La reunión del Eurogrupo del próximo lunes no servirá para desbloquear el siguiente tramo del rescate griego (31.300 millones de euros), lo que, entre otras cosas, debería dar permitir a Atenas para devolver al BCE 5.000 millones de euros que vencen el próximo viernes. Si el dinero no llega, Grecia podría hacer un impago de esos bonos.
"En estos momentos no veo cómo podemos llegar a una decisión sobre Grecia y con Grecia la semana que viene, sería demasiado pronto", aseguró ayer Wolfgang Schaeuble, ministro de Finanzas alemán. Fuentes comunitarias reconocen que, a pesar de los progresos realizados, las posiciones están todavía muy separadas y ven difícil llegar a un acuerdo político el lunes que permita desbloquear esa ayuda.
El Gobierno griego ha asegurado que necesita el dinero antes de que finalice la semana que viene, pero fuentes comunitarias afirman que Atenas podría aguantar algo más sin íél.
Pero esta vez, el acuerdo no lo está bloqueando la negativa griega a aprobar nuevos ajustes, sino las dudas sobre su capacidad de reconducir su deuda a niveles sostenibles y el modo de conseguir que eso sea posible. Es decir: los detalles de una nueva reestructuración de la deuda griega: cuánto perdonar y quiíén debe sufragar esos costes.
Estado de la cuestión
La situación es la siguiente: para desbloquear los 31.300 millones de euros, la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) piden a Grecias que apruebe irrevocablemente un plan de austeridad de 13.500 millones. í‰ste ha sido aprobado por el Parlamento griego esta semana, aunque para hacerse efectivo, necesita otro votación favorable: la que el domingo servirá para aprobar los Presupuestos del año que viene.
Pero una vez superado este escollo, queda por resolver el de la sostenibilidad de la deuda. Primero el FMI y ahora la Comisión Europea han llegado a la conclusión de que Grecia no va a cumplir con los objetivos de deuda del programa de rescate: que íésta se sitúe en el 120% del PIB en 2020.
El ministro de Finanzas griego ya reconoció en octubre que estaba negociando con la troika un alargamiento de los vencimientos y un recorte de los intereses (lo que, en la práctica, es un default encubierto). Pero ahora la cuestión es cuán profunda debe ser la reestructuración y, sobre todo, quiíén asume las píérdidas.
Sobre la cuantía del reajuste de la deuda, el FMI y la Comisión discrepan en 40.000 millones de euros. Es decir, entre lo que una institución cree que es necesario para aliviar la carga griega y lo que calcula la otra, hay 40.000 millones de diferencia. Buena parte de la discrepancia proviene de las expectativas de crecimiento de la economía griega, sometida a infructuosos planes de austeridad desde 2010.
Y una vez que acuerden el objetivo de deuda a reducir, hay que ver cómo se consigue. Es decir, quiíén paga la factura.
El BCE, por ejemplo, cuenta con 55.000 millones de euros de deuda griega, pero se niega a asumir un default. Lo que sí que hará será devolver a Grecia los beneficios obtenidos con esas compras (como adquirió esos bonos con grandes descuentos, el mero hecho de recibir de vuelta los 55.000 millones supondrá al BCE unas plusvalías cercanas a los 15.000 millones).
Otra opción es que los países del euro, que han prestado 127.000 millones de euros a Grecia asuman una quita, al igual que hicieron los acreedores privados de Grecia en 2011. Pero el propio Wolfgang Schaeuble, ministro de Economía alemán, aseguró que una quita voluntaria de la deuda griega no sería legalmente posible en algunos países del euro, ya que supondría pasar esas píérdidas a los contribuyentes europeos.
Una propuesta que Alemania sí está dispuesta a valorar es la posibilidad de que Grecia pida fondos al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) a un tipo de interíés ventajoso y utilice ese dinero para recomprar deuda, que cotiza con amplio descuento. El resultado neto de esa operación es un recorte de los intereses y alargamiento de los plazos.