Camino de un nuevo rescate en julio
por Amador G. Ayora en el Economista
Los comicios griegos de este fin de semana son vistos como un plebiscito sobre el euro. La victoria de Alexis Tsipras implicaría para el Gobierno alemán la suspensión más o menos inmediata de la ayuda que reciben los helenos y, por tanto, su expulsión del club del euro. Pero no estoy seguro de que esto vaya a suceder. Los alemanes han filtrado estos últimos días a varios periódicos su disposición a renegociar los ajustes, algo impensable hasta ahora.
La causante de este cambio de actitud, en mi opinión, es la prima de riesgo española. Las autoridades comunitarias forzaron un acuerdo para salvar la banca antes de las elecciones griegas, anticipándose al peor de los escenarios -que ganen los partidarios de Tsipras-. Como todo el mundo sabe, el compromiso español es un completo fracaso (luego analizaremos por quíé). En este contexto, con la cuarta economía europea al borde del precipicio, Europa no puede arriesgarse a echar a Grecia.
La salida griega dinamitaría el euro, aunque Europa y muchas grandes empresas tienen preparados planes de emergencia para tal caso. í‰stos incluyen controles de capital, para evitar que los ciudadanos retiren dinero de forma masiva de sus entidades bancarias.
La realidad es que Grecia es hoy un problema menor comparado con España. El ministro de Economía, Luis de Guindos, o la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, intentan tranquilizar a los atribulados ciudadanos españoles con la promesa de que las reformas estructurales calmarán a los mercados en las próximas semanas, una vez pasados los comicios helenos. Sin embargo, a estas alturas pocos en el Gobierno confían ya en que la prima regrese al entorno de los 400 puntos si Alemania no cambia de manera radical sus planteamientos o si el Banco Central Europeo (BCE) no compra nuestra deuda. Y ni lo uno ni lo otro es previsible a corto plazo.
El Gobierno germano se mueve entre la indignación y el asombro por los errores de comunicación de Rajoy. El presidente volvió a herir la sensibilidad de sus socios al asegurar que no fue presionado para aceptar el rescate a la banca, sino al revíés, y presentarlo como un triunfo frente a Bruselas y Berlín.
Repite así el error que cometió cuando incrementó el objetivo del díéficit basándose en una decisión soberana. La arrogancia española, pese a estar casi arruinados, es un exponente más de la falta de realismo. Además, Rajoy se une al presidente francíés, Franí§ois Hollande, para presionar a Merkel con los eurobonos, lo que enerva a Berlín.
Tampoco se entiende que De Guindos desvelara sus SMS con Rajoy o que dijera que Europa aceptó el rescate porque no tiene los 500.000 millones que costaría salvar a todo el país. La lectura inmediata del mercado fue que el agujero es mayor del que se presume. A partir de ahí, la prima de riesgo no ha hecho más que subir. Nadie espera, además, que baje si en la cumbre del 28 y 29 de junio no se dan pasos contundentes hacia la unión fiscal y bancaria.
Las palabras de Merkel en el Parlamento alemán, contrarias a crear un fondo de garantía de depósitos común -un paso imprescindible para la unión bancaria-, presagia las dificultades existentes para el consenso.
Sin un compromiso claro en la próxima quincena, España está condenada a ampliar la cuantía del rescate a su deuda soberana. En círculos económicos se apunta ya hacia el mes de julio. Lo complejo será la fórmula, ya que el Gobierno de Rajoy no está dispuesto a que una troika de funcionarios del BCE, el FMI y la UE lo suplante en sus tareas ejecutivas. Algunos especulan con un rescate que permita sacar a España de los mercados de deuda por un período de entre 12 a 18 meses, mucho menor que el de otros países. La factura se reduciría así a unos 250.000 millones. A cambio, se exigirán de inmediato condiciones como el alza del IVA, la bajada del sueldo de los funcionarios, el retraso de la jubilación o la supresión de la deducción por vivienda, que en los últimas semanas reclaman los organismos internacionales.
Buena parte del Gobierno se resiste, naturalmente, a esta propuesta y está dispuesto a desafiar a la UE mediante el pago de tipos de interíés del 7 por ciento, si fuera necesario, durante un largo período de tiempo. Pero se trata de una amenaza más voluntarista que real. Moody's no sólo dejó la calificación de la deuda española a un peldaño de bono basura, sino que amenazó con volver a a revisarla a la baja en los próximos tres meses si no se toman medidas.
En cuanto sea bono basura, será calificada como de alto riesgo y nos borrarán de los índices de negociación de la deuda de calidad, lo que provocará que el tipo de interíés se dispare a alrededor del 15 por ciento, como pasó en Portugal. Un precio claramente inabordable.
Una incertidumbre añadida son los vencimientos de deuda de las autonomías, sin que el Estado tenga capacidad para crear hispabonos. El runrún del mercado apunta, además, a que las empresas públicas atesoran otros 30.000 millones en vencimientos que escapan a la contabilidad oficial. En estas circunstancias, lo mejor es prepararse para lo inevitable. Salvo un compromiso, en el que casi nadie confía, España camina hacia una ampliación de su rescate en breve.