Por... María Clara Ospina H.
En la esquina de la carrera síéptima con calle 77 de Bogotá, todos los días se encuentran los siguientes personajes: tres vendedores de flores: rosas, girasoles, lirios, gerberas, etc., dos o tres vendedores de frutas, mandarinas, pitahayas, bananitos, mangos, mangostinos, etc., un vendedor de dulces, chicles, mentas, maní y papas fritas, etc., dos artistas de circo.
Cada día son diferentes. Pueden ser botafuegos, malabaristas, payasos, mimos, etc.: un vendedor de aplicaciones para celulares: "manos libres", cargadores, forros, etc., un vendedor de libros, CD y películas, fusilados, dos lavavidrios.
Además, tambiíén hay aquí dos mendigos permanentes.
Un hombre con la cara y el cuero cabelludo llenos de cicatrices de quemaduras, el cual todos los bogotanos hemos visto en diferentes esquinas desde que era niño, hace ya varias díécadas, y una viejita la cual tiene muchos años desde hace mucho tiempo.
Vemos entonces cómo, del sustento que levanten en esta esquina dependen 16 o 17 personas y, muy probablemente, tambiíén sus familias. Igual sucede, y viene sucediendo por años y años, en la mayoría de esquinas de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Neiva, Bucaramanga o cualquier ciudad grande, mediana o pequeña de nuestro glorioso país.
Las esquinas son el centro de subempleo y de descuento de productos número uno de la nación.
Diferentes mafias controlan las esquinas y son "dueñas" de cada una de ellas. Tienen, en estos espacios públicos, un buen lugar para ofrecer y vender sus productos sin pagar arriendo, poniíéndole "conejo" al fisco y a las leyes laborales.
Los hombres y mujeres que trabajan en estas condiciones, no tienen un trabajo formal, sino que son explotados inhumanamente por sus patrones.
Trabajan a sol y sombra, a la intemperie. Si llueve, se fregaron, no habrá ventas y se mojarán hasta los huesos.
Para ellos no existen servicios sanitarios. No tienen prestaciones sociales, garantías laborales, vacaciones pagadas, ni cuarto de hora de descanso o cafetería, mucho menos guarderías para sus hijos o enfermería. No tienen subsidio de transporte, horas extras o dominicales, ni un sindicato que los represente o se interese por ellos. Estos colombianos están siendo maltratados, como subempleados, peor aún, como subhumanos.
Estos "mercados ambulantes" tambiíén crean problemas para las urbes donde funcionan, pues estas esquinas son usadas como inodoros públicos, botaderos de basuras y desechos de lo que allí se vende y, en algunos casos, como centros de coordinación de atracos.
No son pocas las veces que desde estas esquinas se informa el ir y venir de los vecinos. O, que una vez bajado el vidrio del carro de algún incauto comprador, se aproveche para asaltarlo. El tema de los vendedores en las esquinas se debe enfrentar. Son muchas las familias que dependen del subempleo que estos lugares ofrecen, luego es un tema delicado que requiere un serio análisis. No he oído a ninguno de los candidatos de Bogotá, Medellín, ni de las otras capitales y ciudades hacer propuestas al respecto. ¿Será que no les parece grave el tema? Espero sus respuestas.