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Autor Tema: WALL STREET PIERDE SU INMUNIDAD  (Leído 192 veces)

Orpheo

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WALL STREET PIERDE SU INMUNIDAD
« en: Octubre 24, 2011, 09:23:15 am »
A medida que el movimiento Ocupad Wall Street sigue creciendo, la respuesta de los objetivos del movimiento ha cambiado gradualmente: la displicencia despectiva ha sido sustituida por la queja. (Un lector de mi blog propone que empecemos a llamar a nuestra clase dirigente la "quejicocracia"). Los actuales señores de las finanzas observan a los manifestantes y preguntan: ¿no entienden lo que hemos hecho por la economí­a de EE UU?

 

La respuesta es: sí­, muchos de los manifestantes sí­ que entienden lo que Wall Street y, de manera más general, la íélite económica del paí­s han hecho por nosotros. Y es por eso por lo que protestan.

 

 El pasado sábado, The New York Times informaba sobre lo que la gente del sector financiero dice en privado de las protestas. Mi cita favorita proviene de un gestor económico sin nombre que declaraba: "Los servicios financieros son una de las últimas cosas que hacemos en este paí­s y que hacemos bien. Aprovechíémosla".

 

Esto es sumamente injusto para los trabajadores estadounidenses, que son buenos en muchas cosas y podrí­an ser aún mejores si hiciíésemos inversiones apropiadas en educación e infraestructuras. Pero considerando que Estados Unidos se ha quedado rezagado en todo excepto en los servicios financieros, ¿no deberí­amos preguntarnos por quíé y si es una tendencia que queremos mantener?

 

Porque la financialización de Estados Unidos no ha estado dictada por la mano invisible del mercado. Lo que hizo que el sector financiero creciese mucho más deprisa que el resto de la economí­a a partir de 1980 aproximadamente fue una serie de decisiones polí­ticas conscientes, en especial un proceso de liberalización que se prolongó hasta justo antes de la crisis de 2008.

 

No es una coincidencia que la íépoca del sector financiero en constante crecimiento fuese tambiíén una íépoca de crecimiento constante de la desigualdad en los ingresos y la riqueza. Wall Street realizó una gran contribución directa a la polarización económica, porque el vertiginoso aumento de los ingresos de las empresas financieras constituí­a una fracción considerable de la parte creciente del 1% superior (y del 0,1% superior, que representa la mayor parte de las ganancias del 1% superior) de los ingresos del paí­s. A grandes rasgos, las mismas fuerzas polí­ticas que impulsaron la liberalización financiera fomentaron la desigualdad generalizada de diversas maneras: minando la organización sindical, librándose de la "restricción de la indignación" que antes limitaba las nóminas de los ejecutivos, etcíétera.

 

Ah, y los impuestos de los ricos se redujeron drásticamente, por supuesto.

 

Se suponí­a que todo esto estaba justificado por los resultados: las nóminas de los magos de Wall Street eran apropiadas, nos decí­an, por las cosas maravillosas que hací­an. Sin embargo, por alguna razón esas maravillas no lograban impregnar al resto del paí­s (y esto era así­ incluso antes de la crisis). Los ingresos familiares medios, ajustados respecto a la inflación, solo crecieron alrededor de un quinto entre 1980 y 2007, tal como sucedió en la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial, aun cuando la economí­a de la posguerra estuvo marcada por una estricta regulación financiera y por unos tipos de interíés para los ricos mucho más altos que todo lo que actualmente se baraja en el debate polí­tico.

 

Luego llegó la crisis, que demostró que todas esas afirmaciones sobre el modo en que las finanzas modernas habí­an reducido el riesgo y hecho el sistema más estable eran un completo sinsentido. Los rescates gubernamentales fueron los que nos salvaron de una debacle económica tan mala o peor que la que dio lugar a la Gran Depresión.

 

¿Y quíé hay de la situación actual? Las nóminas de Wall Street se han recuperado aun cuando los trabajadores corrientes siguen padeciendo el elevado paro y la reducción de los salarios reales. Pero es más difí­cil que nunca vislumbrar lo que están haciendo los financieros para ganarse ese dinero, si es que están haciendo algo.

 

¿Por quíé, entonces, Wall Street espera que alguien se tome en serio sus quejas? Ese gestor económico que afirmaba que las finanzas son lo único que Estados Unidos hace bien tambiíén se quejaba de que los dos senadores demócratas de Nueva York no estíén de su parte, y declaraba: "Tienen que comprender quiíén es su electorado". En realidad, seguramente saben muy bien quiíén es su electorado (y hasta en Nueva York, 16 de cada 17 trabajadores pertenecen a sectores distintos del financiero).

 

Pero íél no hablaba realmente de votantes, claro está. Hablaba de la única cosa que Wall Street sigue poseyendo en abundancia gracias a esos rescates, a pesar de su absoluta falta de credibilidad: el dinero.

 

El dinero habla en la polí­tica estadounidense, y lo que el dinero del sector financiero ha estado diciendo últimamente es que castigará a cualquier polí­tico que se atreva a criticar el comportamiento de ese sector, por muy delicadamente que lo haga (como ha quedado demostrado por la forma en que el dinero de Wall Street ha abandonado ahora al presidente Barack Obama a favor de Mitt Romney). Y esto explica la sorpresa del sector ante los últimos acontecimientos.

 

Ya ven, hasta hace unas pocas semanas era como si Wall Street hubiese conseguido sobornar e intimidar a nuestro sistema polí­tico para que olvidase toda esa historia de que se embolsaba unas suculentas nóminas mientras destruí­a la economí­a mundial. Entonces, de repente, algunas personas insistieron en volver a sacar a colación el asunto.

 

Y millones de estadounidenses se han hecho eco de su indignación. No es de extrañar que Wall Street se queje.

 

Paul Krugman es profesor de Economí­a en Princeton y premio Nobel 2008. Âé New York Times Service 2011. Traducción de News Clips.


En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.