La huelga de los pilotos de Iberia amenaza con poner en jaque a miles de pasajeros, con el caos aíéreo de hace un año aún en el recuerdo
En los últimos años, diciembre ha hecho míéritos para convertirse en el mes horribilis para las aerolíneas. Cuando la Navidad se acerca, el precio del combustible y el nivel de demanda pierden protagonismo frente otros dos problemas: el cese de actividades de algunas compañías y los conflictos laborales, que se enquistan cuando regresa el turrón.
Tras un 2010 con el caos aíéreo desatado por los controladores aún vivo en el recuerdo, este diciembre es la huelga de pilotos de Iberia la que amenaza con poner en jaque la vuelta a casa por vacaciones. Ayer, la aerolínea pidió al colectivo, que rechaza la creación de una filial de bajo coste fuera del grupo, que recapacite y piense en sus clientes, los grandes perjudicados.
Sin embargo, el panorama no es halagí¼eño y la industria se prepara para otro capítulo negro. El calendario es el siguiente. El 5 de diciembre, los tripulantes de Iberia decidirán si se unen a los pilotos en el órdago a la empresa. Entre el viernes 9 y el lunes 12, podría tomarse la decisión final, por lo que la huelga, que debe ser convocada con 10 días de antelación, podría celebrarse en torno al 21 o 22 de diciembre, según fuentes del sector.
Fantasma
Pase lo que pase, el daño está hecho, al menos en parte. Los pasajeros están en vilo, las ventas se han visto afectadas y el fantasma de miles de pasajeros sin poder viajar acecha en la memoria colectiva, gracias a un clásico (la nieve) y tres protagonistas con nombre propio: Air Madrid, Air Comet y los controladores.
El 15 de diciembre de 2006, Air Madrid anunció el cese de sus operaciones y dejó a más de 300.000 pasajeros en tierra. Tres años despuíés, las deudas ahogaron a Air Comet, la aerolínea de Grupo Marsans, que cierra el 21 de diciembre, con 7.000 clientes afectados.
El colofón en la cadena de imprevistos tuvo lugar hace casi un año, cuando el colectivo de controladores aíéreos abandonó sus puestos de trabajo en los días previos al puente de diciembre, sembró el caos en los aeropuertos españoles y obligó a decretar el estado de alarma por primera vez en democracia. Las víctimas, más de 600.000 personas y, el coste, hasta 300 millones de euros, según datos de la patronal del transporte aíéreo.