Por... Gene Healy
Sin duda, la elección de Mitt Romney del representante Paul Ryan, republicano de Wisconsin, como su compañero de contienda ha hecho una campaña aburrida y sin alegría un poco más interesante.
Cuando me enteríé de la noticia, mi monólogo interno fue algo como esto:
"¿Desde cuándo están de moda los nerds?"
"¿Por quíé está un chico de mi edad potencialmente a un paso de la presidencia?"
"¿En serio tiene sólo 6 a 8 por ciento de grasa corporal?"
"¿Por quíé se eso?"
"¿Podría alguien por favor comprarle a Ryan un traje que le quede?"
Algunos conservadores desbordan considerablemente más entusiasmo, al ver a Ryan como el paladín de recortes en el presupuesto que hemos esperado por mucho tiempo. Como un libertario cascarrabias, es mi trabajo echar agua fría sobre las llamas de la pasión política. Por lo tanto, chicas, si están emocionadas por la elección de Ryan, permítanme confesar algo: Yo no. Y simplemente no puedo ocultarlo.
Ryan fue un soldado leal a lo largo de los años de gasto descontrolado de George W. Bush, votando por la Ley que Ningún Niño se Quede Atrás y la creación del Departamento de Seguridad Nacional, entre otras cosas. En los inicios del Tea Party, Ryan dio su apoyo a los planes de rescate de la industria automotriz y de los bancos. Votó a favor del Programa para Aliviar Activos Tóxicos (TARP, por sus siglas en inglíés) y dio "uno de los discursos más apasionados" pidiendo a otros que hicieran lo mismo, como Michelle Malkin señaló en 2009.
En un recientemente popular video de YouTube, el elocuente congresista arremete contra Barack Obama por la creación de Obamacare, otra prestación social que no podemos pagar. Es una actuación impresionante, pero en 2003, Ryan votó por el derecho a las recetas míédicas de Bush, añadiendo más de $16 billones de dólares en obligaciones no financiadas a la cuenta nacional.
El muy publicitado plan de presupuesto de Ryan eliminaría el díéficit, "pero no hasta el año 2040 más o menos", como explica mi colega Michael Tanner, y sus recortes en los gastos discrecionales domíésticos suman un promedio de solo $35.200 millones anuales por debajo de lo propuesto por Obama.
En mayo, Dean Clancy de FreedomWorks hizo una comparación útil del presupuesto de Ryan con el plan mucho más audaz presentado por el senador Rand Paul, republicano de Kentucky. El presupuesto de Ryan "alcanzaría el equilibrio en 26 años", el de Paul "en cinco". Al plan de Ryan le faltan recortes específicos, mientras que "Paul elimina cuatro agencias del Gabinete —Comercio, Vivienda y Desarrollo Urbano, Energía y Educación". De manera reveladora, "El señor Ryan aumenta el gasto en defensa. El señor Paul no excluye al Pentágono del escrutinio".
Como explica Eli Lake de Newsweek, Ryan "inclina el binomio hacia los neoconservadores" en la política de defensa. De hecho, Ryan votó a favor de la guerra de Irak en 2002 —y en contra de reducir la escala de las interminables guerras en Irak y Afganistán en 2007 y 2011.
El verano pasado, dio un discurso sobre política exterior sugiriendo que la razón de mayor peso que tenemos para resolver los problemas presupuestarios es que podamos seguir siendo los policías del mundo. "Podemos y debemos seguir comprometidos con la promoción de gobiernos estables que respeten los derechos de sus ciudadanos" en Irak y Afganistán, insistió Ryan. Parece que no ha aprendido absolutamente nada de una díécada desperdiciando sangre y tesoro estadounidense para hacer el mundo seguro para la democracia en el extranjero.
Las guerras no son gratis: Hemos gastado más de $1,3 billones en gastos directos en la guerra contra el terrorismo en el extranjero, con un costo real mucho más elevado. El Pentágono representa alrededor de 19 por ciento del prespuesto federal. Si usted lo ignora, tal como lo hace Ryan, usted simplemente no se toma en serio el intento de evitar un Armagedón fiscal.
He estado en Washington, D.C. casi tanto tiempo como Ryan. Y ya que esta es una ciudad donde Tom Friedman es considerado un pensador profundo, probablemente no debería sorprenderme que Ryan haya adquirido una reputación de ser un conservador fiscal serio.
No lo es. Pero hay un resquicio de esperanza aquí: Su elección para la campaña de 2012 significa que podríamos tener un debate serio sobre estas cuestiones.