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Autor Tema: EL SENTIDO DE LA VIDA  (Leído 578 veces)

Scientia

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EL SENTIDO DE LA VIDA
« en: Noviembre 22, 2011, 10:02:46 pm »
http://www.libros2012.net/2011/05/el-sentido-de-la-vida-capitulo-10-del.html

EL SENTIDO DE LA VIDA – CAPíTULO 10 DEL LIBRO: LA SEMILLA.
 
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Reproduciríé aquí­ un texto que escribió mi hermano Josíé A. Píérez…

Desarrollo del equilibrio de Dios
La existencia de todo lo que actualmente conocemos hoy dí­a
refiriíéndonos principalmente a todo lo que estaba y está antes y
durante el proceso de transformación que da lugar a la evolución
de la capacidad racional del ser humano, a subsistido en un
equilibrio basado en un patrón en el que cada existencia tiene un
objetivo hacia la misma existencia; expresando que cada ser
unicelular, animal, vegetal, humano o átomos de materia es
energí­a, y no por separado como hemos nombrado a cada uno de
ellos, sino una misma energí­a con diferentes objetivos. Estos
objetivos son posibilidades infinitas de coexistencia dentro de toda
la energí­a para el equilibrio de si misma; que en continuo
movimiento y dentro de ese movimiento, da lugar a las
transformaciones que observamos con nuestros sentidos hacia
todo lo que sabemos que existe, dentro de nuestro universo y en
todos los universos paralelos al nuestro. Estas posibilidades
infinitas y su movimiento siguen, como hemos dicho
anteriormente, un patrón; esto es la vibración cósmica o equilibrio
energíético que da lugar a que la energí­a sirva a la energí­a
eternamente, para perpetuar la existencia del propio equilibrio. A
este patrón, a lo largo de nuestra evolución, se le ha llamado Luz y
esta formado y diseñado de la siguiente manera:
- Ciclo superior: es la energí­a vibratoria resultante de un
conjunto de Universos.
- Ciclo medio: es la energí­a vibratoria resultante del conjunto
que forman un Universo (planetas, soles, estrellas, cuerpos
azules, nebulosas etc.).
- Ciclo intermedio: es la energí­a vibratoria resultante en cada
componente de un Universo (planeta, sol, estrella etc.)
- Ciclo primario: es la energí­a vibratoria resultante de la
existencia y transformación de la energí­a.
Este patrón se auto regula continuamente equilibrando la energí­a
vibratoria de los infinitos ciclos primarios, ciclos intermedios, ciclos
medios, y ciclos superiores; ya que en cada uno de ellos resulta
una fuerza vibratoria de diferentes intervalos de intensidad. La
intensidad es más díébil o mas intensa dependiendo de los
objetivos que intervengan en cada uno de ellos. A estos ciclos
tambiíén se los denomina “chakras”.
De manera que la energí­a vibratoria más alta equilibra a infinitos
niveles de vibración más bajos.
Los infinitos ciclos primarios, intermedios, medios y superiores
están en continuo movimiento y sus energí­as vibratorias
resultantes se entrelazan entre si, incrementando o disminuyendo
la intensidad de sus propias vibraciones. Y este patrón o equilibrio
es Dios. ¿Que sitio establece Dios para el ser humano y por quíé?.
Dios establece a cada objetivo un nivel de vibración en su energí­a
y de ahí­ ocupa un lugar en concreto dentro de íél y de un ciclo. Es
por eso que cada objetivo tiene un tiempo o duración del ciclo y
según la acción requerida, el tiempo es la percepción del ser
humano en el que transcurre la transformación de la acción
ocupada por la energí­a. ¿Eso quíé es?, ¿eso quíé hace?, ¿eso por
quíé está ahí­?, estas preguntas están dentro de nosotros y van
situando nuestro propio lugar en Dios. ¿Quíé significa esto?. Una
planta ocupa un lugar en Dios como energí­a para cumplir el
propósito de su existencia, que es producir dióxido de carbono,
absorber oxigeno y servir de alimento a otras energí­as como
animales o insectos; pero este lugar que ocupa en Dios lo
establece Dios, y así­ sucesivamente en toda la energí­a.
Nosotros, como ser humano, somos nuestro propio ejemplo de
