La Cumbre de la UE ha tenido como resultado una versión clásica de la estrategia de disimular y prolongar, que, además, sigue el mismo modus operandi que las reuniones previas de los líderes europeos sobre la crisis de la deuda de la eurozona.
Pese a tratarse de la decimosíéptima reunión (sí, ¡la número 17!) y ser mucho más lo que está en juego, el Gran Plan continúa sin ponerse en marcha. Ahora contamos con una nueva fecha límite en marzo, que va a coincidir de pleno con los intentos de Italia y de España por recaudar 300.000-500.000 millones de euros para la refinanciación de su deuda.
Me sorprendería enormemente que de los resultados de la cumbre derivase una gran tendencia alcista en modo de riesgo activo. No obstante, uno ha de reconocer el empeño observado por recurrir al Fondo Monetario Internacional, que es terreno resbaladizo frente al Tratado de la UE. Como dato positivo, poner freno a la deuda de la UE es bueno, salvo porque es algo que ya existe en forma de un “pacto de estabilidad y de crecimiento†que nunca se ha cumplido.
La peor parte del resultado de la cumbre ha sido la recriminación pública del Primer Ministro británico David Cameron. No me sorprendería del todo que la situación desembocase en un futuro debate en Reino Unido acerca de la celebración de un referíéndum sobre la UE, en el que el “no†vencería con claridad y, en última instancia, podría suponer la salida de Reino Unido de la UE. Puede que haya llegado el momento de valorar las posibilidades de que de hecho Reino Unido salga de la UE antes que Grecia.
La eurozona, frente a la Europa de los 27, se encuentra asimismo en mínimos históricos en tíérminos de solidaridad y de acuerdos. (Conviene tener en cuenta que Suecia, Hungría, la República Checa y Reino Unido se mantienen al margen por ahora.) Es probable que los inversores opten por recompensar a aquellos países que no den un paso adelante, ya que, lamentablemente por falta de acción política, el proyecto de la UE pierde credibilidad en cada una de las reuniones que se celebran. Se ha tratado únicamente de sobrevivir de una reunión a otra, si bien, en última instancia, serán los líderes quienes pierdan la batalla, aunque sigan luchando por hacerse con ella.
La crisis de la UE ya no cuenta con la mejor solución, ni siquiera cuenta con otras soluciones algo menos buenas. Nos movemos en una elección entre opciones muy negativas; gran parte de ellas no contribuyen a mejorar la situación, sino que la empeoran. Europa se enfrenta a una cuestión de solvencia. No obstante, en cada una de las Cumbres de la UE, se ha dado respuesta a este tema con mayor liquidez; es decir, que para atajar el problema de la deuda, se ha ido creando más y más deuda. Preveo una “Reunión entre Cardenales†en 2012, lo que viene a decir que: tras experimentar el mercado de valores una importante caída, la UE va a optar por echar el cierre a los mercados de bonos durante una o dos semanas y así determinar quiíén hay, a quíé precio y a cuánto ascienden las píérdidas.
El tiempo se agota y el coste de no hacer nada crece y crece. El año 2012 va a suponer una nueva espiral a la baja para los políticos, el crecimiento y los mercados europeos. No obstante, es probable que tambiíén sea el momento de formatear, de tal manera que tanto Europa como el resto del mundo puedan dejar atrás el dinero “fiduciario†y la liquidez a cualquier precio y centrarse en adelante en la supervivencia, el empleo y el optimismo.
Es necesario que el foco se sitúe en mejorar la solvencia y en la elaboración de un acuerdo tripartito (sindicatos, gobiernos y trabajadores) sobre cómo mejorar la productividad, favorecer una devaluación interna de los costes (salarios) y mantener el equilibrio social.