Por... Beatriz De Majo C.
La crisis mundial ha puesto a los responsables de la política financiera china a cavilar acerca de su estrategia de inversiones allende los mares.
Son muchos los agentes del gobierno en sus altos niveles, así como los acadíémicos, que están urgiendo a las autoridades a diversificar sus inversiones en el exterior. Aunque la verdadera estructura de las reservas foráneas chinas es un secreto de Estado muy bien guardado, se conoce que una muy significativa porción de los 3.200 millones de dólares que China mantiene en ultramar corresponden a obligaciones financieras.
Pero un golpe de timón se está produciendo y las autoridades económicas se orientan cada día más hacia la colocación de sus capitales ociosos en el exterior en activos reales y recientemente comienzan a privilegiar la infraestructura.
La Corporación de Inversiones China, el fondo soberano más importante del país, ha sido la primera institución en migrar desde las inversiones externas en desarrollos de materias primas y en construcción hacia la participación en grandes proyectos de inversión en infraestructura en los países desarrollados de Occidente. No es un secreto que estos actores están en búsqueda de fondos, por igual, para financiar la renovación de grandes obras.
El presidente de CIC, Lou Jiwei, abordó el tema sin ambages la pasada semana en un artículo de opinión publicado en el prestigioso diario londinense Financial Times, motivado posiblemente por el hecho de que Beijing está apuntando al desarrollo y a la operación de obras en el propio Reino Unido.
El proyecto del tren de alta velocidad entre la capital británica y el norte de Inglaterra parece ser la joya de la corona de la que se ha enamorado el CIC y se han apresurado a plantearles propuestas a los ingleses que pudieran ser una solución gana-gana para los dos lados de la ecuación.
Lou ha dejado claro que China, dentro de una nueva orientación para el manejo de sus reservas de ultramar, ha resuelto no solo participar como contratista en nuevas obras en destinos seleccionados del planeta, sino que, además, aspira a participar activamente en su operación. He allí una novedad.
Ese es el caso de Inglaterra, donde el gobierno ha acudido a los fondos soberanos asiáticos y del Medio Oriente para repotenciar carreteras, líneas fíérreas y viviendas sociales y se ha topado con esta propuesta operativa china.
En una tónica similar andan los chinos en Brasil, Perú y Chile, donde avanzan en tratativas para la construcción y operación de puertos; y lo mismo ocurre en Venezuela, donde están enfrascados en una importante obra de desarrollo ferroviario.
Para esta nueva estrategia, el fondo chino cuenta con 410.000 millones de dólares, una cifra capaz de poner a salivar a cualquier país en estas íépocas de carestía de fondos.
Lo que se atisba es un cambio importante en el uso de los inmensos ahorros que genera la creciente economía china.
De cooperantes han pasado a contratistas, financistas y de allí a accionistas. Ahora, además se quieren asegurar una operación eficiente en aquellos proyectos en los que sus recursos están de por medio. En el fondo, como economía ganada al capitalismo moderno, lo que Beijing busca son mejores retornos y menores riesgos.