España afronta 2013 con la intención y las perspectiva de poder financiarse sin necesidad de pedir un rescate a Europa. Las previsiones del Tesoro, anunciadas ayer por su director general, íñigo Fernández de Mesa, apuntan a que las condiciones que nuestro país deberá afrontar este año en los mercados serán iguales o mejores que en 2012. Según esos cálculos, las necesidades de financiación oscilarán entre 215.000 y 230.000 millones de euros. Una horquilla que incluso en su límite superior supone una rebaja del 8% respecto a 2012. Pese a la fuerte presión sufrida durante el año pasado, el Tesoro ha cerrado el año con un coste medio de emisión del 3,42% frente al 3,9% con que concluyó 2011. La vida media de la deuda española en circulación se ha acortado tambiíén, al pasar de 6,55 a 6,06 años. Todo ello coloca a España en una posición "confortable", más aún cuando el Tesoro empieza 2013 con un colchón de liquidez de en torno a 40.000 millones de euros, casi un 20% de las necesidades de financiación para todo el año.
La mejora de la situación financiera de España comenzó hace seis meses con el anuncio del mecanismo de compra de deuda para países con dificultades del Banco Central Europeo. La maniobra efectuada por Mario Draghi supuso un punto de inflexión en los mercados y el comienzo de una ola de compras netas de deuda pública por parte de inversores extranjeros. El relajamiento de la tensión sobre el bono español se nutrió tambiíén de las expectativas sobre la petición del rescate a Europa, una posibilidad que el Gobierno se ha mostrado en todo momento reacio a confirmar. Ello abre ahora una incógnita razonable sobre el efecto que podría tener en el mercado la renuncia a la posibilidad del rescate.
Sin embargo, y como recordaba ayer el director general del Tesoro, las razones que explican este giro van más allá de las decisiones adoptadas en Francfort y apuntan directamente a un cambio de percepción sobre España. A lo largo de los dos últimos meses, los análisis realizados por la banca de inversión sobre la evolución de la economía española han comenzado a reflejar una evolución sustancial en las apreciaciones sobre el país. Ello se debe a la mejora de los indicadores -la corrección del díéficit exterior, la reducción del desequilibrio presupuestario, el impulso a la reforma del sector financiero y la rebaja en los costes salariales, entre otros- así como a decisiones empresariales como la adoptada por la multinacional Renault, quien ha optado por centrar en España su nuevo plan industrial en detrimento de otros países. Pese a ello, sería imprudente extraer de forma prematura conclusiones optimistas. A día de hoy, las buenas previsiones sobre la evolución de España son incipientes. Habrá que esperar a la confirmación de una mejora que será lenta y exigirá más esfuerzo y sacrificio.