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Autor Tema: El internacionalismo millonario…  (Leído 190 veces)

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El internacionalismo millonario…
« en: Enero 12, 2013, 08:14:17 pm »
Por… Emilio Cafassi




Al debate sobre la debacle económica europea, con sus previsibles consecuencias de deterioro social y moral, se suman los vericuetos jurí­dicos y la diáspora de ricos y famosos que encuentra el presidente francíés Franí§ois Hollande para cumplir su promesa electoral reformista en materia impositiva y financiera. El tema ha sido tratado recientemente en estas páginas por Gonzalo Perera e ilustrado con el elocuente ejemplo del actor Gíérard Depardieu, que no sólo se vio tentado por la nacionalidad belga sino tambiíén por la rusa, efectivizándola. Vale la pena dedicar unas breves lí­neas a este caso que no sólo desnuda concepciones sobre la solidaridad e igualdad social, sino tambiíén sobre la siempre candente cuestión nacional europea y sus tensiones. En una carta pública el propio actor asevera: “yo pedí­ el pasaporte y estoy encantado de que se me haya concedido. Adoro Rusia, sus hombres, su historia, sus escritores”.

Es una noticia que abre un sinnúmero de posibilidades a varios de mis amigos amantes de la historia y la literatura. Con este criterio, un admirador de Thomas Jefferson y los padres fundadores de la democracia norteamericana podrí­a con idíéntico derecho que los seguidores de Hemmingway o Elliot, por ejemplo, solicitar la green card estadounidense como antesala para la posterior ciudadaní­a plena y así­ sucederí­a con cualquier nación que haya dado próceres y exponentes intelectuales. Al “ius soli” e “ius sanguinis” que rigen jurí­dicamente los principios nacionales de ciudadaní­a, se le añadirí­a un “ius historicis et intellectualis recognitionem” que irí­a minando las abyectas limitaciones y violencias de las fronteras nacionales, liberando de tal modo al mundo del aherrojamiento en sus confines y de las restricciones a la libertad migratoria. Es sólo una casual coincidencia que el refinado gusto literario de Depardieu le depare una nacionalidad cuyo Estado aplica un “Impuesto a la Renta de las Personas Fí­sicas” (IRPF) de sólo el 13%, cualquiera sea la magnitud de tal renta. Muchí­simos de los “artistas independientes” del mundo entero ya habí­an manifestado una gran admiración por la historia y el arte de principados y pequeños reinos, paraí­sos fiscales y Estados precarios en general pero con grandes figuras. Es que su independencia se limita a las relaciones de dependencia laboral formal, a la concreta forma salarial, pero no respecto al mercado con el que conviven en armónica comunión, que hasta logra constituirse en su musa. Algunos empresarios franceses tambiíén cultivan esta suerte de “espí­ritu internacional-bohemio” de Depardieu, como las familias Mulliez (propietaria de la cadena Auchan) o Peugeot. Pero el caso más resonante es el de Bernard Arnault, propietario del imperio suntuario LVMH (que controla las empresas Louis Vuitton, Givenchy o Moí«t & Chandon), reciente exilado fiscal en Bíélgica.

El impuesto especial (por dos años) francíés de un 75% sobre las rentas anuales superiores al millón de euros, fue uno de los pilares de la campaña del actual mandatario francíés, mucho más por razones ideológicas y simbólicas que efectivas. En el mejor de los casos, recaudarí­a cerca de cuatrocientos millones que resulta una í­nfima proporción del recorte fiscal de treinta mil millones actualmente pergeñado como respuesta a la crisis. En tíérminos poblacionales, no superarí­a los dos mil ciudadanos comprendidos en la medida. Pero ni siquiera pudo aplicarse, al menos momentáneamente, ya que un fallo del “Consejo Constitucional” lo ha frenado junto a otras medidas fiscales, aunque la principal dificultad consiste en la competencia europea por la captura fiscal de una proporción de esas rentas. Por ejemplo, en el Reino Unido, David Cameron propuso una reducción impositiva a las altas rentas además de desarrollar un plan de atracción de empresas (y empresarios) con sensibilidad fiscalmente fugitiva de Francia. Una reedición contemporánea de la era Thatcher-Reagan. La Unión Europea tiene una nueva oportunidad para responder a la pregunta acerca de su utilidad concreta y la solidez de sus lazos, inclusive ahora que se encuentra prácticamente hegemonizada por las derechas. Las crisis son tambiíén oportunidades. Pero peor aún resultó la licuación actual de la primigenia propuesta de campaña de Hollande de intervención sobre el sistema financiero, ya que no fue frenada por instancia externa alguna, sino por su propia voluntad o ausencia de audacia.

