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Autor Tema: Una depresión sostenible...  (Leído 197 veces)

OCIN

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Una depresión sostenible...
« en: Enero 21, 2012, 07:37:16 pm »
Por...   Patrick J. Michaels
 

Si el í­ndice Dow Jones cayera 85%, la mayorí­a de las personas lo catalogarí­a como una depresión. Entonces, ¿por quíé dicho tíérmino no aplica a la industria de la energí­a “sostenible” —principalmente solar y eólica— donde las acciones han caí­do de 85% a 90% en promedio, incluso excluyendo la quiebra de las empresas Solyndras, Evergreens y Solons? Esta depresión es mundial, y ha golpeado tambiíén a Chinese Suntech, el mayor productor de paneles solares en el mundo. Suntech ha visto sus acciones derrumbarse en un 88%.

Como en otras depresiones, se ha perdido una enorme cantidad de dinero, todo bajo la idea de que el calentamiento global es una amenaza tan peligrosa para todos nosotros que no solo debemos promover, sino exigir de forma legal, que las personas instalen la forma más económicamente ineficiente de generación elíéctrica del planeta —la energí­a solar, y su hermano en inestabilidad, la energí­a eólica. En varios estados y alrededor del mundo, estas su uso ha sido hecho obligatorio mediante “estándares de renovación”. El resultado es una depresión sostenible.
 
El í­mpetu para esto tiene su origen en Alemania con la Stromeinspeisungsgesetz de 1990, que se puede traducir como “Ley Generación Elíéctrica para la Red”. Esta ley inicialmente requerí­a que las empresas de servicios públicos compraran energí­a “renovable” (solar y eólica) a precio del mercado.
 
A la industria elíéctrica no le sorprendió que esto no funcionara. Las energí­as solar y eólica eran muy caras, así­ que en el año 2000, la ley fue modificada para convertirse en un programa de beneficencia a cualquiera que colocase un panel solar en el techo. La ahora llamada “Ley de Prioridad Garantizada a las Fuentes de Energí­a Renovable”, garantiza una ganancia final, algo similar a comprar su propia máquina tragamonedas e invitar a sus vecinos.
 
Al principio, los alemanes pagaban una “tarifa por abastecimiento” de 65 centavos por kilovatio/hora por obtener energí­a, el costo total comparable por adquirir energí­a de una nueva planta de gas en EE.UU. es cercano a los 6 centavos. Los paneles solares proliferaron por doquier. Q-Cells Corp. se convirtió en el productor más grande del mundo. Los inversionistas se amontonaron. El precio de una acción de Q-Cells se disparó de $30 en octubre del 2006 a un máximo de $97,60 en 13 meses. Hoy se cotiza en 55 centavos.
 
Un gran total de 1,9% de la energí­a de Alemania proviene de paneles solares.
 
Alemania redujo gradualmente la tarifa en alrededor del 50%, lo que alargó substancialmente el tiempo en que un panel se pagaba a sí­ mismo. Una enorme oferta de paneles solares aglutinó el mercado y la carnicerí­a se expandió por toda la industria. Una persona que invirtió $2.500 en el Guggenheim Solar Energy Fund en 2008 (sí­mbolo bursátil: TAN) hoy tendrí­a $267, algo tí­pico en este sector.
 
Ver a alemanes millonarios bronceándose en Cádiz le dio a España la idea, así­ que el Decreto Real 661 en 2007 creó un pago por abastecimiento al dueño de un panel solar o un molino eólico de alrededor de 58 centavos por kilovatio/hora, garantizado por 25 años. ¿Para quíé trabajar cuando se pueden llenar los campos de fuentes de dinero fácil? Enormes granjas solares se alzaron por toda España. Los precios de los terrenos aumentaron y el gobierno Español se dio cuenta de que muchas de estas instalaciones jamás se pagarí­an a sí­ mismas.
 
El programa de subsidios masivos en España pronto se salió de las manos, llevando al paí­s cada vez más hacia el abismo, hasta que el gobierno finalmente se echó para atrás, lo que provocó el derrumbe de la industria solar, que nunca se tuvo que haber expandido tanto en primer lugar.
 
¿Pero no estimuló todo esto los llamados “empleos verdes”? Al final de cuentas alguien tení­a que subir al techo en Alemania y alguien tení­a que mantener los paneles limpios en España.
 Robarle a Pedro, en efecto perjudicó a Pablo, al precio de $800.000 por empleo “verde”, de acuerdo a Gabriel Calzada, profesor de economí­a de la Universidad Rey Juan Carlos. Dos personas fueron despedidas por cada una que fue contratada.
 
Luego el contagio por la sostenibilidad llegó al Reino Unido, que hizo para el viento lo que España hizo para el sol. El gobierno castigó a las empresas de servicios públicos con una “obligación renovable” del 15% de su generación total en no más de tres años (el porcentaje actual es de 4%). Los consumidores pagaban tanto los pagos por abastecimiento para los molinos de viento, como los costos de capital por transmisión y respaldo de energí­a. La rebelión polí­tica en el Reino Unido es palpable, y en respuesta, el Primer Ministro David Cameron, quien prometió “el gobierno más verde que jamás ha habido”, recientemente recortó en un 50% el pago por abastecimiento a los paneles solares en la muy nublada Gran Bretaña.
 
El punto es que las energí­as eólica y solar simplemente no son competitivas. Debido a la inconsistencia del viento y a la rotación de la tierra, para preservar la estabilidad energíética debe existir la capacidad de respaldo de más del promedio de la producción de fuentes “renovables”.
 
Cada vez más esta capacidad se encuentra en la forma de gas natural. El descubrimiento de cientos de años de gas natural alrededor del mundo da garantí­as de que las fuentes solar y eólica jamás llegarán a producir mucho de la energí­a mundial. La electricidad producida con gas natural ahora cuesta cerca de 84% menos que la producida con energí­a solar y reduce las emisiones de dióxido de carbono en comparación con el carbón convencional, de 30% a 50%.

Todo indica que la depresión sostenible de la energí­a “renovable” será permanente.


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