Por... Daniel J. Ikenson
El patriotismo, se dice, es el último refugio de los sinvergí¼enzas. De hecho, con el 86% del público estadounidense descontento con la actuación del Congreso, los políticos en búsqueda de refugio se han envuelto en la bandera para denunciar que los uniformes del equipo olímpico de EE.UU. fueron manufacturados en China.
El líder de la mayoría del senado Harry Reid, de Nevada por el Partido Demócrata, dijo que estaba "tan molesto... que deberían tomar todos los uniformes, ponerlos en un gran montón y quemarlos, y comenzar todo de nuevo". John Boehner, portavoz del congreso y representante de Ohio por el Partido Republicano, le reclamó al Comitíé Olímpico en una conferencia de prensa diciendo "Uno pensaría que ellos saben mejor".
Para evitar este tipo de abominaciones en el futuro, seis senadores demócratas propusieron hace un par de semanas el proyecto de ley "Equipo de EE.UU. hecho en EE.UU. 2012". De acuerdo con la senadora co-patrocinadora del proyecto, Kirsten Gillibrand, de Nueva York por el Partido Demócrata, la legislación obliga que "desde los pies a la cabeza, el equipo de EE.UU. debe ser hecho en EE.UU." (El Comitíé Olímpico de EE.UU. anunció que ya era muy tarde para rehacer los uniformes para los Juegos de Londres, pero dijo que la vestimenta de EE.UU. para los Juegos de Invierno de 2014 sería hecha en EE.UU.).
Tal vez se le puede perdonar a la clase política por ganarse algunos puntos políticos fáciles en temporada de elecciones y el "escándalo" eventualmente pasará. Sin embargo, lo más preocupante es la falta de aptitud para comprender conceptos básicos de economía y comercio que manifestaron las declaraciones de nuestros líderes.
El comercio no es una competencia entre "nuestros productores" y "sus productores". De hecho, las empresas estadounidenses se benefician de la colaboración con empresas extranjeras al distribuir el proceso de producción en distintas funciones y procesos que se adaptan a la eficiencia y fortaleza de cada localidad. Así como el comercio le permite a los consumidores estadounidenses beneficiarse de bienes finales a un menor costo, la globalización le permite a los productores estadounidenses acceder a recursos con un menor costo, que luego se introducen en su sistema de fabricación. Eso les permite competir más efectivamente en casa y en el extranjero.
En la típica cadena de producción de suministro de productos de consumo, siendo la producción de prendas de vestir un buen ejemplo, las actividades de mayor valor y previas a la fabricación como el diseño, la ingeniería y la conceptualización de la marca, y las posteriores a la fabricación como el mercadeo, el almacenamiento, el transporte y la venta al por menor se dan en EE.UU., mientras que las actividades de menor valor como la manufactura y el ensamblaje se dan en el extranjero. Al final, el producto acabado es un esfuerzo de colaboración, donde la mayor parte del valor se dirige a trabajadores, empresas y accionistas estadounidenses.
Desde este punto de vista, ¿quíé exactamente es anti-estadounidense sobre los uniformes olímpicos hechos en China? Casi la mitad de la ropa en los armarios de EE.UU. está hecha en China, y casi todo el resto está hecha en otros países extranjeros. Con muy pocas excepciones, simplemente ya no se confecciona mucha ropa en EE.UU.
No obstante, aquí diseñamos la ropa, conceptualizamos su marca, la comercializamos y la vendemos.
La industria estadounidense de vestimenta emplea a muchos estadounidenses, solamente que ya no los emplea en las operaciones de corte y costura que nuestros padres y abuelos sufrieron, trabajando largas horas por salarios bajos.
¿Podría Ralph Lauren — la marca en la cima de la larga e integrada cadena de producción que toma ideas de vestimenta desde su concepción hasta el consumidor— haber dejado de lado el uso de fábricas chinas que realizan la mayor parte de las operaciones de corte y costura de la marca, y en su lugar, contratado fábricas estadounidenses para el proyecto del uniforme olímpico? Si, probablemente, pero a un costo significativamente mayor. Aún así, el cambio tendría que haber sido a petición especial de los financiadores privados del equipo olímpico, quienes —a diferencia del congreso— podrían haberse sentido obligados a permanecer dentro del presupuesto.
Además, la implicación de que la producción de varios cientos de uniformes en EE.UU. solucionaría el desempleo nacional es risible. Tal vez habría creado una docena de empleos por algunas semanas, pero nada más allá de eso. Muchos más empleos se crearían con un día más de certeza que podría generar el congreso si decidiera hoy, en lugar de mañana, las tasas impositivas del 2013.
Si aún no está convencido de la locura de las objeciones de nuestros legisladores, considere esto: A medida que nuestros atletas marchan alrededor de la pista del Estadio Olímpico de Londres utilizando sus uniformes hechos en china y agitando sus banderas de EE.UU. hechas en China, hay una gran probabilidad de que los atletas chinos hayan llegado a Londres en aviones fabricados en EE.UU., hayan entrenado con equipo diseñado y fabricado en EE.UU., utilizando calzado de diseño e ingeniería estadounidense y muchos de ellos, perfeccionado sus habilidades con tecnología creada en EE.UU.
Nuestra relación económica con China, que se caracteriza por cadenas internacionales de suministro y participación en la producción desagregada, es más colaborativa que competitiva.
La naturaleza de esa relación es inherentemente beneficiosa para los consumidores estadounidenses y para la economía en general, a pesar del alarmismo que emana de los pasillos del poder, el comercio no es una cuestión de ganar o perder. Los políticos deberían dar un paso atrás y permitir que la "competencia" se de en las piscinas, pistas y campos de juego.