La zona Euro sigue acaparando, casi de forma exclusiva, la atención del mercado. El papel que jugó el Banco Central Europeo en noviembre sigue antojándose insuficiente para frenar la hemorragia de riesgo soberano con ramificaciones a economías sistíémicas de la zona Euro. Tampoco ha sido suficiente que la coyuntura política domíéstica haya tendido a reconducirse en Grecia o Italia.
Lo que vuelve a subyacer del último episodio de deterioro de los principales termómetros de riesgo es la insuficiencia de los instrumentos (lamentablemente sólo diseñados hasta la fecha sin una mínima concreción) esbozados en la última cumbre europea del pasado 26 de octubre.
Los “cortafuegosâ€, por el momento, siguen siendo un mero muestrario sin materialización efectiva. Y la alternativa a un proceso de contagio masivo, con un telón de fondo de ruptura de la unión monetaria como está concebida en la actualidad, no es otra que la adopción cuasi inminente de acciones decididas y contundentes, sin que se repitan los sucesivos episodios de duda y zozobra que llevan enquistados en el seno institucional europeo a lo largo del último año y medio.
Pensamos que el punto que demanda una mayor urgencia en su resolución es el relativo a la propia capacidad de la facilidad de estabilidad (EFSF) de financiarse en condiciones aceptables y de acometer rescates de la magnitud potencialmente requerida. Y en paralelo hay que avanzar en una doble vertiente:
(i) dotar al BCE de un mandato claro de último garante de la estabilidad financiera; y
(ii) dar pasos claros y creíbles en la dirección de una unión fiscal que permita vislumbrar un futuro de emisiones de deuda conjunta.
Sin embargo, la primera línea de acción cuenta con la oposición del propio BCE y de Alemania; en cuanto a la segunda, el Gobierno alemán la apoya parcialmente, pero sigue rechazando el formato del Eurobono. Además, la mayor integración requiere reformar el Tratado de Lisboa y puede encontrar la oposición de los países solventes del euro de menor tamaño y de los que están fuera del propio euro.
En definitiva, las soluciones no parecen maduras a corto plazo, por lo que seguimos esperando volatilidad elevada en un horizonte temporal próximo: la presión de los mercados puede prolongarse durante algunas semanas sin que se llegue a una situación de ruptura del euro o impago soberano (el BCE seguirá interviniendo, Italia tiene margen y puede seguir financiándose a tipos elevados y Grecia acaba de recibir los 8.000 millones de euros que estaban bloqueados).
Y es que mientras no se produzca una reacción oficial suficiente, el riesgo de contagio sobre la economía real y sobre el sector financiero puede justificar retrocesos adicionales en los activos de riesgo en euros, aunque los actuales niveles ya descuentan un escenario económico lo bastante adverso.
El posicionamiento, en este contexto, debe ser de clara infraponderación en el segmento de renta variable OCDE. Y es que para ser un catalizador constructivo, las valoraciones tienen que ser confirmadas inevitablemente por una estabilización de la dinámica soberana.
En renta fija Gobiernos, centramos nuestra exposición en las referencias a corto plazo españolas (inferiores a 18 meses), donde pensamos que existen oportunidades importantes dadas las rentabilidades actuales en un contexto en el que vemos una probabilidad marginal de que ocurra un escenario de ruptura de la zona Euro o un default del Tesoro español.
Por el momento, por tanto, la cautela sigue siendo obligada: el objetivo prioritario continúa siendo la protección del capital, con especial íénfasis en los perfiles de riesgo más conservadores, a travíés de
(i) una elevada diversificación, y
(ii) el control sistemático de la volatilidad, lo que conlleva un elevado dinamismo en la aproximación táctica al mercado.