Por... Mary Anastasia O'Grady
El enamoramiento adolescente que los gestores de dinero han sentido hacia Brasil se está acabando. A medida que el crecimiento económico resulta inferior al previsto, esta atractiva economía latinoamericana, objeto del afecto de los inversores, empieza a verse poco sofisticada e inmadura.
Ahora, la relación comercial más importante del país, con la vecina Argentina, se está desmoronando, lo que probablemente provocará más dolores de cabeza a la economía.
Brasil sigue siendo un país muy prometedor, gracias principalmente a su capital humano. Durante los últimos años sus instituciones se han afianzado a pesar de que los aliados ideológicos más cercanos al gobierno del Partido de los Trabajadores —en el poder en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Argentina— han destruido los pesos y contrapesos institucionales en sus países. Un proceso en la Corte Suprema de Justicia contra presuntas prácticas corruptas de miembros del gobierno del ex presidente Luis Inácio Lula da Silva que empieza en agosto demuestra una saludable separación de poderes. Una inflación baja tambiíén ha promovido una clase media.
Pero no hay que perder de vista el monstruoso Estado que interviene en todas partes, acapara recursos y hace casi imposible un crecimiento liderado por el emprendimiento. Uno de los acontecimientos más perturbadores en este sentido es la agresiva expansión de críédito que el banco de desarrollo ha canalizado hacia ciertas empresas que dominan sus sectores y cuentan con el beneplácito del gobierno.
Argentina está en peor forma. Coqueteó con los mercados en los años 90, pero desde la devaluación del peso en 2002, sucesivos gobiernos han actuado como amantes despechados, mostrando una actitud hostil y vengativa hacia los inversores. Los contratos y los derechos de propiedad son en gran parte estíériles en los tribunales argentinos.
La situación podría seguir empeorando para los habitantes de los dos países si, como parece probable, Mercosur (que tambiíén incluye a Paraguay y Uruguay), se desintegra. A largo plazo, el fin del bloque comercial será algo positivo si lleva a sus miembros a abrir el comercio al resto del mundo.
Pero a corto plazo, un quiebre de Mercosur tendrá serias repercusiones ya que muchas industrias han realizado un gran esfuerzo para adaptarse a las reglas del grupo.
El problema más reciente de Mercosur empezó el mes pasado cuando el gobierno de Paraguay destituyó legalmente al presidente Fernando Lugo, quien era un acólito de Hugo Chávez. Para el dictador venezolano se trató de una señal adicional de que su campaña bolivariana en la región había alcanzado su límite y de que los opositores han ganado terreno, como sucedió cuando Manuel Zelaya fue expulsado de la presidencia de Honduras en 2009. Cuando Lugo fue sacado del palacio presidencial, Chávez entró en acción y movilizó a sus aliados a travíés de canales diplomáticos para que castigaran con el aislamiento al nuevo gobierno de Paraguay. Un efecto importante del activismo de Chávez fue la decisión de Mercosur de suspender "políticamente" a Paraguay, que se había opuesto a la unión de Venezuela al grupo. Con ese voto suspendido, Brasil se unió a Argentina y Uruguay para votar a favor de admitir a Venezuela al bloque.
Rubens Barbosa, ex embajador de Brasil en Washington, se refirió a la decisión con palabras duras. En su condición de presidente del Consejo de Comercio Exterior de la poderosa Federación de Industrias de Sí£o Paulo, Barbosa señaló que el voto violaba el tratado de Mercosur. Paraguay sólo ha sido suspendido y aún es un miembro con derecho a bloquear la integración de Venezuela, dijo en una entrevista en Rio de Janeiro. Tambiíén advirtió que Venezuela crearía problemas políticos, como el acuerdo que Mercosur tiene con Israel, un país que no tiene relaciones con el gobierno de Caracas.
El fiasco de Venezuela fue apenas la última gota amarga en las relaciones comerciales entre Brasil y Argentina. Un problema más grave, según Barbosa, es la forma en la que Buenos Aires viola el acuerdo de libre comercio dentro de la unión y su arancel externo común. "Los ministros y los tíécnicos brasileños viajan a Argentina, alcanzan acuerdos, pero luego estos acuerdos se traban en las manos de Guillermo Moreno (el secretario de comercio de Argentina) porque todo (en Argentina) se convirtió en una cuestión política", lamenta. Argentina, predijo, "será responsable del fin de Mercosur".
Según el diario El Universal de Venezuela, Barbosa tambiíén criticó la nacionalización de la petrolera YPF, que pertenecía a la española Repsol. La decisión, dijo, ha sido perjudicial para Mercosur porque ha aumentado el clima de inseguridad entre quienes invierten en la región.
A estas alturas, el comportamiento de Argentina tambiíén está relacionado a una escasez de divisas internacionales. A pesar de sus esfuerzos por suprimir las importaciones y de emplear controles de capital estrictos, el país corre el riesgo de una crisis en su balanza de pagos.
De todas formas, aquí tambiíén existe una oportunidad. El Mercosur genera mayor comercio transfronterizo dentro de la unión, pero debido a los aranceles comunes del bloque lo hace a costa del comercio con los países que no son miembros. Esto no reviste tanta importancia para Brasil, gracias a su vasto mercado interno, pero es relevante en el caso de los miembros más pequeños. Si Paraguay es inteligente, sacará ventaja a su suspensión y buscará entablar lazos comerciales con el resto del mundo. Esto tampoco sería una mala idea para Brasil.