Por... Beatriz De Majo C.
La agitación se ha apoderado de Europa despuíés de las decisiones de la Cumbre para defender la Eurozona. A las múltiples argumentaciones en favor y en contra del plan de salvamento adoptado en Bruselas el 27 de octubre para salir de la crisis del Euro, se ha venido a sumar la diatriba sobre la presencia de un extraño en el escenario: China. El acuerdo alcanzado para que la Unión Europea apuntale con recursos chinos al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera no tiene cómodos a muchos.
No cabe duda de que la participación de China en el proceso de rescate de la moneda común es un hecho iníédito, es perturbador, genera dependencia y traduce una situación de debilidad, tal como lo señalan los socialistas franceses. Pero lo que habría que preguntarse es si existía para Europa una salida diferente a la alcanzada en la que no hubiera participación china
Los temores de que un país como Italia o uno como España siguieran a Grecia en su despeñadero fueron los que actuaron para que los europeos se esmeraran en encontrar fórmulas para optimizar al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). Su dotación de 440.000 millones de euros hubiera sido insuficiente si Italia solo entrara en barrena. Por ello el soporte de China al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera se volvió indispensable.
El país asiático había puesto sobre la mesa desde antes del encuentro en Bruselas su disposición a colaborar en la búsqueda de una solución financiera viable para Europa. Los emisarios de Beijing no solo ofertaron su propia desbordante capacidad de generación de divisas sino que propusieron una suerte de mediación para que otros países emergentes tambiíén participaran. Economías con recursos excedentarios como Brasil, Rusia, India o Sudáfrica no dieron un paso al frente pero China aseguró que estos estarían dispuestos a participar en el FEEF a travíés del Fondo Monetario Internacional a cambio de mejorar sus poderes de voto en el organismo financiero multilateral.
Lo cierto es que las reticencias de algunos, los Verdes de la Eurozona, por ejemplo, quienes calificaron a la participación China como una "aberración", son, por decir lo menos, razonables.
A China no la mueven simpatías hacia la causa europea sino intereses de gíénero económico y político. Ya veremos a los emisarios de Beijing sentarse a negociar concesiones con los europeos no solo en lo atinente a los temas que se dirimen en el FMI. China y sus aliados, si consigue solidarizarlos, harán exigencias sobre tópicos comerciales globales, sobre el medio ambiente, la propiedad de derechos intelectuales.
La decisión de brindar su soporte al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera será el pivote, además, para poner a Europa de su lado en la gesta de eliminar la presión del mundo desarrollado sobre el valor del yuan.
No hay que esperar demasiado para ver a los asiáticos en acción. La cumbre del G20 se celebra en Francia a fin de esta semana.
Francia adelantó su posición por boca de su ministro de economía: "se ha dado una respuesta ambiciosa, global y creíble, que solucionará el asunto de la deuda, nos sacará de la zona de turbulencias, permitirá la recuperación económica y estabilizará la zona euro y el crecimiento mundial". Ello incluye, por supuesto, al capítulo de la " limosna" china.