La otrora apacible región de Paso Yobai, a 250 km al sureste de Asunción, se convirtió en escenario de violencia, pero tambiíén de progreso por la "fiebre del oro", el preciado recurso que tensa la relación de los moradores del lugar con una compañía canadiense.
"Estamos sentados sobre oro. No se extrajo todavía ni el 1%", afirma exultante a la AFP el joven intendente (alcalde) de Paso Yovai, Edgar Chávez, al exhibir una piedra, sentado sobre una roca, ambas increíblemente resplandecientes. Más atrás, en medio de una gigantesca cantera a cielo abierto, de unos 40 metros de profundidad, se observan paredes de roca de iguales características.
Hombres con picos y palas, con retroexcavadoras, motobombas para secar el agua, excavan día a día en un trabajo duro y extenuante para seguir una veta que se extiende aproximadamente 1.200 metros, según sus cálculos.
Las rocas extraídas las alzan a hombro hasta un camión que las deposita en un molino donde se pulverizan para extraer el oro.
El político, de apenas 29 años, lidera un movimiento de pobladores que reclama del gobierno la derogación de una ley que concedió a la compañía Lampa (Latin American-Paraguay INC), subsidiaria de la canadiense Latin American Minerals Inc, la explotación del mineral.
Pero la ministra de Minas y Energía, Mercedes Canese, dijo en forma categórica que el gobierno respetará la ley de concesión.
"Lampa solo se compromete a dar 5% al Estado. Es inconcebible que el 95% de la riqueza vaya a parar al extranjero y, en contraste, nosotros sigamos sumergidos en una pobreza alarmante", señala el jefe comunal.
A la cabeza de unos dos millares de mineros artesanales, Chávez pidió al parlamento que modifique la ley de minas.
"Cualquiera viene y se lleva toda nuestra riqueza sin que nadie pueda remediarlo. El gobierno tiene que defender nuestros intereses", insiste.
Juan Carlos Benítez, jefe visible de la empresa, señala que Lampa invirtió 12.000.000 de dólares para reunir todas las condiciones exigidas por el gobierno para explorar y explotar el oro.
La producción se inició oficialmente en febrero pasado, en medio de incidentes y agresiones cuando los llamados mineros artesanales sitiaron la sede de la compañía.
"Nos obligaron a permanecer adentro por más de 24 horas hasta que se retiraron", relató Luis Amarilla, encargado del personal, compuesto por unos 200 empleados, el 90% residentes en Paso Yobai.
El vehículo de Guido Píérez, corresponsal del diario ABC de Asunción, sufrió la rotura del parabrisas. "Tuve suerte. Me hubieran matado si no me arrancaba el auto", relató.
Aún en medio de la hostilidad, la compañía está determinada a buscar un punto de acuerdo "para una convivencia pacífica", señala Benítez, geólogo de profesión.
La compañía prevíé la extracción de 3.000 toneladas de materia prima por mes. Se estima que por cada tonelada se extraen 2 gramos de oro.
Preguntado si efectivamente como afirma Chávez, la comunidad está asentada sobre oro, asiente diciendo que "existen muchos indicios".
"Todavía nos falta confirmar si el volumen de oro es económicamente explotable", subraya.
Sin embargo, las evidencias son muy claras.
Esta comunidad ubicada en el cruce de dos arroyos (Yobai en lengua guaraní) estaba resignada a ver pasar el tiempo sumergido en el olvido y el abandono paulatino de sus jóvenes, condenados a emigrar en busca de mejores horizontes.
Pero a mediados de los noventa, un minero ecuatoriano que vino casualmente de visita cambió la vida de los lugareños.
Descubrió casualmente pepitas de oro en el arroyo Santa Clara mientras se refrescaba en sus aguas con unos amigos paraguayos.
Desde entonces, comenzó la explotación de manera artesanal. De 10 años a esta parte, la población casi se duplicó.
Se observan coches con chapa argentina, brasileña. Se instalaron peruanos, bolivianos, ecuatorianos, uruguayos, colombianos.
"Aquí nadie avisa que encontró oro. Se ve en los hechos, cuando de repente se edifican casas de material cocido o a los beneficiados se los ve circular en cuatro ruedas, de la noche a la mañana", relata el padre Gustavo Ovelar, cura párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Asunción de Paso Yobai.
"Me contó el dueño de una bodega (venta de bebidas) que a veces llegan algunos que pagan su cerveza con oro".
En coincidencia con el Día de la Asunción, el 15 de agosto, el pueblo celebra el Festival del Itayú (oro en guaraní).
Si bien los portavoces de la comunidad prefieren no recordar, la fiebre del oro ya ha tenido su secuela de crímenes.
El más sonado ocurrió a fines de mayo de 2011. Las víctimas: un joven de 23 años y su madre. Tres enmascarados en moto atacaron su humilde vivienda.
El padre, que salió a su encuentro, sufrió un escopetazo que le destruyó el ojo izquierdo antes de caer desvanecido. Los malvivientes lo creyeron muerto.
Emíérito Acosta, el sobreviviente, admitió que buscaban 12.000 dólares, "producto de una venta".
La codicia muchas veces transforma, convierte en suicidas a algunos, como la tragedia que envolvió a la familia González.
Dos hermanos y el padre excavaban dentro de su vivienda a una profundidad considerable cuando descubrieron la veta.
El padre dijo a sus hijos que se detuvieran, por el peligro que significaba seguir cavando en esas condiciones. No le hicieron caso y la tierra se desmoronó. Murió uno de los jóvenes, Fidel, de 23 años.
"Yo hice el responso", precisó el padre Gustavo.
En sus homilías dominicales, el sacerdote trata pide a los parroquianos "saber aprovechar y compartir este regalo de Dios".
La explotación del oro produce un promedio de 15 kilos por mes, según el minero Lucio Fretes.
La asociación propuso al gobierno comprar toda la producción para prevenirse de la crisis económica global "y así evitar que nuestra riqueza vaya a parar toda al exterior". El proyecto está a consideración del congreso.
"El recurso es abundante. Aquí hay todavía mucha ignorancia en el tema", puntualiza a su turno Benítez.