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Autor Tema: La demografí­a, la democracia y el capitalismo global...  (Leído 130 veces)

OCIN

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La demografí­a, la democracia y el capitalismo global...
« en: Julio 18, 2012, 10:30:11 am »
Por...   Robert Guest
 




Esta es una transcripción del discurso que dio en un foro el 17 de noviembre de 2011.
 
Mi libro, Borderless Economics: Chinese Sea Turtles, Indian Fridges, and the New Fruits of Global Capitalism, trata sobre la libertad de tránsito —acerca de por quíé el mundo es un lugar mejor cuando las personas son libres de migrar de un lugar a otro. Si desea entender por quíé esto es tan importante, el mejor lugar para comenzar es un lugar donde no se permite la libertad de tránsito.

Corea del Norte es el tipo de lugar donde generalmente no permiten que nadie entre o salga. Y si se cierra a las personas, se cierra a las ideas. Cuando visitíé el paí­s, fui a una exposición de tecnologí­a norcoreana. Me mostraron el ordenador Kim II-Sung —el cual, me aseguraron, estaba utilizando software norcoreano, la mejor tecnologí­a del mundo. Recibí­ esa información con algo de escepticismo. Así­ que me acerquíé y pulsíé el interruptor del equipo para reiniciarlo, y, ¿quíé apareció en la pantalla? "Texas Instruments".
 
Corea del Norte es 17 veces más pobre que Corea del Sur —que era en realidad más pobre hace un par de generaciones— y es, entre otras cosas, el desprendimiento del paí­s —su aislamiento— lo que explica por quíé las personas ahora mueren de hambre ahí­.
 
¿Por quíé importa la libertad de tránsito? Cuando las personas se trasladan, transportan ideas y contactos.  En las últimas díécadas, ha habido un cambio fundamental en la naturaleza de la migración mundial. En primer lugar, más personas se están trasladando. Ahora existen 215 millones de inmigrantes de primera generación en el mundo. Eso constituye un aumento de 40% en las dos últimas díécadas y es cerca del 3% de la población mundial. Si los inmigrantes fuesen un paí­s, serí­an el quinto más grande del mundo —y probablemente el más innovador.
 
Cuando las personas piensan en China, piensan en un gran paí­s en el este de Asia. Pero si se piensa en cambio en las personas chinas, la imagen es diferente. Hay 70 millones de chinos viviendo fuera de su paí­s, cifra mayor a la de los franceses viviendo en Francia.
 
Otro cambio importante involucra a la comunicación. Era costumbre que, cuando los inmigrantes dejaban su paí­s de origen, perdí­an comunicación con el lugar del que vení­an tan pronto llegaban a EE.UU. A inicios del siglo veinte, una llamada telefónica trasatlántica costaba más que un salario mensual y todaví­a no se habí­a creado el transporte aíéreo barato. Las personas perdí­an contacto. Ahora, tan pronto como el avión toca la pista, los inmigrantes pueden enviar mensajes de texto a sus familiares, llamarlos (gratis) ví­a Skype, o ponerse al dí­a con ellos a travíés de varias redes sociales. Los inmigrantes de hoy en dí­a se mantienen í­ntima y constantemente conectados. Así­ que crean redes y estas tienen grandes consecuencias para los negocios, la tecnologí­a y la polí­tica.
 
Cuando se quiere realizar negocios que traspasen las fronteras —especialmente en el mundo emergente— es importante conocer personas. En sociedades donde no hay un Estado de Derecho, por ejemplo, es importante saber en quiíén se puede confiar. Los chinos fuera de su paí­s entienden la cultura china de negocios muy bien, razón por la cual alrededor del 70% de la inversión extranjera directa que ingresa a China lo hace por medio de la diáspora china.
 
Considere el caso de Cheung Yan, una mujer china que vino a EE.UU. hace dos díécadas y notó dos cosas sobre el paí­s. Notó que los estadounidenses botan enormes cantidades de papel de desecho —correo basura, catálogos viejos, ediciones dominicales sin leer del New York Times, entre otros. Tambiíén notó que muchos barcos provenientes de China vení­an completamente llenos, pero regresaban parcialmente vací­os porque los productos que EE.UU. enví­a a China a menudo son ligeros. Estoy hablando de propiedad intelectual, pelí­culas, tí­tulos del Estado, entre otras cosas.
 
La señora Cheung creó una empresa a partir de estas observaciones. Comenzó a cargar todo ese papel de desecho en estos barcos vací­os hacia China. Ella tení­a contactos que le ayudaron a establecer una planta de reciclaje allí­. Convirtió el papel en cajas de cartón. Otras empresas chinas sin duda utilizaron esas cajas para empacar televisiones y enviarlas de nuevo a EE.UU. La señora Cheung es ahora una de las personas más adineradas de China —todo esto gracias a su perspectiva foránea, que le permitió ver una oportunidad que todos los demás habí­an pasado por alto.
 
