debajo del objetivo. En tal caso, y ante la posibilidad de observar un debilitamiento de la economía, el banco central se vería obligado a relajar la política monetaria para tratar de contener ese debilitamiento.
Si bien íéste parece ser el principal factor de preocupación del Banxico, todo indica que por el momento la economía mexicana ha soportado relativamente bien el efecto del debilitamiento estadounidense.
Es más, las cifras económicas de EU de septiembre al parecer han resultado mejor que las esperadas, por lo que da la impresión de que la desaceleración se ha hecho más lenta, por lo que habría que esperar más o menos los mismos efectos sobre la economía mexicana, aunque de todos modos íésta es una variable que habrá que seguir controlando de manera continua.
Finalmente, no se puede dejar de mencionar el comportamiento de la inflación. Contrariamente al patrón estacional, la inflación de agosto y septiembre ha mostrado un cambio en el comportamiento que ha determinado una fuerte caída de la cifra anual, que a la primera quincena implicó que íésta bajara sobre 3.14 por ciento.
Es probable, en tal sentido, que la expectativa para el cierre del año se mantenga sobre estos niveles o incluso que baje un poco más, mientras que la inflación esperada para 2012 podría alcanzar el objetivo del banco central, en especial al inicio del próximo año. Esto, como podrá comprenderse, constituye un importante incentivo para relajar un poco más la política monetaria.
Sin embargo, nuevamente, esas expectativas dependerán del comportamiento del tipo de cambio. Si íéste se sostuviera depreciado durante mucho tiempo bien podría afectar el comportamiento de la inflación, impactando así las expectativas para íéste y, sobre todo, el próximo año.