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Autor Tema: Al ritmo que vamos, es casi seguro que los Estados Unidos entren en suspensión  (Leído 219 veces)

Orpheo

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El mundo se enfrenta a importantes retos económicos en 2012. Va a ser un año muy interesante. Es probable que no tan volátil como el 2011, pero en el que se tendrá que definir, hacia un lado o hacia el otro, las distintas incertidumbres que ahora asolan los mercados globales. La crisis de deuda europea, la ralentización económica o recesión en algunas zonas del mundo, los problemas estructurales de algunos paí­ses como EE.UU., deberán a encaminarse hacia una solución definitiva, o explotar en un caos que provocará consecuencias imprevisibles.

El New York Times recoge la opinión de algunos de los principales economistas mundiales, para enfrentar la solución actual. Dada la extensión de sus análisis, publicaremos la opinión de estos economistas entre el artí­culo de hoy y el artí­culo de mañana.

 

Empezaremos por la opinión de N. Gregory Mankiw, profesor de economí­a en Harvard, que está asesorando a Mitt Romney en la campaña por la nominación presidencial republicana.

 

¿Quíé podemos hacer para que la economí­a vaya bien?

 

Esa es la pregunta que Ben Bernanke y sus colegas de la Reserva Federal se deben estar haciendo. Oficialmente, la recesión terminó hace un tiempo. Pero con un desempleo persistente por encima del 8 por ciento, todaví­a sentimos como si estuviíéramos sumidos en una depresión económica.

 

La respuesta de la Fed para solucionar el mediocre crecimiento económico ha sido la de reducir a corto plazo las tasas de interíés. A su favor, que lo hizo de forma rápida y drástica, ya que la recesión se desarrolló en 2007 y 2008. A continuación, tomó varias medidas no convencionales para empujar hacia abajo las tasas de largo plazo, incluidas las hipotecarias. Bernanke merece más críédito que nadie para evitar que la crisis financiera se convierta en una segunda Gran Depresión.

 

Ahora, la clave será la gestión de las expectativas. Los mercados financieros siempre miran hacia adelante, aunque de manera imperfecta. No sólo importa lo que haga la Reserva Federal hoy, sino tambiíén lo que hará mañana. Con las tasas oficiales de corto plazo ya cerca de cero, lo que haga la Fed este año será menos importante que lo que los polí­ticos digan que van a hacer el próximo año - o al año siguiente.

 

Una pregunta crucial es cómo de rápido la Fed subirá las tasas de interíés cuando la economí­a se recupere. Hasta ahora, los estrategas de la Fed han dicho que esperan mantener las tasas “excepcionalmente bajas” por lo menos hasta mediados de 2013. Se ha hablado incluso de extender ese plazo por un año, hasta mediados de 2014.

 

Sin embargo, Charles Plosser, el presidente de la Reserva Federal de Filadelfia, tení­a razón cuando dijo recientemente que “la polí­tica tiene que estar supeditada a la economí­a, no al calendario.” La clave para manejar las expectativas será explicar este plan de contingencia con más detalle. Es decir, ¿quíé necesita ver la Fed antes de que comience elevar las tasas otra vez?

 

Lamentablemente, los economistas no ofrecen consejos simples y uní­vocos. Algunos sugieren vigilar la tasa de inflación general. Otros señalan vigilar la inflación, pero excluyendo los precios volátiles de los alimentos y de la energí­a. Y otros aconsejan centrarse en el producto interior bruto nominal, que pondera la inflación y el crecimiento económico por igual.

 

Alcanzar un consenso entre los miembros del Comitíé Federal del Mercado Abierto, que fija la polí­tica monetaria, no será fácil. De hecho, podrí­a ser imposible. Pero la claridad de la Fed en ofrecer más detalles sobre los planes de contingencia, es lo que mejorará el escenario en los próximos años.

 

Dos grandes problemas, dos soluciones.

 

Christina D. Romer, profesor de economí­a en la Universidad de Berkeley, California, y presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Obama.

 

Los Estados Unidos se enfrentan a dos enormes problemas económicos: uno el insostenible díéficit presupuestario a largo plazo y otro el persistente alto desempleo. Ambos demandan una agresiva acción de polí­tica fiscal.

 

Esperar hasta despuíés de las elecciones de noviembre, como parece probable, serí­a una irresponsabilidad. Tampoco es necesario, ya que hay planes para hacer frente a ambos problemas, un apoyo bipartidista.

 

Sobre el díéficit, la gran preocupación no es el díéficit actual, que se prevíé que disminuya drásticamente si la economí­a se recupera. Más bien, es la perspectiva a largo plazo. Durante los próximos 20 a 30 años, el aumento de los costos del cuidado de la salud y de la jubilación de los baby boomers, provocará que el díéficit actual parezca insignificante. Al ritmo que vamos, los Estados Unidos es casi seguro que entren en suspensión de pagos algún dí­a. Y al igual que los costos de mantener un hogar, los costos de lidiar con nuestros problemas presupuestarios se incrementarán si esperamos.

