El Banco Central Europeo espera concretar hoy su plan para rebajar las primas de riesgo de países como España o Italia. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha indicado que tras conocer esos detalles decidirá si solicita la ayuda. Pero los mercados ya dan por descontada esa petición y la prima de riesgo acumula una caída de 60 puntos básicos en los últimos tres días, hasta los 493.
Si se cumple el calendario previsto, el BCE anunciará hoy, tras la reunión de su Consejo de Gobierno en Fráncfort, las características de su nuevo programa de compra de deuda pública, que sustituye al puesto en marcha en 2010 bajo la presidencia de Jean-Claude Trichet. Su sucesor, Mario Draghi, nunca ocultó su escasa simpatía por aquel programa (SMP, según sus siglas en inglíés). Y tras menos de un año en el cargo, ha decidido refundarlo y convertirlo en un plan de intervención mucho más poderoso pero tambiíén con condiciones más claras y estrictas para los países que se beneficien.
"Los mercados esperan un gran anuncio del BCE y descuentan que anuncie compras ilimitadas de deuda y que no tenga condición de acreedor preferente", resume Victoria Torre, responsable de análisis y productos de Self Bank. Esa expectativa dejó ayer la prima de riesgo española en 493 puntos básicos (lejos de los 639 de julio), tras una caída en las tres últimas jornadas de 60 puntos (ayer, 24). La italiana concluyó en 403, lejos tambiíén de los 451 del pasado viernes. Las Bolsas reaccionaron de forma más tímida. El Ibex subió un 0,08%, aunque se mantiene en los 7.494 puntos básicos tras rebotar el 26% desde el mínimo en nueve años que marcó a finales de julio.
El optimismo se ha acrecentado despuíés de que Draghi reiterara el pasado lunes su intención de lanzar una ofensiva para frenar la escalada de las primas de riesgo en España y en Italia.
El nuevo plan de Draghi actuará, como el anterior. Pero, según ha indicado el italiano, lo hará de manera contundente y prácticamente ilimitada, frente a las compras timoratas y a regañadientes del programa anterior.
El objetivo declarado, además, será reducir las enormes divergencias en los tipos de interíés que soporta la deuda pública de los socios de la zona euro. Una medida que, según los cálculos, podría reducir en más de 200 puntos básicos los tipos de interíés de la deuda española (desde el 6,4% actual) y en unos 250 puntos los de la italiana (desde el 5,5%).
Ese alivio espanta al Banco de Alemania (Bundesbank), temeroso de que el plan se convierta en un cheque en blanco para los países incapaces de controlar su gasto público. Pero Draghi ha logrado el apoyo del resto de bancos centrales y de la mayoría de los Gobiernos (incluido el alemán) justificando el plan como una medida imprescindible para combatir la fragmentación del sector financiero y garantizar una política monetaria unificada: es decir, que los tipos de interíés marcados por el BCE (ahora en un mínimo histórico del 0,75%) repercuten de un modo similar en los 17 países del euro.
El BCE ha constatado, según indica en su último boletín mensual, que la crisis ha roto la unidad de su política monetaria. Y que ha escindido de facto la zona euro, dejando a las empresas y los hogares de la periferia con unos tipos de interíés mucho más elevados que los que rigen en Alemania, Francia o el Benelux. Y Draghi califica como "inaceptables las primas de riesgo ligadas a las dudas sobre la irreversibilidad del euro". Y a principios de agosto anunció que el BCE actuará para eliminar esas primas excesivas "mediante operaciones abiertas de mercado del tamaño adecuado para lograr ese objetivo".
El plan de Draghi, sin embargo, tambiíén presenta otras diferencias con el de Trichet. La principal es que, a partir de ahora, el BCE ya solo comprará bonos de los países que previamente hayan pedido ayuda al fondo de rescate o FEEF (Facilidad Europea de Estabilidad Financiera) para la colocación de su deuda. Esa premisa obligará a los Gobiernos de Mariano Rajoy y Mario Monti a suscribir un memorándum de entendimiento con la FEEF si desean beneficiarse de la intervención del BCE.
