Por... Jorge G. Castañeda
Brasil tiene la mayor economía en Amíérica Latina; Míéxico, la segunda mayor. Brasil está de moda ahora; Míéxico no lo está.
Analistas financieros, acadíémicos y medios de comunicación ven a Brasil como una historia de íéxito; a Míéxico, como una de fracaso.
Brasil espera la Copa Mundial de Fútbol 2014, los Juegos Olímpicos de Verano 2016 y las riquezas de las recientemente descubiertas reservas petroleras costeras del llamado crudo presalado.
Míéxico, por otra parte, es visto como una zona de guerra: económicamente estancado; presa de la violencia de las drogas, la inestabilidad y las violaciones a los derechos humanos; políticamente paralizado; y cada vez más dependiente de Estados Unidos, pese a las declaraciones ocasionales antiyanquis de los mexicanos.
Esta comparación, por supuesto, irrita a los mexicanos y deleita a los brasileños. Durante los años 90, la narrativa era exactamente la opuesta, generando la ira de los brasileños y la arrogancia de los mexicanos.
Los líderes empresariales mexicanos y miembros de la comentocracia se sienten molestos por el contraste con Brasil, y tambiíén envidiosos. Para un sector de la izquierda política e intelectual mexicana, los logros brasileños son un arma para atacar al gobierno mexicano: Miren lo bien que se está desempeñando el Brasil izquierdista; hagamos lo mismo.
En tanto, cualquier comparación favorable con Míéxico alimenta las ambiciones regionales e internacionales de Brasil: ¿quíé mejor razón para sostener el liderazgo brasileño que evitar una declinación como la de Míéxico, con su historial de fracasos y su alejamiento virtual de Amíérica Latina? Míéxico se está inclinando hacia el norte, no hacia el sur.
Para el resto del mundo, los brasileños están viviendo un cuento de hadas; los mexicanos, una historia de terror.
En realidad, sin embargo, los números no cuadran. Una sorpresa es que el año pasado la economía de Míéxico creció más que la de Brasil, crecimiento de 4 por ciento en el producto interno bruto en comparación con 3 por ciento de Brasil. Para 2012, Míéxico espera un crecimiento de 3,5 por ciento; Brasil, 3 por ciento. Si Estados Unidos mantiene su recuperación y China y Europa registran reveses, es posible que la economía mexicana supere a la brasileña por segundo año consecutivo.
Los datos muestran que el famoso milagro brasileño está empezando a perder lustre. La Presidenta Dilma Rousseff sintió la necesidad de reducir el gasto preelectoral excesivo ordenado por su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva. Y la tasa de inflación brasileña es el doble que la mexicana.
Es cierto que la clase media brasileña ha crecido y hoy representa una mayor proporción de la población que la de Míéxico. Y desde 2000, Brasil se ha desempeñado mejor que Míéxico en cuanto a reducir la pobreza. Veremos si las estadísticas económicas recientes de Míéxico, más sanas, revierten esa tendencia.
Míéxico se ha desempeñado mejor que Brasil en índices como el de la educación, el medio ambiente y la salud pública, según el Informe de Desarrollo 2011 de la ONU; en general, Míéxico ocupó el lugar 57 entre las naciones; Brasil, el 84.
El año pasado, la participación por persona del producto interno bruto en Míéxico fue de aproximadamente 15.000 dólares; el de Brasil, 11.600 dólares. Las estadísticas más recientes (2008-2009) del llamado coeficiente Gini, que mide la brecha en los países ricos y pobres, muestran que Míéxico es ligeramente más igualitario que Brasil.
Cómo considera el mundo a estos dos países es un asunto de relaciones públicas. Los dos últimos gobiernos brasileños y el actual han llevado a cabo un impresionante programa de autopromoción internacional.
Los dos últimos gobiernos mexicanos actuaron modestamente bien en su promoción de los logros de su país. Pero bajo el actual Presidente, Felipe Calderón, la imagen de Míéxico ha sido constantemente sombría.
El gobierno de Calderón se ha enfocado tenazmente en la guerra contra el crimen organizado. Los resultados -aproximadamente 47.000 muertos en cinco años, según estadísticas oficiales- han creado una percepción de catástrofe en Míéxico que no refleja la realidad económica y social del país.
Por una parte, Míéxico está en mejor posición que Brasil para aprovechar las tendencias actuales de la economía mundial. La principal exportación mexicana consiste en productos manufacturados (casi tres cuartas partes de sus ventas mundiales totales), principalmente a Estados Unidos. Una economía estadounidense más sana impulsa la demanda de exportaciones mexicanas, lo que a su vez crea empleos en Míéxico.
Brasil, a su vez, depende más de productos primarios (materia prima como cafíé, mineral de hierro y soya) que de manufacturas. Los productos primarios o “commodities†integran cerca de 45 por ciento de las exportaciones brasileñas.
China se ha convertido el cliente principal de Brasil. La vibrante economía china está mostrando, sin embargo, señales de enfriamiento. Y los precios de algunas de las exportaciones primarias brasileñas tambiíén han registrado un descenso.
La decisión de Míéxico de apoyar al sector de manufacturas y a su integración en la gran economía norteamericana se ven ahora como buenas apuestas.
Pronto la perspectiva del mundo sobre Brasil y Míéxico se modificará. Un nuevo Presidente ascenderá al cargo el 12 de diciembre, y es de suponerse que tendrá un enfoque nuevo sobre la guerra contra las drogas.
En 2014, la Copa Mundial expondrá las deficiencias de Brasil en cuanto a infraestructura, comunicaciones, turismo e incluso seguridad, revelando la realidad oculta por la reputación.
Durante los dos últimos decenios, Brasil y Míéxico se han comportado más o menos igual en tíérminos de sus orientaciones políticas, económicas y sociales, pese a la nostalgia actual en Míéxico por el Partido Revolucionario Institucional; y, en Brasil, la arrogancia por el Partido de los Trabajadores. Las historias de los dos países son de íéxito relativo, y decepciones recurrentes. Ninguno de ambas naciones ha logrado una ventaja permanente sobre la otra, salvo en los campos en los que los brasileños son infinitamente mejores que los mexicanos: el fútbol y la jactancia.