Antes de ayer asistí a una charla coloquio en la Escuela Lacaniana de Psicología sobre los cambios actuales de símbolos y su implicación en algunos movimientos sociales surgidos recientemente. Ya, ya, no me pregunten el motivo.
Entre las cosas que me llamaron la atención, y que entendí (no muchas pues los psicoanalistas tienden a hablar con una jerga que excluye de sus conversaciones al resto de los mortales), fue la afirmación de uno de los ponentes abogando porque Europa debería salir del control de Alemania. O más concretamente la Europa Latina. Su propuesta fue bien recibida por el auditorio.
Defendía este psicoanalista argentino, una emancipación del control alemán. No explicó como, pero no percibí mucho entusiasmo por el país germano. Supongo que si lee este artículo, su opinión se va a ver muy reafirmada. Una reafirmación Lacaniana, por supuesto.
Bill Powell, editor de Fortune, cuenta una aníécdota de una de las mesas redondas del pasado World Economic Forum anual en la India. Es tan ilustrativa de la situación actual que no hemos podido dejar de publicarla. Powell dice así:
Estaba moderando una mesa redonda en el Foro Económico Mundial de la India, y en medio de una corriente incesante de optimismo sobre los mercados emergentes, yo realicíé la siguiente reflexión.
Miren, dije, nací pesimista. Por el bien del argumento asumamos el peor de los escenarios, o casi el peor, para Europa. No creo que el euro pueda sobrevivir en la forma actual, y creo que Europa está en una profunda recesión. ¿Cuál sería el impacto sobre India, China y otras naciones en desarrollo, particularmente de ífrica?
Olvídense de la respuesta que se dio en esa mesa redonda, que fue la esperada. Lo que es interesante es lo que sucedió despuíés, durante una pausa para el cafíé, cuando me metí en una discusión entre dos ejecutivos alemanes que asistían a la reunión.
Por la naturaleza de esas reuniones, las charlas en los pasillos son siempre más interesantes que el programa oficial. Parte de la razón, particularmente cuando hablan con los periodistas, es que los empresarios o los políticos creen que esas conversaciones son off the record. Así que respetaríé el off the record, y no diríé los nombres de esos dos ejecutivos.
Ellos estaban irritados conmigo por el pesimismo que había expresado anteriormente. “¿No te das cuentaâ€, dijo uno de ellos, “que el costo para nosotros (Alemania) del rescate de Grecia es mucho menor que lo que nos costó reintegrar a Alemania del Este despuíés de la caída del muro en 1989?
Casi me atragantíé con el bollo.
Sí, le contestíé, soy consciente de eso. Viví y trabajíé en Berlín como periodista a mediados de la díécada de 1990 cuando se llevó a cabo el muy doloroso proceso (económicamente hablando). Pero, ¿no está eso -le dije amablemente- fuera del tema? Alemania integró a su hermano aislado y empobrecido durante la guerra fría, para hacer realidad un sueño al precio que costara. Los alemanes, por otra parte, rescatan a Grecia para evitar que lo contrario de un sueño se haga realidad.
Me hizo un gesto con la mano. No, no, dijo, los alemanes entienden lo beneficioso que ha sido para ellos la pertenencia a la zona euro. Sin ella, el valor del marco sería del 50% o 70% por encima del euro. “La industria alemana sería borrada del mapaâ€.
¿Por quíé Alemania necesita el euro?
Aquí es cuando casi me ahogo con el bollo por segunda vez. La mayoría de los economistas estarían de acuerdo, le dije a mi improvisado amigo, que hemos obviado o simplemente ignorado otra derivada. Italia, la tercera economía más grande de Europa, con una base industrial importante y moderna (no tanto, como explicamos en un artículo ayer en La Carta), se ha quedado atascada en el euro, que es más fuerte que lo que la Lira sería en las circunstancias actuales. Italia no puede devaluar para incentivar sus exportaciones, y eso beneficia a Alemania.
Me apartó cortíésmente y me dijo: No es Grecia lo que me preocupa. Es Italia. Es el tercer mayor mercado de bonos del mundo. La rentabilidad de su bono se ha situado por encima del 7% (antes de que el BCE interviniera para que cayera). Es demasiado grande para quebrar, y demasiado grande para salvarla. ¿El nuevo gobierno implementará suficientes medidas de austeridad para salvar el país?
Ahora el otro interlocutor habló de lo que a su juicio es la pura realidad. Tienen que hacerlo (refiriíéndose al gobierno italiano), “para ser francos, los tenemos cogidos por las pelotasâ€
Y no se equivoca. En esencia es precisamente ahí donde se sitúa la crisis europea. Los alemanes, y el BCE junto a ellos, han impuesto dos tecnócratas al frente de Italia y Grecia, lo que provocarán que sus gobiernos dejen al lado la política y adopten duras medidas de austeridad gusten o no. Porque como decía este empresario alemán, “los tenemos cogidos por las pelotasâ€