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Autor Tema: Desigualdad  (Leído 337 veces)

Rubican

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Desigualdad
« en: Diciembre 29, 2011, 08:46:34 pm »
Por  Santiago Niño Becerra

Muy interesantes, mucho, los dos textos que en sus Págs. 3 a 6 publicó El Paí­s Negocios del 11.12.2011: van sobre desigualdad en la distribución de la renta. Se analizan, entre otras cosas, el último informe que la OCDE ha publicado sobre el tema: aquí­.

La desigualdad está aumentando desde hace tres díécadas, en unos lugares más que en otros y las causas que se barajan para explicar tal aumento son variadas, dependiendo, tambiíén, de posiciones ideológicas: si el darwinismo social de finales del XIX y principios del XX llegó a ser justificado abiertamente por ciertos miembros de iglesias con base calvinista, ¿cómo va a no tener su importancia la vertiente ideológica (a pesar del declive actual de las ideologí­as convencionales) en la explicación de la actual desigualdad?.

Tal y como lo veo existe un polinomio perverso cuyos tíérminos se influyen entre si y se realimentan: ‘crecimiento – desempleo del factor trabajo – pobreza – excedente demográfico – desigualdad’. La cosa, pienso, ha ido del siguiente modo.

Desvinculado, desde mediados de la díécada de 1980, el crecimiento económico: la generación de PIB, de la necesidad de factor trabajo, a lo que, en los años siguientes, se fue añadiendo el perfeccionamiento de la organización productiva, el proceso deslocalizador hacia paí­ses con una oferta de trabajo prácticamente ilimitada y sin derechos laborales, y el acceso a una tecnologí­a cada vez más sofisticada, más barata y más fácil de utilizar, el desempleo, el subempleo y el paro encubierto comenzaron a crecer a nivel mundial (en unos lugares más que en otros y con una combinación diferente entre los tres) de forma inexorable. A ello contribuyó el imparable crecimiento demográfico: en 1980 la población mundial ascendí­a a 4.400 millones de personas, en el 2010 a 6.900.

En los paí­ses subdesarrollados la tasa de pobreza disminuyó, pero no tanto el número de pobres, y sí­ aumentó la desigualdad. En los desarrollados, abocados a una caí­da tendencial de la demanda de trabajo y a la necesidad de frenar el aumento de costes laborales, la tendencia descendente de las rentas salariales se compensó con la concesión de una capacidad de endeudamiento prácticamente ilimitada a la clase obrera a fin de que pudieran consumir, tanto bienes nacionales como importados, y tanto productos materiales -industriales- como intangibles -servicios-, lo que, temporalmente, precisó de un aumento de oferta de trabajo que fue resuelto permitiendo la inmigración -legal o no- de población procedente de paí­ses subdesarrollados.

El PIB aumentó, pero fue debido al críédito al que accedió todo aquel que quiso: prácticamente todo el mundo desarrollado; la desigualdad creció porque lo hicieron las remuneraciones de ‘quienes diseñaban los míétodos de crecimiento y lo posibilitaban’; la búsqueda de la igualdad se fue abandonando porque las ciudadaní­as podí­an consumir gracias al críédito por lo que se crecí­a (al margen de que los impuestos significaban un freno a ‘los míétodos de crecimiento que pudieran diseñarse’); y la democracia en los paí­ses desarrollados y en los más avanzados de los que estaban en ví­as de desarrollo se fue consolidando a medida que todos (casi) fueron pudiendo consumir más de todo en todo momento y en todas partes: en base al modelo en el que hemos vivido, ¿quíé pudo haber expandido más la democracia que el hecho de que todo aquel que quisiera tuviese acceso a un BMW, a cenar en Maxim’s o a degustar un Chí¢teau de 1962?.

El modelo de protección social fue como se quiso que fuese ya que la recaudación fiscal crecí­a, es decir, los ingresos públicos aumentaban y nutrí­an la caja para financiar el gasto público, no porque se abrasase a los ricos con gravámenes salvajes, sino porque, al aumentar ininterrumpidamente la actividad económica debido al crecimiento, los dineros recaudados aumentaban ví­a, fundamentalmente, la imposición indirecta que los gozosos consumidores pagaban, y a los impuestos directos que las nóminas crecientes (fundamentalmente en número) apoquinaban. A travíés del modelo de protección social ha sido como, fundamentalmente, se ha llevado a cabo la redistribución de la renta en estos últimos años, lo que ha hecho que la tasa de pobreza se mantuviese estable en los paí­ses desarrollados (no así­ la desigualdad, según lo ya comentado).

La precrisis iniciada en el 2007 y la crisis sistíémica ya planteada desde Mayo del 2010 supuso un punto y a parte: siendo el crecimiento económico cada vez más imposible debido al agotamiento de la capacidad de endeudamiento, la demanda de trabajo comenzó a caer sin que la oferta de trabajo se viera afectada, lo que llevó al empeoramiento de las finanzas públicas y al aumento de la desigualdad y de la pobreza y, tambiíén, a un resurgir de tendencias polí­ticas no-democráticas. Paralelamente se depositó la esperanza en las economí­as emergentes, unas economí­as cuyos modelos productivos dependen, en muchí­sima medida, de que les compren las commodities que producen y que, en clave interna, o se sustentan en un críédito imposible de sostener o en la represión a todos los niveles de una población crecientemente insatisfecha.

La desigualdad, pienso, junto al aumento de la pobreza, y a no ser que se produzca una reducción brutal de la población no necesaria para generar el PIB conveniente en cada momento, no se va reducir, al revíés, va a más, a mucho más. A este respecto, vuelvo a recomendar la lectura de una obra básica: “El fin del trabajo”, de Jeremy Rifkin; siempre esencial desde su publicación en 1995, pero hoy absolutamente superimprescindible.

Un bastante en la lí­nea anterior: el informe de la OCU sobre los precios y el euro (aquí­): mientras que desde la creación de la zona euro el IPC en España ha aumentado el 32% los salarios lo han hecho el 14% (si bajamos a nivel regional las diferencias son aún más escandalosas). ¿Quíé ha sucedido?, pues que en las áreas monetarias los precios tienden a igualarse pero los salarios dependen aún más de la productividad, y la productividad medida en valor añadido generado por unidad de factor productivo efectivamente utilizado es en España muy bají­sima. ¿Ha empobrecido el euro a los españoles?, sí­, pero si España no hubiese sido metida en el área euro aún serí­a más pobre: los salarios ni siquiera hubiesen crecido ese 14%. Y, ¿cómo ha sido cubierta esa diferencia entre precios y salarios?, pues concediendo a los españoles una capacidad de endeudamiento infinita; para poder hacer más negocio, naturalmente.

…

La pasta que a los bancos les dio el BCE la depositan en íél. Pienso que no sobra liquidez, falta ‘gente’ a quien prestar, sean Estados, Gobiernos locales, empresas o familias: nadie ofrece garantí­as suficientes porque todo el mundo debe la tira, existe un exceso de capacidad productiva y las posibilidades de hacer cosas son escasas; y aún así­ siguen queriíéndose arreglar las cosas utilizándose un modelo agotado: como cuando en la Depresión: se querí­a solucionar la situación con una aún mayor inhibición del Estado. Absurdo, ya.

Foro de bolsa, un saludo y Felices Fiestas.
« Última modificación: Diciembre 29, 2011, 08:47:10 pm por Rubican »


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