La avalancha de ciudadanos que han decidido acogerse a la amnistía fiscal en el último minuto que preveía Hacienda se ha producido. Pero los interesados ahora no son titulares de cuentas y bienes opacos sino que vienen con fajos de billetes y los bancos les hacen muchas preguntas.
La gran mayoría de los que han esperado hasta el último momento para acogerse a la amnistía fiscal, que acaba mañana, no son propietarios de cuentas o bienes opacos sino de fajos de billetes y tienen muchas dudas sobre el procedimiento y la información que deben facilitar, según cuentan los asesores fiscales.
El procedimiento es sencillo: basta con abrir una cuenta en un banco y realizar la declaración. Sin embargo, según están descubriendo quienes intentan regularizar efectivo ahora, deben rellenar numerosos formularios, como el S1, que pide la banca para quien mueva más de 100.000 euros.
O, incluso, formularios propios de cada entidad que preguntan sobre residencia fiscal, actividad que se desempeña, condición de persona políticamente expuesta, entre muchas otras.
Así lo requieren los formularios del Banco Santander, por ejemplo, que quiere saber si se es autónomo o profesional, si el interesado se dedica al negocio de joyas u obras de arte o a importación de bienes costosos, el origen de los fondos o del patrimonio, o si los ingresos tienen origen inmobiliario, entre otras muchas cuestiones.
Al principio, Hacienda excluyó del Decreto de marzo que lanzó la amnistía el dinero en efectivo pero, en la Orden Ministerial de 4 de junio que publicó el Modelo de declaración, lo incluyó. Llovieron las críticas de quienes apuntaban que se incitaba a blanquear dinero sin origen acreditado e, incluso, a operar en B hasta noviembre y luego regularizar.
Como medida de control, Hacienda creó la ficción jurídica de que quien regulariza dinero en metálico acredita ser su dueño a 31 de diciembre de 2010, el marco temporal de la amnistía.