El Gobierno español considera que el memorándum del rescate bancario ya incluye las condiciones macroeconómicas y presupuestarias requeridas para la compra de la deuda y, por tanto, el nuevo programa no debería incluir más exigencias ni recortes. El resto de la zona euro, sin embargo, siente la tentación de aprovechar el segundo rescate para pedir nuevos ajustes (el BCE habla de mayor flexibilización laboral, reducción de salarios y liberalización del sector servicios). Rajoy, de momento, se ha reservado su decisión sobre la petición de ayuda hasta conocer todos los detalles. Y durante su reunión de hoy en Madrid con la canciller alemana Angela Merkel podría intentar convencerla de que España ya cumple las condiciones para que el BCE rebaje su prima de riesgo.
Si Merkel acepta la tesis de Rajoy, Bruselas espera que España solicite en breve el segundo rescate, lo que permitiría a la FEEF comprar o avalar hasta el 50% de las futuras emisiones del Tesoro español, que debe colocar unos 80.000 millones de euros hasta finales de año. De manera simultánea, el BCE intervendría en los plazos cortos (en torno a tres años) en el mercado secundario.
"Si las compras fueran ilimitadas", explica Daniel Pingarrón, estratega de IG Markets, "el apoyo crecería exponencialmente (...) porque cualquier poseedor de deuda perifíérica tendría la seguridad de que, si volviesen las tensiones, el BCE actuaría automáticamente". Los inversores parecen apostar por esa solución. Y ayer desdeñaron una emisión de bonos alemanes a 10 años, en la que Berlín solo logró colocar 3.610 millones de euros frente al máximo de 5.000 millones establecido.
La derrota del Bundesbank
Hubo un tiempo en que una simple entrevista con el presidente del Bundesbank (Banco de Alemania) podía desencadenar una hecatombe monetaria en el Viejo Continente. Despuíés llegaba el debate sobre si sus palabras habían sido malintencionadas o malinterpretadas. Pero el desastre ya era irreparable.
La última vez que ocurrió fue en septiembre de 1992 cuando unas (¿desafortunadas?) declaraciones del entonces presidente del Buba, Helmut Schlesinger, provocaron el miíércoles negro que reventó el Sistema Monetario Europeo (la libra esterlina y la lira italiana tuvieron que abandonar ese ríégimen de tipo de cambios) y condenó a la peseta a tres devaluaciones consecutivas. Dos díécadas despuíés de aquella tormenta financiera el Buba sigue siendo un actor decisivo en la política monetaria europea. Pero sus presidentes están obligados a acatar los acuerdos del Banco Central Europeo, una de las pocas instituciones de la UE genuinamente federales en la que el voto del representante alemán vale tanto, al menos en teoría, como el del chipriota, el holandíés o el español.
Esa aritmíética del voto impedirá hoy al presidente del Bundesbank vetar los planes del presidente del BCE, Mario Draghi, para frenar en seco las primas de riego "inaceptables" que, según el italiano, soportan algunos socios del euro. Pero la previsible derrota de Weidmann no parece fruto solo de la habilidad de Draghi para hacerse con el apoyo del resto de banqueros centrales. Tambiíén parece indicar el aislamiento de una institución, tan venerable como anacrónica, que no se adapta a la Unión Monetaria nacida hace 13 años. El anterior presidente, Axel Weber, abandonó abruptamente el cargo tras una iracunda reacción a la primera intervención del BCE. Y la nueva intransigencia de su sucesor, Jens Weidmann, ni siquiera cuenta con el apoyo de su mentora, la canciller Angela Merkel. De manera significativa, el otro miembro alemán en el consejo de gobierno del BCE, Jí¶rg Asmussen, tambiíén se ha desmarcado del Bundesbank y se ha alineado con Draghi, un presidente que al ser nombrado hace un año fue descrito como "el más alemán de los italianos". Tan alemán que incluso ha derrotado al Bundesbank.