Por... Jeffrey A. Miron
Muchos economistas importantes creen que la Reserva Federal debería estimular la economía comprometiíéndose a lograr una meta de inflación de 5 por ciento, en lugar del 2 por ciento actual. Estos economistas argumentan que la expectativa de una inflación más alta implica un interíés real más bajo lo cual puede estimular la inversión y la contratación de empleados, acelerando de esta manera la recuperación económica. Esta recomendación es lógica vista de esta manera. Pero puede que no funcione ya que involucra sus propios riesgos.
Una inflación más alta no necesariamente estimulará la economía ya que las tasas de interíés no son lo único ni probablemente lo principal que está limitando la inversión y la contratación. En su lugar, las expectativas pesimistas de las empresas acerca de la demanda de los consumidores, la preocupación acerca de un sesgo anti-empresa en las políticas del gobierno y un miedo a grandes aumentos de impuestos para financiar los beneficios estatales son posiblemente factores que están jugando un papel más importante. De manera que elevar la meta de inflación de la Fed podría generar una inflación más alta sin ningún otro beneficio para la economía.
La dificultad crucial de fijar una meta más alta es administrar las expectativas de inflación en la economía. Por un lado, la resistencia política a una inflación más alta podría generar una reacción negativa conforme la inflación empiece a aumentar, dificultándole a la Fed mantenerse firme en su camino hacia la nueva meta. Por otro lado, una meta de inflación más alta podría generar la preocupación de que la inflación no simplemente llegará a 5 por ciento sino que seguirá aumentando muy por encima de ese porcentaje. El segundo de estos resultados parece ser más probable, dado que la situación de la deuda de EE.UU. naturalmente está provocando miedos de que una inflación más alta es simplemente una manera de devaluar la deuda. Esto es precisamente lo que muchos economistas le están pidiendo al Banco Central Europeo como reacción a la crisis de la deuda en Europa.
De manera que una meta de inflación más alta tiene una lógica consistente en el mundo hipotíético en el que la Fed puede comprometerse creíblemente a esta política y donde puede administrar las expectativas acerca de la inflación en la economía. En el mundo real, esa tarea es más difícil.
Un problema distinto es que una inflación más alta, sin importar cuáles sean sus míéritos para estimular la inversión, redistribuiría riqueza desde los acreedores hacia los deudores. Esto le parecerá a muchos ciudadanos algo arbitrario e injusto, implicando un escándalo político que podría ser difícil de controlar. Occupy Wall Street y el Tea Party encontrarán una causa común. Tal vez el mayor perjuicio de una meta de inflación más alta es que presume que los problemas de la economía surgen de una “demanda agregada†inadecuada. Si esto es correcto, potencialmente tiene sentido estimular la demanda.
Pero una interpretación distinta de nuestros recientes problemas económicos, y de nuestra lenta recuperación en particular, es que EE.UU. experimentó una inmensa reducción de riqueza cuando la burbuja inmobiliaria reventó. Al mismo tiempo, el aumento en los díéficits puso en evidencia la insostenibilidad de nuestra política fiscal. Ambos eventos revelan que EE.UU. ha estado prestando de más, consumiendo de más y ahorrando poco debido a presunciones irrealistas acerca del crecimiento económico, los precios de las viviendas y las acciones y acerca de la habilidad de las políticas públicas de manipular la economía.
De acuerdo a esta interpretación, un mayor grado de inversión no tiene sentido hasta que los consumidores hayan reconstituido su poder de compra y eso ocurrirá solo gradualmente conforme los consumidores se recuperen del gran golpe que sufrió su bolsillo. La política monetaria estimulante podría cambiar algunas inversiones del futuro al presente, pero esto no será productivo porque la inversión será sub-utilizada dada la ausencia de demanda de los consumidores.
En general, el argumento a favor de una meta de inflación más alta —y de políticas de estímulo en general— da por hecho que la economía estadounidense puede volver a un crecimiento normal rápidamente. La interpretación de una “reducción de riqueza†sugiere que una recuperación lenta es inevitable, lo cual implica que los intentos de evitarla serán contraproducentes.