Por... Mathilde Auvillain
En la avenida del Corso, principal arteria comercial de la capital italiana, en pleno mes de agosto la mayoría de las tiendas están abiertas, pero los peatones se pasean con las manos vacías.
“Hay crisis para todo el mundoâ€, responde un transeúnte frente a la insistencia de un vendedor ambulante.
En la tienda de ropa moderna Barone, la vendedora dobla sin ganas pilas de camisetas de colores. Los clientes escasean.
“La temporada de descuentos no tuvo íéxitoâ€, sostiene Fabio Anticoli, responsable de la tienda de ropa Roberto Anticoli, fundada por su hermano.
“La ganancia este año es más bien bajaâ€, reconoce.
Pese al flujo constante de turistas, las ventas bajaron: “Es un turismo pobreâ€, sostiene el comerciante detrás del mostrador.
El mes de rebajas “fue malo†con respecto al año pasado, según la asociación de comerciantes Confesercenti, que registró una baja de ventas de cerca del 20% en el centro histórico, con oscilaciones de hasta el 30% y 40% menos en los barrios perifíéricos.
A pocos pasos de la plaza de San Pedro, la vitrina opaca y polvorienta de una cíélebre tienda de ropa para niños, la Cicogna, exhibe un desfile de maniquís desnudos y abandonados detrás de la reja de protección: es el emblema de la crisis económica.
En la elegante via Campo Marzio, detrás del Parlamento, cíélebre por contar entre sus mejores clientes a senadores y diputados, el cierre de tiendas históricas se ha multiplicado.
La confitería Conti y “Nando er Cazolaio†(zapatería de lujo) han tenido que irse.
La antigua tienda de lencería femenina “hecha a medidaâ€, fundada en 1938, que “ayudaba a las mujeres a resolver sus pequeños defectosâ€, tambiíén tuvo que cerrar sus puertas.
“En dueloâ€
“Los comerciantes romanos están en dueloâ€, escribió el diario La Repubblica, despuíés de que la famosa tienda “Lina Rocchi†tuvo que cerrar su local del casco histórico.
“80 años, tres generaciones, la historia se acabó. Gracias a los miles de clientes que creyeron en nosotrosâ€, reza el cartel de despedida colgado en la puerta.
Para Marco Meghnagi, gerente de una conocida marca de camisas a la medida de la calle Campo Marzio, esas tiendas, que resistieron años al lado de monumentos históricos y plazas barrocas, van “a abrir en otras partesâ€, probablemente en centros comerciales fríos e impersonales.
El presidente de la Confederación de Comerciantes, Confesercenti, Valter Giammaria, es aún más pesimista.
“1.500 tiendas han cerrado en Roma desde inicios del 2012, una cifra que puede llegar a 2.500 antes de fin de añoâ€, denuncia.
La recesión, el aumento de impuestos, las nuevas tasas introducidas por el gobierno de Mario Monti, las trabas burocráticas, la competencia desleal, figuran entre las causas.
“Cada vez más empresarios se ven obligados a vender sus casas de veraneo para poder mantener su actividad comercialâ€, asegura Giammaria.
En Via Lucina, en el número 9, detrás de la vitrina de una relojería, un cartel confirma esa tendencia.
“Se vende finca para las vacaciones en Cerveteri (costa de Roma). Informaciones aquíâ€, reza el anuncio.
“La crisis no tiene vacacionesâ€, titulan casi a diario los medios locales.
Según la asociación de hoteleros, Federalberghi, el 30% de los italianos renunció a salir de vacaciones en este verano boreal.
“La íépoca en que las familias salían todo el mes de vacaciones en agosto se terminó. Ahora se puede aspirar sólo a unos 15-20 días de descansoâ€, reconoce Giammaria.
“La gente sale sólo para pasar un día o dos en la playa, viaja los fines de semana a localidades que están cerca de Roma y el lunes está de nuevo en el trabajoâ€, cuenta.
Las cifras confirman esa tendencia. Según un estudio de Confcommercio, “debido a la crisis económicaâ€, durante la semana que inicia con la fiesta del 15 de agosto, el 80% de los supermercados y restaurantes y más de la mitad de las cafeterías permanecerán abiertos, una cifra decididamente más alta con respecto al año anterior.