Las redes de inmigrantes tienen un enorme impacto en la tecnologí­a tambiíén. Vivek Wadhwa de Duke University encontró que a pesar de que los inmigrantes son solo un octavo de la población de EE.UU., representan un cuarto de los fundadores de empresas de alta tecnologí­a. Ahora, parte de esto se debe a un sesgo de selección. Las personas que están preparadas para abandonar la comodidad de su hogar y buscar fortuna en el extranjero son personas dinámicas y creativas. Pero no es solamente eso. Vivir en el exilio —aprendiendo un nuevo idioma, enfrentando nuevas situaciones, lidiando con problemas poco familiares— lo obliga a uno a pensar fuera de los esquemas tradicionales.
 
Varios estudios han revelado esto. Por ejemplo, William Maddux de INSEAD y Adam Galinsky de Northwestern University reunieron a un grupo de estudiantes de maestrí­a de negocios y les pidieron que resolvieran un rompecabezas de creatividad llamado el problema de la vela Dunker. Cada estudiante recibió una caja de tachuelas, una vela y fósforos. Se les pidió que pegaran la vela en la pared y la encendieran de tal forma que no derramara cera sobre el suelo. La solución es vaciar la caja de tachuelas y pegarla a la pared, permitiíéndole actuar como candelabro para la vela. El descubrimiento interesante fue que los estudiantes que habí­an vivido en el extranjero fueron capaces de completar el ejercicio con mucha mayor facilidad. Su experiencia les permitió, literalmente, “pensar fuera de la caja”.
 
La migración produce redes que atraviesan las fronteras. Eso hace que la colaboración internacional sea mucho más fácil y eso impulsa la innovación. Permí­tame darle un ejemplo. Cientos de millones de personas en India no tienen ninguna forma de identificación en este momento. No pueden probar que existen —lo que significa que no pueden obtener críédito, abrir cuentas bancarias, o hacer negocios con desconocidos. El gobierno de la India querí­a crear una base de datos biomíétrica para solucionar este problema, pero no tení­an idea de cómo lograrlo. Así­ que le pidieron ayuda a Nandan Nilekani, un indio multimillonario que hizo su fortuna en software. í‰l se puso en contacto con algunos de sus inteligentes amigos indios en Silicon Valley. Pronto, estaban comunicándose constantemente ví­a Skype. Antes de que pasara mucho tiempo, varios de ellos viajaron a Bangalore y comenzaron a construir el sistema necesario. Hoy en dí­a, el gobierno de la India está registrando a millones de personas utilizando la base de datos biomíétrica que ellos crearon. Gracias al poder de la colaboración, cientos de millones de indios podrí­an probar su identidad pronto.

Hay muchos ejemplos de cómo las redes de la diáspora influyen en la polí­tica. Más de 500.000 chinos han estudiado o trabajado en el extranjero y luego regresado a casa —uno de los movimientos de estudios en el extranjero más grandes de la historia. El gobierno chino ha impulsado esto porque quiere que sus ciudadanos aprendan habilidades en las áreas de la ingenierí­a y la medicina. Pero, el asunto es que, el gobierno quiere separar estas habilidades tíécnicas de las malas ideas que estos individuos podrí­an adquirir en una democracia —por ejemplo, la democracia. Y lo que están descubriendo es que es imposible separar estas cosas.
 
Cuando las personas son expuestas a la democracia, como en EE.UU., no pueden evitar notar que el aire es más limpio, que las personas son más libres, y que las disputas polí­ticas no se resuelven con guerras civiles. Y esta enorme íélite educada está regresando a China y asumiendo posiciones influyentes. Lideran compañí­as tecnológicas, centros de investigación y universidades. Están subiendo dentro del mismo Partido Comunista.
 
En 2002 cerca del 6% de los miembros del Comitíé Central del Partido Comunista eran "tortugas marinas" —es decir, que habí­an estudiado o trabajado en el extranjero y regresado. Cinco años despuíés, ese número más o menos se duplicó llegando al 11% —y Cheng Li de Brookings Institution predice que será entre 15 y 17% en 2012, cuando el paí­s estará listo para un gran cambio en las posiciones más altas.
 
El Estado es muy fuerte en China, pero tambiíén es frágil. Hay un descontento generalizado, especialmente en las zonas rurales. Cuando llegue una crisis, habrá presión por una reforma. Y entonces hará una gran diferencia que tantos de la íélite hayan visto de primera mano como funciona una democracia avanzada. Las tortugas marinas eventualmente harán de China un paí­s democrático.
 
Me gustarí­a finalizar con un pensamiento sobre la demografí­a. Europa está en medio de una crisis de la deuda porque sus ciudadanos han dejado de tener suficientes hijos. El dí­a de mañana no habrá suficientes trabajadores para pagar las pensiones que nos prometieron ayer. La inmigración podrí­a ayudar. Pero nuestros estados de bienestar le paga a los inmigrantes para que no trabajen.
 
EE.UU. es completamente diferente. No se puede vivir de las prestaciones sociales aquí­ siendo un joven fí­sicamente capaz. Por esta razón los inmigrantes trabajan, lo que significa que rápidamente aprenden a llevarse bien con los estadounidenses nativos. Esto, en parte, es la razón por la que el modelo estadounidense es tan robusto. Y a medida de que la población mundial se estabiliza, más y más de la fuerza económica de un paí­s será determinada por dónde quiere vivir la gente, antes que por cuántas personas hayan nacido allí­. Creo que muchas personas escogerán vivir aquí­, si ustedes se lo permiten.


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 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...