 

Ya tenemos un plan para una solución bipartidista. La Comisión Bowles-Simpson ha diseñado un plan sensato de recortes de gastos, que deberí­an reducir el díéficit en 4 billones de dólares la próxima díécada. Es necesario compartir los efectos de la reducción del díéficit, al tiempo que proteger a los más vulnerables y mantener las inversiones en la productividad futura. El Congreso deberí­a hacer caso a la recomendación de la comisión el primer dí­a que regrese en enero.

 

Pero no podemos centrarnos sólo en el díéficit. La persistencia del desempleo está destruyendo la vida y provocando la píérdida de talento de más de 13 millones de estadounidenses. Peor aún, cuanto más tiempo permanezcan las personas sin trabajo, más probabilidad hay de que sufran una píérdida permanente de habilidades y se retiren de la fuerza laboral.

 

La evidencia que el estí­mulo fiscal genera empleo y reduce el desempleo, es más fuerte ahora que nunca. Y aplicarlo junto con un fuerte estí­mulo adicional para reducir el díéficit, probablemente aportarí­a un poderoso empuje para la confianza y el gasto.

 

La Reserva Federal, dirigida por Ben Bernanke, ha mantenido los tipos de interíés en el suelo. El recorte de impuestos en la nómina para trabajadores y empleadores y la extensión del seguro por desempleo, que el presidente Obama propuso en septiembre pasado, ayudarán a las personas a volver a trabajar.

 

Pero aún mejor serí­an medidas que incrementaran el empleo hoy, al mismo tiempo que nos dejen con algo de valor duradero. Debido a que muchas personas se preocupan sobre el aumento del papel del gobierno federal, ¿por quíé no dar sustanciosos fondos federales a los gobiernos estatales y locales para la inversión pública? Dí­ganles que el dinero tiene que usarse tanto para infraestructura fí­sica, como carreteras, puentes y aeropuertos, o para infraestructura humana, como la capacitación laboral y la investigación cientí­fica. Permitamos a los estados, ciudades y pueblos que averigí¼en lo que funciona mejor para sus ciudadanos.

 

Ronald Reagan dijo una vez que “No hay respuestas fáciles, pero hay respuestas sencillas.” Lo quíé se debe hacer en cuanto a polí­tica fiscal es relativamente sencillo. La parte difí­cil es lograr que los polí­ticos lo hagan.

 

Espesas nubes sobre Europa. Tyler Cowen, profesor de economí­a en la Universidad George Mason.

 

¿Cómo y cuándo va a Europa a salir de su lí­o?

 

La respuesta corta es: no en el corto plazo, y no sin más dolor. Cuanto más tiempo duren los problemas de Europa, más graves y más insidiosos llegarán a ser. Gobiernos insolventes, bancos en problemas, divisiones polí­ticas, dolorosas medidas de austeridad - la lista de problemas es ya enorme.

 

El mejor escenario es que la zona euro consiga descubrir la manera de salir de esta crisis. El Banco Central Europeo está concediendo ahora príéstamos ilimitados a los bancos en los 17 paí­ses de la Unión Europea que usan el euro, siempre que los bancos reúnan garantí­as. Estos príéstamos no tendrán que ser pagados durante tres años, momento en el que se espera que regrese un crecimiento económico constante.

 

En teorí­a, estos príéstamos deberí­an asegurar la liquidez en los bancos europeos. Algunos de estos bancos, por su parte, ya están prestando dinero a sus gobiernos nacionales, y otros pueden verse forzados a hacerlo. En el corto plazo, esto tambiíén ayudará a mantener la financiación de los gobiernos de la zona euro.

 

Si la economí­a comienza a crecer otra vez antes que venzan los príéstamos, los esfuerzos del banco central para resolver los problemas de solvencia del continente habrán tenido íéxito. El plan tendrá que aliviar la presión en los mercados monetarios y en los bancos, ya que serí­a respaldado por gobiernos más ricos y más creí­bles. Probablemente se tendrá que cancelar la deuda griega, pero, en esta circunstancia, otros paí­ses de la zona euro evitarán una gran crisis financiera.

 

Hay, sin embargo, varias posibilidades más oscuras. Una de ellas es que las economí­as de algunos de los principales paí­ses de la zona euro sigan estancadas. En tíérminos per cápita, Italia ya es más pobre que hace 12 años, así­ que tal vez haya entrado en un modo de crecimiento lento. Si ese es el caso, los príéstamos del Banco Central Europeo no harí­an más que estirar una situación insostenible.

 

En este caso, los bancos de las naciones díébiles, probablemente serí­an incapaces de recaudar fondos del sector privado. La confianza se evaporarí­a. En algunos paí­ses se acabarí­a abandonando el euro e imprimirí­an su propia moneda para cumplir sus compromisos con los depositantes bancarios y los tenedores de bonos. Las consecuencias podrí­an ser desastrosas, no sólo para Europa, sino para la economí­a global.

 

Un segundo peligro se producirí­a en Europa si las elecciones, probablemente en cualquier paí­s pequeño, dieran lugar a un gobierno que rechazara el euro. Entonces, todas las apuestas serí­an de ruptura de la zona euro. Mi opinión es que las probabilidades de este escenario, es de un tercio. En este caso, abróchense los cinturones de seguridad.

 

Lacartadelabolsa


En individuos, la locura es rara; en grupos, partidos, naciones y épocas, es la regla", Nietzsche.