Dios, ¡sí­, es correcta la afirmación!, porque nuestro cuerpo es un
bioorganismo, que significa que es un organismo biológico, o lo
que es lo mismo, natural o perteneciente a la naturaleza, que a su
vez alberga infinitos bioorganismos en su interior en cadena o
ciclos primarios, que a su vez siguen conectados a todos los ciclos
infinitos. Por eso sufrimos la transformación.
¿Pero, quíé ocurre con el pensamiento, los sentimientos, las ideas,
y por quíé están directamente entrelazado con los ciclos primarios
de nuestro bioorganismo?.
El pensamiento o conciencia es energí­a, pero el ser humano es
racional a diferencia de los demás seres o energí­as. Y ¿la energí­a
del pensamiento, de dónde procede?, ¿la palabra, los verbos, las
letras?.
Cuando estamos en la placenta somos un cigoto. Nuestro cerebro
es solamente un hemisferio, es el derecho y está activado, y
cuando vamos desarrollando todo lo demás, ya desarrollamos el
hemisferio izquierdo, pero sólo sigue activo el derecho y eso
ocurre hasta poco antes de nacer, donde nos encontramos en un
profundo sueño. Por eso, al nacer, nos terminamos de transformar.
Nuestros pulmones y todo nuestro organismo, termina su
transformación y sigue en crecimiento y es ahí­ cuando
empezamos a activar el hemisferio izquierdo por medio de
nuestros sentidos. Pero hasta que empezamos a hablar, seguimos
teniendo activo sólo el hemisferio derecho. El hemisferio derecho
es Dios o patrón. Cuando empezamos a potenciar el hemisferio
izquierdo, bajamos al mí­nimo la intensidad del derecho y salimos
al exterior, es decir, sólo percibimos con los sentidos, pero no nos
sentimos a nosotros mismos. Cuando la intensidad del derecho
está en su más alto nivel, la vibración está tambiíén en su nivel
mayor; y entonces ¿para quíé tenemos el hemisferio izquierdo?. En
cierta forma, el hemisferio izquierdo, siempre sigue conectado al
derecho levemente y cuando observamos o experimentamos el
amor, la felicidad, la alegrí­a, la bondad, la piedad, la gratitud y la
paz, esa unión, levemente conecta la energí­a vibratoria de todas
esas maravillosas observaciones y aumenta la vibración del
hemisferio derecho.
La conciencia o pensamiento tambiíén se distribuye por ciclos, es
decir, el amor y la bondad formarí­an al ciclo superior, la alegrí­a, la
piedad, el afecto, el servicio, la ayuda, formarí­an al ciclo medio,
las emociones formarí­an al ciclo intermedio, y las letras, palabras,
ideas, y sí­mbolos formarí­an el ciclo primario.
De acuerdo a la consciencia, Dios continuamente la atrae hacia sí­
mismo. Esto significa que el patrón llama al patrón en función al
nivel de vibración. Dios da al ser humano la capacidad de situarse
en cualquier ciclo al nivel de vibración que sea, e incluso de
modificar la energí­a vibratoria dentro de su ciclo, sirviíéndose de
su unión con Dios. Es decir, siempre vemos lo que somos, porque con nuestros
sentidos estamos en contacto con todo, pero sólo en el momento
en que nos unimos a todo podemos situarnos en todo.
Desde la perspectiva de los sentidos, es exterior, es decir, yo soy
el observador. Pero desde la perspectiva en mi interior, yo soy lo
que yo soy, o lo que es lo mismo, yo soy Dios.
Hasta ese momento, no nos damos cuenta de hasta quíé punto
influimos en nosotros mismos y en todo lo que nos rodea, y
mientras no llegamos a ese momento, modificamos el patrón
original de Dios intentando crearlo para nuestro propio interíés, sin
darnos cuenta que sólo Dios crea a Dios. El problema es que,
cuando modificamos el patrón, tambiíén modificamos la vibración
de nuestro bioorganismo y, en esa vibración, cuando sufrimos la
transformación, Dios sitúa nuestro yo (pensamiento o conciencia)
en un núcleo de nivel más bajo.
El modo en que observamos y sentimos la vibración de nuestro
bioorganismo es por mediación de los chakras o ciclos superiores
de nuestro cuerpo. Pero es el del corazón el que sentimos con más
notoriedad por ser el primer chakra superior en desarrollarse. Y es
por todo esto por lo que debemos saber que el ser racional que