Es indudable que el IRPF representa un recurso redistributivo de ingresos en cualquier contexto, región, momento y circunstancia que puede y debe ser aprovechado y ejecutado por los reformismos o progresismos. Tanto como exhibe sus lí­mites, particularmente cuando de altas rentas se trata, por las tantas variantes evasivas disponibles. La fuga del contribuyente, como la que comentamos, es sólo una de ellas (disponible con exclusividad para una íélite que puede elegir nacionalidad y residencia a voluntad, sin depender de las decisiones del capital, salvo el propio). Por un lado porque una proporción significativa de las economí­as capitalistas se desarrolla en la informalidad y hasta la clandestinidad, impidiendo siquiera el registro de las rentas devengadas. A los ejemplos extremos del tráfico de armas o drogas ilegales, le sigue una ristra de arcanas actividades comerciales, financieras, industriales y agrí­colas. Tambiíén porque en el capitalismo no existen sólo personas fí­sicas sino tambiíén jurí­dicas. Pero la causa última de la opacidad reside en la pervivencia del arcaico papel moneda que permite la invisibilización plena de las operaciones económicas concretas. En pleno auge del capitalismo cognitivo y de la masificación y potenciación de las tecnologí­as informáticas, su pervivencia se explica sólo por la aquiescencia y hasta la complicidad de los Bancos Centrales nacionales (o regionalizados como el europeo) para con la evasión, la marginalidad y la ilegalidad. La eliminación del papel moneda y su sustitución por el dinero nominal carece de obstáculos prácticos y es además una antesala de la posibilidad de la unificación monetaria internacional. ¿Potenciarí­a esto las caracterí­sticas de una “sociedad de control” delleuziana? Sin duda, pero íéstas tambiíén se autopotencian conviviendo con los medios de intercambio actuales.

No faltará quiíén sostenga que la informatización del conjunto de la actividad económica constituye una invasión a la privacidad. Considero lo contrario, como acíérrimo defensor de la vida privada y su más plena libertad y diversidad. Generalmente quienes se oponen son además quienes no tienen reparos en que el Estado se meta en sus camas, como con el instituto matrimonial o con la negación represiva a la plena disposición de los cuerpos de las mujeres frente a la fecundidad. Entiendo la intangible esfera privada, sintíéticamente, como aquella en la que tiene lugar la intimidad afectiva y los asuntos de conciencia. Inversamente, la economí­a, aún con plena vigencia de la propiedad privada, pertenece a la esfera pública y en consecuencia es pasible de publicidad e intervención. El registro de la totalidad de la actividad económica y su individualización precisa, antecede a la posibilidad de ejecución de polí­ticas efectivas de carácter redistributivo.

En cualquier caso, mucho más que sobre las rentas, el patrimonio (no sólo inmobiliario, automotriz, suntuario, sino tambiíén financiero) constituye una fuente mucho más precisa, inmediatamente mensurable e ineludiblemente tributable. Allí­ se encuentra la riqueza menos perecedera, la más independiente de la nacionalidad, el origen o cualquier particularidad del propietario, la fuente y razón de la contribución, a la par que la garantí­a de su efectivización. El argumento según el cual la intervención sobre la riqueza actual conspira contra la generación de riqueza futura, no sólo se ve desmentido en la realidad del estancamiento del capitalismo más desarrollado, sino tambiíén por el sinuoso camino inverso emprendido en Sudamíérica.

No creo que los trabajadores, ya estíén registrados o en negro, los excluidos y marginados, los pequeños y medianos propietarios deban temer por sus intereses, aun los más egoí­stas y conservadores, si un reformismo más consecuente o menos timorato aplicara una baterí­a de medidas de deslumbramiento, publicidad y posterior proporcionalidad recaudatoria con propósitos redistributivos, solidarios o niveladores. Los defensores de velos económicos, secretos y anonimatos no se cuentan, salvo excepciones, entre los productores de la riqueza que tí­midamente los progresismos intentan redistribuir. Incluso movimientos como el estadounidense Occupy Wall Street (cuya lucha dice ser contra ese 1% de la población pendiente del Dow Jones y del Nasdaq), los españoles de Puerta del Sol, los huelguistas griegos, italianos y hasta los propios franceses que confiaron en el discurso crí­tico de la socialdemocracia, tendrán que construir alternativas polí­ticas hoy inexistentes hacia un reformismo algo más consistente y efectivo.

Al “laissez faire” internacionalista de los poderosos, faranduleros, nobles y rentistas tambiíén puede oponíérsele el “laissez payer n’importe oí¹â€ de progresismos nacionales aún si no se coordinaran internacionalmente. En algún lado, se localiza su patrimonio. Posiblemente donde abandonaron el pudor.

Suerte en sus inversiones…


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