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Autor Tema: Gente, pueblo, población, ciudadaní­a  (Leído 233 veces)

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Gente, pueblo, población, ciudadaní­a
« en: Diciembre 27, 2012, 08:28:39 pm »
Por  Santiago Niño Becerra.

No es la primera vez que hablamos de esto, pienso que tampoco será la última.

Rescate de paí­ses, intervenciones de bancos, deuda pública, recortes de gasto, pero, ¿quíé hay de Mr. John Smith o del Sr. Juan Español?, ¿quíé pasa con ellos?. El pasado dí­a 17 de Diciembre el Presidente del BCE habló de ‘dolorosos progresos’, dolorosos e inevitables, pero reparen en que todas esas referencias lo son en pronombre neutro y realizadas en oraciones sin sujeto.

Sobre el papel el rol que juega la ciudadaní­a es decisivo, fundamental, único: cada cierto tiempo vota a unos partidos polí­ticos en unas elecciones de las que surgen unos representantes de ese pueblo en un ámbito nacional o local, o incluso transnacional, y esos representantes hacen y deshacen leyes y normas que afectan al dí­a a dí­a de las personas que han participado en el proceso del que han salido elegidos, y, a su vez, eligen y cesan a cargos que se ocupan de tareas con implicaciones  de enorme alcance. Y la mecánica es esa, existan sesgos determinados por lobbys o no existan.

Es así­ desde hace díécadas y que así­ fuese costó mucha sangre y muchos sufrimientos, vale, pero una vez esa gente, ese pueblo, esa población, esa ciudadaní­a que ha hecho posible esa figura denominada democracia, se torna invisible y pierde toda posibilidad de influencia, independientemente de que quienes gobiernan estíén siguiendo aquello que prometieron seguir, e independientemente de que quienes votaron lo hicieran muy bien informados de a quien y elegí­an o no, la figura queda vací­a de contenido.

En otras palabras, una vez legitimado alguien o álguienes que deben ser elegidos por una gente, por un pueblo, por una población, por una ciudadaní­a, esa gente, ese pueblo, esa población y esa ciudadaní­a se vuelven hoy innecesarios hasta que dentro de los años que marque un texto denominado Constitución, vuelvan a ser necesarios para legitimar a unos nuevos representantes a fin de poner nuevamente en marcha el proceso.

Y todo eso fue calificado de logro porque antes quien decidí­a era alguien que podí­a decidir porque recibí­a en la Tierra parte del poder de Dios por lo que quedaba facultada/o al ser hija/o de otra/o como ella/íél, lo que le permitirí­a facultar a su vez a su descendiente para que perpetuase el proceso. En esas circunstancias, el protagonismo de la gente, del pueblo, de la población, no de la ciudadaní­a: no existí­a tal figura, era nulo, tan sólo el de servir a esa figura que gobernaba ‘Por la gracia de Dios’ y a quienes esa figura designaba.

Si analizan los últimos dos mil años de Historia verán que la gente, el pueblo, nunca pintó absolutamente nada porque su significación fue nula. El pueblo sirvió para morir en las guerras que organizaban quienes se disputaban un poder que siempre era limitado; sirvió para contribuir a la riqueza de señores cuyo poder ostentaba alguien a quien se asumí­a Dios se lo habí­a dado; sirvió para nutrir la acumulación de unos pocos que se habí­an hecho con unos medios de producción a travíés, en innumerables ocasiones, de míétodos que hoy serí­an considerados ilegales; sirvió para aclamar a quienes mandaban sin decidir nada porque, ¿cómo iba a poder decidir o simplemente argumentar algo quienes reclamaban pan pudiendo degustar croissants reciíén hechos?.

Luego, un dí­a, la evolución de las cosas, el devenir de la Historia, y una vez agotado todo el recorrido anterior, hizo que aquel pueblo -hasta hací­a unos años lumpen, chusma- convertido ya en ciudadaní­a, pasase a ser necesario, fundamental a fin de absorber una creciente capacidad productiva de todo a travíés de su consumo.

Para ello fue preciso que esa ciudadaní­a se sintiese participe, se notase protegida, y se supiese necesaria, y para ello a esa ciudadaní­a se le dio la democracia participativa, el modelo de protección social, y un empleo ben remunerado e indefinido. Y, además, se le dio acceso a los medios para financiar ese consumo cuando su salario se demostró insuficiente, y más además, periódicamente se le recordaba lo fantástica y guapa que era. Y como colofón se le vendió la idea de que todo eso lo habí­a conseguido con su lucha y sus reclamaciones.

Ahora todo aquello se ha ido porque aquella forma de hacer se ha agotado, y lo que queda es lo que siempre hubo: unos recursos limitados, y una población que es parcialmente necesaria para hacer lo que sea necesario hacer, con una diferencia respecto al pasado: que una tecnologí­a crecientemente más sofisticada, más barata y más fácil de utilizar, hará cada vez menos necesaria para producir a una ciudadaní­a que tampoco será necesaria para consumir unos bienes cuya oferta irá a menos porque ninguna falta hará que vaya a más, ni para votar aquello que no haya otro remedio que hacer.

Foro de bolsa, un saludo y Feliz Navidad.



¡Se nos va de las manos!