Por... Alberto Salcedo Ramos
Pertenezco a la última generación de colombianos que aprendió a contar dinero a punta de cíéntimos. Yo compríé Coca Cola a setenta centavos, alquilíé cómics a treinta y lleníé alcancías con monedas de cincuenta.
A principios de los años 70 esas cantidades de dinero eran magníficas para nosotros, los escolares de entonces. Con cincuenta centavos uno podía comprarse en el recreo tres turrones y una paleta de tamarindo.
Como en los colegios circulaban más las monedas que los billetes, las niñas usaban faltriqueras y los niños, pantalones con bolsillos relojeros. Todos hacíamos las operaciones matemáticas sin apelar a la calculadora.
Traigo a la memoria este recuerdo a propósito del proyecto que acaba de anunciar el gobierno: eliminarle al peso tres ceros a la derecha.
Si la propuesta fuera aprobada nos tocaría volver a la cultura del centavo. Para muchos ígnaros sería un anacronismo. Para los pontífices de la economía, en cambio, sería un salto hacia la modernidad.
No hay que ser adivino para anticipar que cuando tachen los tres ceros a la derecha tendremos una moneda parecida en su diseño a la de los países ricos, pero no podremos adquirir muchos bienes con ella porque seguiremos siendo los mismos pobres de siempre.
Estamos, pues, ante un simple acto de ilusionismo, la típica obsesión por lo cosmíético que nos ha caracterizado desde nuestros orígenes. Eso sí: el maquillaje nos costará un dineral, porque si algo perverso tiene nuestra pobreza es lo cara que nos la venden los gobernantes.
Cuando yo era niño y pagaba en cíéntimos, los adultos ya decían que estábamos jodidos. Despuíés crecí y seguí oyendo la misma cantilena. Para entonces a nuestros billetes les habían brotado todos esos ceros a la derecha y los centavos eran ya una reliquia de museo.
El monto que años atrás mi abuelo invertía en la compra de un mulo, a mí solo me alcanzaba para una caja de chicles.
Claro, ya los narcotraficantes habían expandido el Síndrome del Nuevorriquismo.
¿Para quíé ponerse a contar pesitos sueltos, si el país estaba inundado de millones? La moneda se devaluó, desde luego, pero la víctima de esta historia no es la moneda misma sino la gente pobre. La gente que se parte el lomo por un sueldo de miseria que no le alcanza para lo básico, ni con los ceros a la derecha ni sin ellos.
De modo que el cambio en la moneda servirá, a lo sumo, para que otra vez haya niños capaces de dividir sin la calculadora. Ah, y para que en los colegios los turrones y paletas de tamarindo vuelvan a valer centavos.
Cuando se reforme el peso seguiremos como estamos: insolventes, a merced de ciertos empresarios abusivos, maltratados por las Empresas Promotoras de Salud, anegados año tras año, asediados por los violentos.
El país solo se modernizará cuando se erradiquen esas viejas calamidades. De nada servirá que al peso le quiten tres ceros a la derecha mientras para nuestro Estado los ciudadanos sigamos siendo unos ceros a la izquierda.