Por... Steve H. Hanke
EE.UU. tiene un largo historial de librar guerras de divisas en Asia. Todos conocemos el triste caso de Japón. EE.UU. afirmó detrás de su díéficit comercial con Japón había prácticas comerciales desleales por parte de los nipones.
Para corregir el supuesto problema, EE.UU. le exigió a Japón adoptar una política de apreciación del yen. Los japoneses accedieron y el yen se apreció ante el dólar, de 360 en 1971 a 80 en 1995 (y 77 hoy en día). Pero esto no acabó con el díéficit comercial de EE.UU. con Japón. De hecho, la contribución de Japón al díéficit comercial de EE.UU. alcanzó casi el 60% en 1991. Y, como si no fuera poco, la apreciación del yen llevó a la economía japonesa a una catástrofe deflacionaria.
Hoy en día EE.UU. está utilizando la misma estrategia con China. Y, ¿porquíé no? Despuíés de todo, la contribución de China al díéficit comercial de EE.UU. ha aumentado hasta el 45%.
Esperemos que China ignore el llamado de EE.UU. a apreciar el yuan. Si China aceptara los pedidos de EE.UU., tendría una entrada masiva de dinero al país que desestabilizaría la economía. Esto serían malas noticias para el motor principal de la economía mundial.
Para apreciar lo peligrosas que pueden ser las guerras de divisas, veamos una página del viejo manual del gobierno estadounidense sobre el tema. Durante su primer mandato, el presidente Franklin D. Roosevelt lanzó su plan de estabilización para la moneda china. El yuan estaba vinculado al precio de la plata, y se afirmó que los aumentos en el precio de la plata beneficiarían a los chinos aumentando su poder adquisitivo. El congreso autorizó al gobierno de Roosevelt para comprar plata en cantidades masivas. La administración Roosevelt aumentó el precio de la plata en 128% en el período entre 1932 y 1935. A medida que aumentó el valor en dólares de la plata, tambiíén lo hizo el valor del yuan.
El plan de EE.UU. funcionó a la perfección, pero tuvo consecuencias que Washington no había precisamente anunciado. La rápida apreciación del yuan arrojó a China a las fauces de la Gran Depresión. Entre 1932 y 1934, su producto interno bruto cayó un 26% y los precios al por mayor en la capital, Nanjing, cayeron un 20%. China abandonó oficialmente el patrón de la plata el 3 de noviembre de 1935. Esto marcó el inicio del fin del gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek.
El futuro de China (como el del resto de la población mundial) descansa en la estabilidad. La estabilidad requiere que China adopte un mercado libre y un sistema de tipo de cambio fijo —al igual que el de Hong Kong. Es hora de que China ponga fin a las guerras de divisas de Washington. China puede lograrlo mediante un ataque preventivo: adoptar un tipo de cambio fijo yuan-dólar y eliminar los controles de capital.