Por... í“SCAR TULIO LIZCANO
Con motivo de las Fiestas Navideñas, comprar mientras se endeuda es uno de los principales placeres de los colombianos. Aprovechamos la oportunidad que ofrecen los bancos con sus tarjetas de críédito o las promociones de los almacenes que ofrecen productos para ser pagados el próximo año. Lo importante aquí es enganchar al cliente a como díé lugar. Los intereses, sin embargo, empiezan a contar.
Empresa que se respete saca su propia tarjeta de críédito, ofreciendo atractivos descuentos a sus clientes. Sus agresivas campañas promocionales contienen tanta información sobre cómo ahorrar en la compra de su producto, que terminan confundiendo al cliente, saturándolo visualmente. Páginas enteras conquistan las revistas y diarios; en los almacenes abunda la publicidad; en las porterías de los edificios hay montañas de volantes.
Por ejemplo, una reconocida cadena de almacenes del país, permite acumular puntos por las compras. Estos se pueden redimir luego por un producto gratis, que el usuario puede elegir de un lujoso catálogo. Pero, ¡OH…, sorpresa…, cuando el cliente elige su producto, resulta que este está agotado. Y eso que, generalmente, son existencias que están estorbando en la bodega.
La proliferación de tarjetas de críédito, entregadas a diestra y siniestra por bancos y almacenes, hace tiempo preocupa a la Superintendencia Financiera y al Banco de la República. Sin embargo, nada lo contiene y los atropellos se presentan con frecuencia. En esa dinámica juegan un papel importante los establecimientos comerciales, en especial las grandes superficies, que vienen realizando alianzas con las entidades financieras para entregar tarjetas de críédito y fidelizar a sus clientes.
Un famoso supermercado abrió sus puertas en el municipio de Apartadó. Solo con la cíédula y la firma de un pagaríé, les entregaba a sus clientes una tarjeta de críédito apta para comprar mercado y electrodomíésticos. Hubo, incluso, largas filas para recibir el plástico. Al día siguiente la gente en bandada compró modernos televisores; los campesinos, por ejemplo, aprovecharon para renovar sus aparatos. Luego, a muchos de los usuarios los reportaron a la central de riesgos por no cumplir con los pagos. A Leonel Guerrero, por ejemplo, le embargaron los haberes de su casa.
En el último año ingresaron al mercado cerca de millón y medio de tarjetas. Esto significa que se aprueban más de 4 mil al día. La señal de alerta es el alto nivel de endeudamiento que están alcanzando las personas y los hogares con este instrumento. Hay más de 6 millones de personas que portan tarjetas de críédito. En promedio cargan dos, íéstas en sus bolsillos. Para este último año se endeudaron en cerca de 4 billones de pesos.
Se explican así las asombrosas utilidades que reporta cada año el sector financiero. Pero tambiíén llama la atención la manera cómo, este año, creció considerablemente la cartera vencida. Es tanto el uso desbordado de las tarjetas, que existen cerca de dos millones inhabilitadas temporalmente.
Así pues que el guayabo decembrino vendrá pronto. Al fin y al cabo, comprar ‘al debe’ deja de ser un placer y, tarde que temprano, se convierte en un dolor de cabeza para muchas familias. La pregunta que queda en el aire es si nuestra cultura nos enseña la importancia de administrar coherentemente nuestros recursos.
Incluso, la pregunta va más allá: al margen de su búsqueda desaforada de ganancias, ¿deberían las entidades financieras asumir una postura íética y pedagógica con sus clientes frente al endeudamiento?