Por... Ramiro Velásquez Gómez
No debe ser fácil mirar ese cuerpo deforme, atado a extraños aparatos salidos del futuro, diseñados solo para íél, pues sus ideas lo ameritan tanto como su condición, pero tampoco es sencillo digerir que esa estructura corporal contenga uno de los cerebros más brillantes de la historia del hombre.
Stephen Hawking cumplió ayer 70 años, la mayor parte en una silla de ruedas que más bien parece una extensión de nave extraterrestre. Fue diagnosticado a los 21 con una forma de esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad neurodegenerativa que aparece casi siempre despuíés de los 50 y no deja títere con cabeza más allá de cinco años tras el diagnóstico, mal que ataca los nervios que controlan los músculos, afectando primero el cuerpo, luego los sentidos y el pensamiento.
Pero ahí sigue, pensando, dando ideas, comprobándolas matemáticamente, revisando los trabajos de sus alumnos en el Centro de Cosmología Teórica en la Universidad de Cambridge.
No ha sucumbido. Tras el diagnóstico, se refugió en la música de Wagner y de ser un brillante y perezoso alumno en Oxford, se convirtió en un trabajólico, se casó dos veces y ha tenido tres hijos. Y ha hecho retumbar los cimientos de la misma Física.
A finales de los 60 llamó la atención del mundo con un trabajo con Roger Penrose sobre cómo a veces las leyes de la Física se rompen, en este caso la ley de la gravedad einsteniana, derivando en algo llamado singularidad que ocurre dentro de los agujeros negros, los que, demostró no son fríos sino que emiten la ahora llamada radiación de Hawking. La idea indica que la singularidad marca el comienzo y el fin del espacio y del tiempo.
Conocido por su íéxito en trabajos sobre ciencia popular en los que discute sus propias teorías y la cosmología en general, perdió el habla por una traqueotomía, comunicándose entonces con el movimiento de las cejas al leer cartas con letras, hasta que recibió un sintetizador especial para comunicarse, lo que hoy le es cada vez más difícil, por lo que con la contribución gratuita de Intel, que siempre lo ha apoyado, se desarrolla una especie de dispositivo que canalice sus ondas cerebrales hacia su voz, incorporando además el rango de expresiones faciales que usa.
Así y todo, produjo hace poco con Thomas Hertog y Jim Hartle un paper sobre la inflación cósmica, ese crecimiento aterrador del universo primigenio, un estudio que sugiere que el universo no tuvo un solo comienzo e historia sino una multitud diferente y que el presente es solo un universo que selecciona solo aquellas historias del pasado que conducen al presente.
Una mente brillante en un cuerpo que se agota. Un ejemplo de vida, de superación, de tenacidad, de saber aprovechar al máximo los recursos con los que nació.