Por... Gerald P. O'Driscoll Jr.
Era de esperar que los mercados sean mencionados múltiples veces en el discurso del gobernador de la Reserva Federal, Ben Bernanke, el viernes de la semana pasada en Jackson Hole, Wyoming. Esto es porque el acta de la reunión del 31 de julio al primero de agosto del Comitíé Federal de Operaciones de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglíés), publicada el 22 de agosto, fue ampliamente interpretada como un anuncio de que habrá algún tipo de mayor flexibilización de la política monetaria.
El acta decía en parte que “muchos miembros consideran que una acomodación monetaria adicional probablemente sería necesaria relativamente pronto a menos que la información entrante indicase un fortalecimiento sustancial y sostenible en la velocidad de la recuperación económicaâ€. Aún así, un día despuíés de que el acta fuera publicada, el presidente de la Reserva Federal de St. Louis, James Bullard, dijo que “estaban un poco añejadosâ€. Esto hizo cambiar la actitud de los mercados, ocasionando que cayeran los precios de las acciones.
Considerando lo que vendrá en la próxima reunión del 12 y 13 de septiembre, el FOMC podría decidir iniciar una nueva ronda de “relajamiento cuantitativo†mediante la compra de bonos de la Tesorería, títulos respaldados con hipotecas u otros tipos de activos no convencionales, lo que ha sido su estrategia desde el otoño de 2008. Tambiíén podría decidir extender más allá de fines de 2014 el período durante el cual anticipa mantener la tasa de los fondos federales cerca de cero. Estas no son posibilidades mutuamente exclusivas.
Pero cualquier camino que señale el Sr. Bernanke al FOMC, más “acomodación monetaria†del tipo que se está discutiendo será fútil en el mejor de los casos o contraproducente en el peor de los casos.
Considere el tipo de políticas implementadas por la Fed desde que la crisis empezó. Una variedad consistía en la asignación del críédito, ya sea mediante príéstamos directos a instituciones financieras seleccionadas o incluso a empresas no financieras como los fabricantes de autos. Las compras de la Fed de títulos respaldados con hipotecas dirigen críédito a empresas y sectores favorecidos en lugar de dirigirlo a empresas que podrían usarlo de manera más productiva.
Subsidiar el financiamiento de la vivienda es especialmente problemático, dado que la construcción de vivienda se expandió en exceso durante principios de los 2000 y necesitó contraerse. Si la política pública subsidia un producto hasta que su oferta llega a ser excesiva, más subsidios no son la cura. La Fed simplemente ha retardado el ajuste en los sectores de vivienda y financiero a travíés de la continuación de la concesión de críédito a ellos.
La Fed tambiíén se ha involucrado en infusiones temporales de dinero en la economía mediante dos rondas previas de relajamiento cuantitativo, QE1 y QE2. Lo hizo despuíés de reducir las tasas de interíés a corto plazo hasta llegar casi a cero, lo que limitó la efectividad de las compras tradicionales de deuda pública de corto plazo.
El relajamiento cuantitativo es la versión de la Fed del “estímuloâ€, el complemento al estímulo fiscal. El problema con todo tipo de gasto temporal es que no tiene efectos permanentes. Simplemente retarda los ajustes requeridos por la economía.
Hoy, los gobiernos a nivel de los estados y locales son un ejemplo de esto. El nivel del gasto municipal y a nivel de los estados fue mantenido con transferencias de miles de millones de dólares del gobierno federal, en virtud del paquete de estímulo de 2009 del presidente. Pero como este dinero federal se secó, los roles de pagos públicos están en declive, algo suficientemente irónico considerando este gobierno, conforme nos acercamos a la elección presidencial. El presidente Obama recibió un mal consejo cuando se le dijo que el gasto público estimularía la economía. En cambio, ha tenido el efecto de transferir recursos temporalmente del productivo sector privado al inflado sector público.
La versión de la Fed del estímulo temporal probablemente involucrará la compra de bonos del Estado. Si el pasado sirve como prólogo, esto servirá como una subida de azúcar para los mercados financieros. Habrán alzas en los precios de las acciones y en los mercados de bonos. Wall Street celebrará, pero nada de esto resultará en un crecimiento económico “sustancial y sostenibleâ€, el objetivo declarado del FOMC.
Las compras de bonos no cambiarán algún determinante fundamental de la actividad económica. Y en el actual clima económico, un asunto crucial es que los inversores no saben cómo será el código tributario el próximo año. Las inversiones se hacen con anticipación de las ganancias ajustadas para el pago de impuestos. Si la tasa tributaria es desconocida, los retornos sobre las inversiones son desconocidos. Esto es un gran disuasivo a la formación de capital y al crecimiento del empleo.
Esto no es ningún secreto: El acta del FOMC de su reunión del 31 de julio al primero de agosto se refiere a la incertidumbre fiscal y regulatoria como justificaciones para que la Fed actúe. El acta reporta que algunos participantes pensaron que un nuevo programa de compra de bonos “podría levantar la confianza de las empresas y consumidoresâ€. No lo ha hecho durante esta recesión. Ninguna cantidad de relajamiento cuantitativo a estas alturas logrará despertar lo que John Maynard Keynes denominó “los espíritus animales†—“una urgencia espontánea de tomar acción en lugar de mantenerse en la inacciónâ€.
Lo que podría sacudir los espíritus de los inversores y empleadores sería algo de certidumbre en el ámbito de las políticas, controlando el desmedido gasto público, deteniendo las regulaciones mal concebidas y eliminando la retórica anti-empresa. No hay repetición de la ronda de compra de bonos de la Fed que sustituya los cambios fundamentales y permanentes que se requieren.