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Autor Tema: Matthew Lynn: ¿Quíé harí­a estallar el precio del oro?  (Leído 190 veces)

Eguzki

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Matthew Lynn: ¿Quíé harí­a estallar el precio del oro?
« en: Enero 11, 2012, 08:07:57 am »
Nadie ha dicho nunca que el oro sea un activo para pusilánimes. Para algunos, es la forma verdadera del dinero, el pretendiente que espera reinstalarse en su trono legí­timo en cuanto los impostores hayan despejado el camino. Para otros, el economista John Maynard Keynes sigue teniendo razón al describirlo como una "reliquia bárbara", sin más importancia para el siglo XXI que los canales o el telíégrafo.


Aun así­, incluso para lo que es normal, al cierre de 2011 estaba más en tela de juicio que nunca. Despuíés de llegar a los 1.916 dólares por onza en otoño, cayó hasta los 1.550 dólares a finales de año. ¿Habrá estallado por fin el gran mercado alcista del oro, que en realidad comenzó en el 2000?

No exactamente. El oro se adentrará en el territorio de las burbujas algún dí­a, pero no pasará a convertirse en un mercado bajista hasta que los banqueros centrales empiecen a machacar la inflación como lo hicieron a principios de los años 80. Y ese momento todaví­a no ha llegado.

Desconfianza justificada
En realidad, no faltan motivos para defender la bajada del oro. Cualquier activo que haya subido mucho durante más de una díécada merece que se le trate con recelo. En junio de 1999, el oro alcanzó su mí­nimo en 20 años, con 252,80 dólares la onza. El Fondo Monetario Internacional fue uno de los que lo vendieron, junto a los bancos centrales de Australia y Gran Bretaña. Parecí­a que le habí­a llegado el final como depósito último de valor, pero resultó que el mercado habí­a tocado fondo y desde entonces no ha hecho más que subir. Incluso tras la corrección de antes de Navidad, el oro se ha sextuplicado en poco más de una díécada, mientras que las acciones y casi cualquier otro activo no han llegado muy lejos.

El mercado alcista se ha apoderado de la conciencia popular. La gente corriente que apenas sigue los mercados y desconoce lo que hacen los de bonos o divisas habla del oro como solí­a hacerlo de los precios de la vivienda. Infinidad de anuncios ofrecen precios estupendos por las joyas que ya no quiere nadie. Continuamente aparecen fondos de oro destinados a inversores corrientes y las empresas de lingotes construyen más y más cámaras acorazadas para guardarlo todo. Hasta está de moda en Google.

Y si eso no es una señal de vender, ¿quíé otra cosa será? Además, algunas de las figuras más inteligentes de los mercados ya se han bajado del tren. George Soros, el gurú de los fondos de inversión, asegura haber vendido casi todas sus existencias de oro. Nos guste o no, siempre merece la pena escucharle porque suele acertar con más frecuencia que los demás y tiene un saldo bancario que lo demuestra.

La amenaza de la inflación
Sin embargo, defender la subida del oro tampoco es difí­cil. La inflación sigue siendo una amenaza. Los bancos centrales continúan imprimiendo dinero, el dólar retrocede constantemente como moneda de reserva internacional, pero tal vez sea más importante todaví­a que el euro sigue en crisis. O el Banco Central Europeo imprime mucho dinero (lo que serí­a bueno para el oro ), o la moneda se hundirá estrepitosamente (algo que tambiíén serí­a bueno para el oro ). Poco sorprende entonces que los alcistas se aferren a su previsión de que el precio subirá por encima de los 2.000 dólares/onza este año.

¿A quiíén creer? Una forma útil de zanjar la discusión es preguntarse quíé harí­a falta para que retrocediese la cotización del metal dorado. Tenemos un buen ejemplo en que fijarnos. Entre 1980 y 1982, el precio del oro bajó de más de 840 dólares por onza a menos de 320. El motivo fue un incremento sostenido de los tipos de interíés. En EEUU, los tipos pasaron del 11% en 1979 al 20% en 1980. En Reino Unido, llegaron al 16% en 1980. Incluso en el máximo refugio de la inflación baja y la estabilidad monetaria (la ex Alemania occidental controlada por el Bundesbank), los tipos subieron hasta el 11,5%. El oro subió prácticamente en el mismo periodo para a continuación sumirse en un descenso sostenido.

No es difí­cil de explicar. El alza de los tipos de interíés provoca dos efectos en el oro. Primero, reduce la inflación (y dado que el oro es fundamentalmente una cobertura contra la inflación, disminuye su valor). En cuanto los bancos centrales dejan claro que van a subir los tipos al nivel necesario para controlar los precios, no quedan muchos motivos para protegerse contra la inflación. Más vale pasar a otros activos (como las acciones) que florezcan cuando la economí­a se estabilice. Los inversores no se dan cuenta enseguida, pero al final lo acaban entendiendo.

Segundo, cuando suben los tipos de interíés, tener oro se vuelve más caro. El metal precioso no rinde intereses. Encima, hay que pagar para tenerlo guardado. Cuando los tipos de interíés son cero, como ahora, no hay mucha diferencia porque el efectivo tampoco brindan demasiada rentabilidad, pero cuando íéstos suben, el coste de poseer oro (en el sentido de los intereses perdidos) empieza a aumentar. En 1980 se podí­a obtener un 20 por ciento del efectivo, por lo que el mantenimiento del oro en una cartera parecí­a caro.

Es muy sencillo: el precio del oro no caerá de forma sostenida hasta que los tipos de interíés empiecen a subir de manera considerable. Tal vez no sea necesario volver a los niveles de los años 80 porque ahora partimos desde una base más baja, pero harí­an falta unos tipos de interíés del 10% para crear un mercado bajista del oro .

De momento no hay señales de que eso ocurra e incluso los bancos centrales abaratarán todaví­a más el dinero este año. El metal precioso se convertirá en burbuja algún dí­a, como le ocurre a cualquier activo, pero ese dí­a todaví­a no ha llegado.

Matthew Lynn, director ejecutivo de Strategy Economics.