Somos un cosmos viviente porque dentro de nosotros viven millones y millones de cíélulas dotadas de su propia conciencia. Son en realidad entes individuales aunque pertenezcan al universo de nuestro cuerpo.
Cuando la felicidad y el gozo más profundo conmueven nuestro ser, cada una de nuestras cíélulas vibra con esa dicha irradiando su mayor potencial de energía y ese fabuloso microuniverso que es nuestro cuerpo se llena de un gozo pleno y luminoso, de una "música de las esferas" llenándolo todo de armonía.
Esto no es ni más ni menos que el mítico Orgasmo Cósmico que persiguen los tántricos, el cabalgar en la Ola del Placer que conmociona todo nuestro cuerpo. Algo que va más allá de una mera experiencia sexual o sensorial porque es una experiencia holística que implica a la totalidad de nuestro ser.
El Tantra propone elevar la energía sexual a la conciencia para lograr la iluminación y, en realidad la iluminación es esto: un sentimiento de dicha inenarrable donde nos sentimos parte del universo, donde nos percibimos como universo, donde experimentamos una armonía y plenitud totales en todos los ámbitos de nuestro ser, una conexión sagrada de plenitud y armonía entre nosotros y el Universo.