â– La zona euro carece de dinero suficiente y mecanismos adecuados para reflotar su tercera economía
España era hace un año la línea divisoria entre la salvación o la catástrofe económica de la zona euro. Es más, si el Estado español quebraba, Gobiernos y analistas vaticinaban que en su caída arrastraría hacia una nueva recesión a la díébil recuperación del crecimiento económico mundial.
El impacto de las bancarrotas de Grecia, Irlanda y Portugal era gestionable en comparación con el de una España considerada como una economía demasiado grande como para dejarla caer sin graves consecuencias, pero tambiíén demasiado grande como para poder rescatarla con ayuda externa.
A mediados de este año, Italia tomó el relevo de España, y la talla de la economía transalpina, la tercera mayor de Eurolandia y uno de los miembros del otrora selecto club del G-7 -los siete países más industrializados del mundo- ha evidenciado aún más si cabe que el Viejo Continente carece de suficiente dinero y mecanismos adecuados para acudir al rescate de Roma.
Ni siquiera el BCE
La jornada de ayer dejó tras de sí una constatación aún más inquietante: ni siquiera la intervención del Banco Central Europeo (BCE) fue capaz de detener la sangría en los mercados de la deuda pública.
"El BCE está comprando deuda italiana de forma agresiva", aseguró ayer a la agencia de noticias Reuters un inversor de un hedge fund o fondo de inversión libre con sede en Londres.
La intervención del organismo que dirige la política monetaria de la zona euro apenas logró relajar la tensión sobre la deuda pública transalpina, cuya volatilidad alcanzó ayer un nuevo ríécord y alentó los temores de que se acerque un impago italiano. "Esto hace preguntarte cuánto poder tiene realmente el BCE. Da miedo", aseguró el trader.
Una deuda de casi 2 billones
Según las cifras más recientes de Eurostat, el organismo comunitario responsable de recopilar y publicar de manera armonizada las estadísticas de los veintisiete países de la UE, Italia cerró el año 2010 con una deuda pública de nada más y nada menos 1,84 billones de euros, el equivalente al 118,4 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB).
La deuda pública española es muy inferior: 641.802 millones de euros al cierre de 2010, o el equivalente al 61 por ciento de su PIB. Al lado de las magnitudes italianas y españolas, las quiebras de Grecia, Irlanda y Portugal parecen anecdóticas. La deuda pública griega suma 329.351 millones de euros; la irlandesa, 147.988 millones; y la portuguesa, 161.257 millones, siempre según los datos de Eurostat.
Para apuntalar a una Italia cuya deuda pública coquetea con los dos billones de euros, el fondo europeo de rescate ya sólo dispone de unos 250.000 millones una vez puestos en marcha los rescates de Atenas, Dublín y Lisboa. Algo más de la mitad del monto con el que contaba inicialmente.
La impotencia franco-alemana
El resto de los socios del euro ni pueden ni quieren aportar nuevos recursos al mecanismo de salvamento y estabilización de la zona euro cuyos medios son, a todas luces, insuficientes.
Francia está a punto de perder su triple 'A' -máxima calificación crediticia concedida por las agencias de rating o calificación de riesgos crediticios-, lo que encarecería su financiación, provocaría una crisis política interna en vísperas de las elecciones presidenciales de primavera de 2012, y tumbaría de rebote la triple A del fondo de rescate al que París es el segundo mayor contribuyente. La primera economía europea, la envejecida Alemania, por su parte, está lastrada por una deuda pública equivalente al 83,2 por ciento de su PIB.
Los jefes de Estado o de Gobierno de la zona euro pactaron hace apenas dos semanas en la cumbre celebrada en Bruselas recurrir a la ingeniería financiera para apalancar los restos del fondo de rescate, de modo que los 250.000 millones de euros se multiplicaran por cuatro igual que en el milagro bíblico de los peces y los panes, y alcanzaran el billón de euros.
Todo se retrasa
Pero los complejos aspectos tíécnicos del vago pacto político no quedarán hilvanados, en el mejor de los casos, antes de finales de este mes por más que prometieran acelerar los trabajos preparatorios los dirigentes europeos que participaron la semana pasada en la cumbre en la localidad francesa de Cannes del G-20, el grupo de los países más ricos e industrializados del planeta y las economías emergentes más prometedoras.
El Ecofin y el Eurogrupo celebrados este lunes y martes en Bruselas -Consejos de Ministros de Economía y Finanzas de, respectivamente, los veintisiete países de la UE y los diecisiete de la zona euro- admitió que los flecos del fondo apalancado no quedarán completamente atados, en el mejor de los casos, hasta la nueva reunión ministerial que mantendrán en la capital comunitaria el 29 y 30 de noviembre.
Y la movilización de sus recursos no será posible, en consecuencia, hasta principios de diciembre. Los especuladores disponen, por tanto, de casi un mes para seguir zarandeando a Roma y continuar pescando en río revuelto.