está en todos los Universos sigue siendo humano. El ser
extraterrestre es un humano porque el pensamiento se vuelve a
situar y comienza su objetivo en el ser racional. Cuando
encontramos la respuesta, es porque en ese momento nuestro
pensamiento alcanza el máximo nivel de vibración y podemos
situarnos en el ciclo que queramos, con la vibración que queramos
y para el objetivo que queramos, porque Dios será el que guiará
nuestro estado como en todo lo demás.
¡Ya no somos el observador, ya somos lo observado, la energí­a, el
patrón original de DIOS!
…………………
Bien. Voy a utilizar como analogí­a el cuerpo humano. Somos energí­as.
Todo lo que existe es energí­a. Y estas energí­as forman un Todo. Este Todo
podrí­a representarse como el cuerpo humano. Y ya sabemos que, cada parte
integrante del cuerpo humano, tiene una función especí­fica.
Igualmente, cada uno de nosotros, cada una de nuestras energí­as, tiene una
función especí­fica en esa energí­a total. Esta energí­a total debe permanecer
en equilibrio, al igual que debemos mantener una dieta equilibrada para que
nuestro cuerpo estíé sano.
Las energí­as se entrelazan dentro del organigrama total, al igual que se
pueden mezclar los glóbulos rojos con los blancos.
Cada cosa que existe tiene una vibración diferente. Las diferencias vienen
dadas en grados de vibración. Lo podrí­amos representar en una escala de
vibración, donde los extremos son el punto más alto de vibración y el punto
más bajo de vibración. De modo que las vibraciones altas compensan a las
bajas, quedando en perfecto equilibrio. Ese equilibrio representa a lo que
llamamos Dios.
El hemisferio derecho de nuestro cerebro, del cual estamos desconectados,
contiene los patrones de Dios, aquellos en los que debemos basar nuestra
existencia. Cuando nos hablan del 90% del cerebro que no utilizamos o del
90% del ADN basura (le dicen así­ porque piensan que no sirve para nada),
se están refiriendo a las partes fí­sicas del cuerpo que contienen la
información de nuestra existencia.
El hemisferio izquierdo es una herramienta del derecho, y su función es
estimular al derecho mediante los sentidos.
Al estar conectados a este hemisferio izquierdo, percibimos la vida como el
conjunto de estos estí­mulos, como aquello que hemos ido percibiendo a
travíés de los sentidos fí­sicos. Es debido a ello, por lo que pensamos que
todo aquello que no se puede percibir fí­sicamente, no existe. Sin embargo,
la esencia de la vida se encuentra, precisamente, en ese hemisferio derecho
del que estamos desconectados, en esa parte con la cual no podemos
percibir con los sentidos fí­sicos. El objetivo de nuestra existencia es
obtener el equilibrio de Dios. Vivir a su imagen y semejanza.
Es bien sabido que nuestra capacidad de raciocinio nos diferencia de los
demás seres, y que esa capacidad nos permite crear. Podemos fabricar una
silla, una mesa, un coche… Y los demás seres que coexisten con nosotros,
no. Podemos co-crear.
Cuando nos acercamos a Dios, podemos ver la vida tal y como íél la ve,
podemos situarnos en el Todo y darnos cuenta de que somos Uno. Y de que
todos vamos en la misma dirección. Hay que seguir el movimiento natural
creado por Dios. En caso contrario, si actuamos sin pautas o con pautas
erróneas, rompemos el orden, rompemos el equilibrio y nuestra vibración
se desequilibra, disminuyendo su intensidad. Cuando estás en Dios, todo es
perfecto. Cuando juegas a ser Dios sin estar en Dios, entonces, estamos
actuando en su contra, en contra de nosotros mismos y en contra de todo.
Nuestra capacidad de raciocinio hace que tengamos un ví­nculo directo con
Dios y hace que seamos semejantes a íél. Somos hijos de Dios. Sólo que, en
tíérminos religiosos, estamos actuando como ángeles caí­dos. Si cada uno de
nosotros no actuamos como deberí­amos para restablecer el equilibrio
divino, Dios Padre-Madre se encargará de restablecer ese desorden, igual
que harí­an los padres si ven que sus hijos se comportan como no deben, se
encargará de mantener el orden.